lunes, 13 de junio de 2011

Los Garcilasistas - Bitácora 13


Un grupo de garcilasistas el día que
inauguraron el busto del Inca Garcilaso
en la Plaza de Armas  
 Los Garcilasistas

Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Era el primero de abril de 1961… Amanecía y el sol comenzaba a inundar con sus tibios rayos la Bahía “El Ferrol”; la noche apremiada, abandonaba el puerto entre besos furtivos con el astro rey. La bahía iluminándose, iba tornándose hermosa con su mar sereno, destacándose en el horizonte la belleza de las "Isla "Blanca" y "Los Ferroles"; en los flancos de la ensenada, imponentes se alzan desde siempre los celosos guardianes del puerto, “El Dorado” y el  “Cerro de la Juventud”, que ese día, lucían en su cima chalinas blanquísimas de niebla pasajera. Mar afuera, un grupo de ballenas azules, nadan en fila india entonando misterioso canto rumbo al sur; dentro de la bahía, una bandada de guanays angurrientos, sobre vuelan una mancha de pejerreyes asustados que son atrapados casi a flor de agua… En los hogares del puerto, los muchachos se desperezan de las largas vacaciones y se alistan para retornar a las aulas: “Cual bandada de palomas que retornan al vergel; hoy volvemos a la escuela, anhelantes del saber”. Se iniciaba un nuevo año escolar. 

Horas después, un inusitado desfile de muchachos vestidos con uniforme "Comando" beigs, caminan apresurados por las calles de la ciudad… el flamante Colegio “San Pedro”, ubicado en Miramar Bajo, entre los jirones "San Pedro" y "Casma", abría sus puertas para recibir a decenas de jóvenes porteños que pronto colmaron el patio de formación, era el primer día de clases y el primer año en el nuevo y amplio local. Después de casi veinte años, habían abandonado la casona de don Nicolás Arias Luna, ubicada en la cuarta cuadra del jirón “Alfonso Ugarte”, donde funcionó el “alma mater” de Chimbote desde el año 1942. Días después de iniciada las clases, una nueva promoción de estudiantes de Educación Secundaria denominada “Ciro Alegría”, debatía un caro anhelo de sus integrantes, cual era, fundar un club. Eran jóvenes y soñaban con encauzar sus energías y sus ideales por la senda de la cultura.

Meses antes, ese anhelo los había llevado hasta el club Cultural Filarmónico de la ciudad, sufriendo una decepción al comprobar que la sede servía para otros fines ajenos a la cultura; por la noches, decenas de personas se reunían en el lugar, para jugar “poker”, “dominó” y beber, envueltos en una humareda de los cigarrillos que consumían entre pitada y pitada. De cultural sólo quedaba el nombre, hacía mucho tiempo que no se realizaba ninguna actividad educativa. Ante esta deprimente situación, los jóvenes estudiantes decidieron fundar su propia institución, manteniendo viva su iniciativa, hasta cuando volvieran a las aulas; ya en el colegio, retomaron la decisión y se propusieron dos nombres para denominar a la entidad naciente. Por unanimidad se acordó que el club se llamaría “Inca Garcilaso de la Vega”, propuesta feliz, del alumno Enrique Solano.

A partir de allí, la inventiva de esa generación entusiasta se hizo tangible, sus actividades comenzaron a desarrollarse en el campo cultural, social y deportivo, bajo el inspirador lema: “Unión, Progreso y Trabajo”. Todo su accionar estaba regulado y vertebrado por sus Estatutos, que delimitaba objetivos, funciones y atribuciones dentro de la institución; debo subrayar la sapiencia con que estos jóvenes elaboraron este importante documento rector; por ejemplo, recogieron con sabiduría la neutralidad en lo político y religioso dentro de la institución. Luego en cumplimiento a su Estatuto aprobado, procedieron a elegir oficialmente a sus directivos y asesores, e inteligentemente, se decidió ampliar la radio de inscripción de socios fuera del límite de las aulas, aceptándose a todo porteño que tuviera inclinaciones artísticas, intelectuales, deportivas o que simplemente deseara integrarse al club observando buena conducta, la decisión fue un acierto.

Poco tiempo después, la institución albergaba a decenas de jóvenes de ambos sexos, intelectuales, músicos, deportistas, etc.; todos dispuestos a vivir con propósito y significativamente. Los garcilasistas, como los conocían por entonces, se adueñaron del corazón de los chimbotanos y del espacio radioeléctrico con su programa dominical “La Hora Garcilasista”; primero por “Radio Interamericana” y luego por “Radio Chimbote”, Cadena Nacional de “Radio Victoria”. Apenas las notas características de “Éxodo” invadían el firmamento porteño, abriendo el programa, los chimbotanos y pueblos aledaños hasta donde llegaban las ondas de “Radio Chimbote”, se sometían al embrujo de ese emporio juvenil de cultura, música y alegría. Era las 08:00 p.m. de cada domingo, hablaban las voces y guitarras de una nueva guardia criolla, de una nueva hornada de intelectuales chimbotanos.

Un grupo de garcilasistas en reunión social
Estos jóvenes garcilasistas no se detenían, su energía y alegría impuesta desde el principio se traducía en actividades diversas y triunfos constantes, que los acicateaban para cosas mayores. En el club se iban formando solistas, dúos, tríos y conjuntos; se teatralizó la noticia; se pusieron en escena obras teatrales y finalmente llevaron su arte y su “fama” a otros lugares donde merecieron el reconocimiento y el aplauso de los lugareños. ¡Qué, tiempos aquellos!.. Una juventud sana y positiva, que orlaba con su actuar y conducta el prestigio de Chimbote y los chimbotanos.

Pronto, la  experiencia lograda por la juvenil hueste garcilasista, les dio la confianza para asumir nuevos retos haciendo flamear al tope su enseña. Solicitaron y lograron que el alcalde de la ciudad Ingº Guillermo Balcázar Rioja, con la presencia y coordinación de su esposa doña Nancy Young de Balcázar, dispusiera la reapertura de la Biblioteca Pública Municipal. Los garcilasistas, organizaron “La operación libro”, aportaron sus propios ejemplares y salieron de casa en casa solicitando a los chimbotanos su apoyo a tan noble propósito.

Luego, con el concurso de los directivos de los diferentes mercados de la ciudad, llevaron ayuda y alegría al Asilo de Ancianos “San José”, que funcionó hasta el terremoto del 70 junto a la “Maternidad de María”. Era usual, verlos llevar los fines de mes, los víveres que recolectaban… y con la calidez de sus voces y bordoneo de sus guitarras, hacer sonreír y bailar a los ancianitos.

Después vinieron los reinados garcilasistas, donde se exponía la valía y belleza de sus integrantes mujeres. Para celebrar su aniversario, los garcilasistas organizaron y lograron que la autoridad educativa aprobara sus desfiles cívico-escolares, donde los colegios participantes al son de clarines y tambores, se disputaban “El Sol Garcilasista”, teniendo en el estrado a las primeras autoridades de nuestro puerto. El último de los gallardetes lo ganó el Colegio “La Inmaculada de la Merced”.

Creció tanto el prestigio de la Institución y sus integrantes, que uno de los jirones de la ciudad por Resolución de Alcaldía, se llama hasta hoy “Inca Garcilaso de la Vega”; igualmente, frente a la Iglesia Matriz “San Carlos Borromeo”, se erigió el busto al Inca Garcilaso de la Vega”, el mismo que por muchos años permaneció en ese lugar, hasta que por motivo de remodelación de nuestra primera plaza fue retirado, siendo solicitado por el Centro Educativo de la Urbanización “El Trapecio”, que hoy lleva el nombre del insigne mestizo.

Mientras estuvieron vigentes, cuantas cosas hicieron "Los Garcilasistas" en nuestro puerto, tantas, que por la tiranía del espacio, se quedan “en el tintero”. Baste subrayar, que de dicha Institución, nacieron artistas excepcionales que pusieron en alto el nombre de Chimbote y que sacaron lustre a la música nacional; también escritores, poetas y periodistas, cuyo prestigio dignifica a la literatura porteña. No deja de enorgullecernos, haber sido parte de esa generación excepcional, que fundaron y pusieron en práctica un taller de convivencia fraterna y pacífica, con jóvenes y adultos de diferente extracción social, religiosa y política, que supieron encontrar coincidencias imbuidos de un solo ideal: el amor a Chimbote. Lástima eso sí, que esta experiencia tan singular con resultados tan positivos para encauzar a nuestra juventud, no haya merecido el interés de quiénes deben velar por el futuro de nuestros niños y jóvenes. La experiencia garcilasista jamás a sido reeditada.

Desde entonces, han pasado casi cuarenta y tres años(*)1, sin embargo quienes lo integramos, decimos cada año, como en la letra de la vieja canción escolar, con ternura y nostalgia: “Cual bandada de palomas que retornan al vergel”, volvemos para nuestro aniversario desde el lugar en que nos encontremos, a fin de seguir regando con cariño el jardín de la fraternidad garcilasista, el cual sembramos con profunda convicción y amor en nuestra adolescencia. Solo nos contrista, la ausencia de algunos garcilasistas, que se nos adelantaron, para vivir en la paz de las estrellas. Para ellos, con profundo amor y respeto “requiescat in pace”, y para quiénes tengamos la alegría del reencuentro ¡Salud!.. El Sol Garcilasista, todavía no se ha ocultado.

Chimbote, 05 de enero de 2004
Publicado en el Diario "La Últimas Noticias" (06.01.2004) Pág,10
Revisado para Blogg (13.06.11) 17:27
Archivo BITÁCORA 13 (  PERÚ-17-20040105) Chimbote
(*)1 Este año 2013, se cumplirá 52 años de esta experiencia.


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