jueves, 30 de junio de 2011

Las Carreras de Cintas - Bitácora 13



Primorosas cintas cuelgan de una cuerda
horizontal (Foto internet)
La Carrera de Cintas
Escribe: Hugo Tafur
        (peruano)
En los pueblos de nuestra serranía ancashina, se celebra la tradicional Carrera de Cintas, la misma que tiene varios ingredientes interesantes, que pasan por lo sentimental, de fe, de destreza, de nobleza animal y por qué no decirlo... de romance. Generalmente, este evento, junto al religioso, son en todo pueblo que se precia  los principales   números de su programa de festividad, los mismos que de alguna manera son tomados como referencia para calificar el éxito de la fiesta. La carrera se planifica con bastante anticipación, desde el nombramiento del mayordomo responsable de su organización y la relación de damas que para el siguiente año bordarán primorosas cintas para el concurso. 

Es la semana de la festividad y el pueblo se viste de gala. El programa se desarrolla sin contratiempos cumpliendo la hora prevista para cada actividad. La gente eufórica acude en tropel a las afueras del pueblo; ahí, en un lugar descampado, se realizará La Carrera de Cintas, como una de  las actividades centrales en honor del santo patrón del pueblo. La comisión organizadora, ha señalizado con yeso la pista por donde se desplazarán los jinetes, la multitud abigarrada, siguiendo las instrucciones de los jueces se ubica a los costados y a lo largo del corredor, formando un callejón para espectar de cerca la competencia. Los jueces de la carrera, se dividen estratégicamente, en la línea de “Partida” y “Llegada”. La banda de músicos contratada para la ocasión pone la nota festiva interpretando el “Pío pío”. La fiesta se anima, y unos con sendos vasos de chicha y otros con cerveza van poniéndose a tono.


Los participantes de la Carrera de Cintas
posan para el recuerdo (Foto internet)
La carrera de cintas del poblado de Mirador,  esta por empezar, los participantes comienzan a llegar montando hermosos caballos. Ahí están los representantes de Mirador: Francisco "Pancho" Pucutay, Julito Vela, Luis Derteano y Pedro Santana; también, los hermanos Cirilo y "Tanicho" Loyola de Remolino, y otros representantes de Macate y La Limeña. Las nobles bestias remolinean inquietas ante la algarabía de la gente reunida. Los jinetes comienzan a “calentar el ambiente” haciendo alarde del dominio de sus cabalgaduras, con cabriolas y caracoleos de sus monturas. Otros, con imperceptibles movimientos, serenan al brioso equino, haciendo pequeños escarceos, mientras mentalmente hacen cálculos en cuanto a distancia a recorrer, posición del Sol, altura de las cintas, viento, etc... Pero todos, como buenos amigos y habitantes del ande, se muestran afables y fraternos, la competencia se dará en un marco de caballerosidad... sus parciales los avivan y aclaman con gritos y aplausos.   

En la partida, hombre y caballo muestran su impaciencia, excitados los jinetes aguzan la mirada hacia la soga horizontal donde cuelgan primorosamente bordadas las cintas multicolores, que expuestas al viento se sacuden en un vaivén alucinante, como si vivas siguieran las notas musicales de la banda pueblerina; entre ellas, anónima, ondula la cinta premiada como la ganadora del concurso por su esmerada concepción, se esconde, reaparece, coquetea, incita como diciendo: “¡Ven..ven, a cogerme!”. Los competidores están dispuestos, la multitud azuza a su jinete favorito: ¡Vamos “Pancho”, tuya es!... ¡"Tanicho”, tu mismo eres!..."Peche”, no te dejes...y otros adjetivos que son dichos en serio y en broma, motivando la hilaridad de los asistentes. Ánimo y tensión se conjugan.


Bellas damas muestran orgullosas sus cintas
primorosamente bordadas (Foto internet)
 En el llano, los varones intercambian sendos brindis, haciendo circular las botellas de mano en mano mientras especulan con los resultados de la carrera de cintas. Las madres vestidas de fiesta, lucen severas y orgullosas junto a sus hijas casaderas. “Las chinas” sonríen nerviosas a hurtadillas, refrenando algún suspiro indiscreto al mirar de soslayo a su elegido. Los niños bulliciosos -cuando no- se adueñan de la situación aprovechando lo ocupados que están sus padres y corren a su libre albedrío.

Por fin los jueces anuncian el inicio de la competencia, los jinetes se desean suerte y se muestran decididos a ganar la prueba. Hombre y bestia, bestia y hombre son uno; el jinete de turno para iniciar la carrera observa su objetivo desde la línea de partida; luego tensa nervios y respira hondo, y “detalloso” ejecuta un molinete para mostrar su dominio y sale a galope, cruzando raudo la distancia hasta encontrarse frente al travesaño lleno de cintas multicolores...calcula, se agazapa y arriba…la maniobra salió perfecta y el público la aplaude frenético. La limpieza y habilidad con que ejecutó la carrera y atrapó la cinta merece el reconocimiento... "Pancho" Pucutay es genial..; Julito Vela, muy diestro..; Cirilo Loyola, muy arriesgado..; "Lucho" Derteano, eximio..; Pedrito Santana, no se queda...

Es indudable que la destreza, serenidad y conocimiento de su cabalgadura, propia de un chalán experimentado, juega en el éxito y la seguridad personal, impidiendo que el arrojo con que se ejecuta la acción tenga consecuencias funestas. La fracción de segundos en que se ejecuta la maniobra, parecen eternos... el salto hacia las cintas apoyado en los estribos sin abandonarlos y volver a ocupar la montura a todo galope es de riezgo, pues mientras con una mano sostiene las riendas del noble animal, con la otra, la presea obtenida. Se ha dado casos lamentables, en que el jinete en su propósito ha caído de la cabalgadura o ha sido arrastrado por ella al quedar enganchado uno de sus pies en el estribo. La serenidad, la concentración y “sangre fría” a la hora de ejecutar la suerte, es menester. Al saltar debe conservar mucha estabilidad, generalmente no escoge la cinta, es el azar el que decide, siente la seda como brisa que le acaricia la palma de la mano y tira de ella. Luego frena suavemente su carrera y se adorna con cabriolas ejecutadas por el noble animal, levantando la diestra donde muestra orgulloso el trofeo obtenido, la alegría es mayor, si la que logró en suerte es la cinta premiada como la más primorosa, hecho que es celebrado con mucho bullicio por los asistentes.

En algún lugar de la fiesta, una joven casadera se ruboriza al identificar como suya la cinta lograda. ¡Vaya!.. Que más de un romance se inició así y terminó en matrimonio…una cinta termina por atar para siempre a dos almas que muchas veces recién se conocen, gracias al azar, gracias a la "Carrera de Cintas"; bella costumbre de los pueblos andinos de mi patria, donde se expone el coraje y arrojo de los jóvenes lugareños y la expresión artística de la mujer andina, que borda con paciencia ancestral primorosas cintas de colores para exponerlas en la fiesta de su pueblo, en una lid hermosa.

Es así como vivimos y admiramos en varias fiestas de los pueblos de Ancash,  esta hermosa tradición de color, destreza, arrojo, alegría y romance de “La Carrera de Cintas”.
DEDICATORIA: Esta crónica con mucho aprecio, para Francisco "Pancho" Pucutay ,   apreciado amigo de antaño, a quién conocí en la Fiesta Patronal del poblado de Mirador en el año 1964 y  cuya amistad entrañable seguimos  disfrutando  hasta ahora. (13.Ene.1996)  

Chimbote, 23 de Setiembre de 1967
Revisada y actualizada:13.Ene.1996
Publicada en el Diario “Las Últimas Noticias”- Chimbote.
Revisada para blogger (JAPÓN 23-20110630) Tochigi Ken

miércoles, 29 de junio de 2011

La Cruz de la Horca (Relatos de viejos) - Bitacora 13

La  Cruz de la Horca

Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Lo que contaban de ella, despertó mi curiosidad de niño, y un día, acompañado de mi abuelo paterno la visité por primera vez. La recuerdo pintada de un gris sucio, nervuda, sin formas regulares ya que su origen fue un algarrobo que creció formando una cruz; tenía adosada en su cuello un gran paño bordado, desvencijado por el tiempo y que alguna pía mujer debió trabajarlo como expresión de su fe. Por esos días, aún no habían talado los árboles que la rodeaban en el “inverna” existente, y que de alguna manera impedían verlo con claridad desde el Camino Real, pero ahí estaba el signo cristiano, erguido, abierto sus maderos como brazos justicieros o bendiciendo a los caminantes; debo admitir, que las sombras proyectadas por las copas de los árboles y el silencio del entorno, contribuían a darle al lugar, un aire de misterio y solemnidad. Nadie pudo decirme hasta hoy, cuando se la “descubrió” y cuando empezó su culto… pero si pude ver, que cuanta mujer pasaba frente a ella por el camino, se santiguaban contritas y los hombres respetuosos, se descubrían quitándose el sombrero.

Lo que escuché de los viejos del pueblo sobre esta cruz singular es sencillamente tenebroso. Referían que en tiempos pasados ahí eran ahorcados ladrones, homicidas y violadores del valle, como una forma ejemplarizante y práctica de mostrar que “el crimen no paga” y disuadir a quiénes quisieran seguir el ejemplo. Esta severa sanción, era aplicada en juicio sumario por autoridades de “intachable reputación y prestigio” como el gobernador, el juez y el cura del lugar. Bien dijo Francois Marie, años más tarde, “La civilización no suprimió la barbarie; la perfeccionó e hizo más cruel y bárbara”…y estos personajes, ocultaban tras la careta de “ilustrados”, su sádica personalidad criminal…eran unas sabandijas. Con razón ya los pobladores comentaban en voz baja, que el gobernador era un sanguinario, el juez sentenciaba según el oro y el cura, era lujuriosamente agresivo…”Tanto va el cántaro al agua, que termina sin orejas”, dice un refrán, y aquí no hubo excepción.

Un día que los tres jinetes del Apocalipsis se relamían de sus fechorías, y entre pecho y espalda se colocaban sendos vasos de “tinto” de la viñeta de don Salatiel, a quién acababan de “pelar” para no abrirle juicio sumario por ateo y vida licenciosa, atinó a pasar frente a la casa del señor Cura la dulce y bella Maribel Martínez, hija de don Anastasio Martínez, hombre respetable y respetado, con fama de justo. Ni que decir, los tres ministros del Diablo se deshicieron en respetuosas atenciones y halagos con el pimpollo de mujer. El lascivo Cura, aprovechó para recordarle a la jovencita, la urgencia que tenía de confesarse y que lo hiciera de inmediato, antes de que las “llamas del Infierno la alcancen” y malogren su belleza. Los jóvenes de entonces, confiaban mucho en las personas adultas y más si era autoridad, por lo que, ya que lo invitaba  y ella no tenía prisa cumpliría con el sacramento de la confesión, para estar “en paz con el Señor”.

Todo fue que la inocente muchacha transpuso el umbral de la puerta, para que los tres personajes cruzaran una mirada siniestra de inteligencia. Regodeándose por adelantado  del “bocado” que les había llegado. Mientras el malintencionado religioso llevó a la joven al confesionario, ellos cerraron la puerta y echaron llave por dentro…lo que sucedió después sólo Dios lo sabe; el hecho es que después de tres días en que fue buscada intensamente, cuando amanecía el cuarto día, la bella muchachita apareció en un estado lamentable, raída su vestimenta, desgreñado sus cabellos, en un estado de locura... perdida la razón, caminando sin calzado y sin rumbo por el Camino Real.

Don Anastasio Martínez, recogió y condujo a su  hija a su hogar. Ahí en días y noches eternas le prodigaron uno y mil cuidados amorosos para restablecerla; pero un día que recobró la conciencia, el horror de su tragedia la arrastró de dolor a la tumba…el justiciero padre se encerró a piedra y lodo en su propiedad. Dicen que el dolor por la pérdida de su amada hija le hizo verter lágrimas de sangre y estuvo a un tris de perder también la razón…

Parecía que su alma lacerada por el dolor, el tiempo lo curaría, haciendo que su inmensa tristeza encontrara sosiego en el amor de su familia y olvidara los hechos despiadados que la niña de sus ojos sufriera. El tiempo seguía pasando y casi nadie se acordaba ya de la trágica muerte de la linda Maribel…cuando un día el pueblo fue conmocionado por la aparición de un muerto, con los ojos desorbitados, el Juez fue encontrado ahorcado en la Cruz. Una cuerda diestramente atada al cuello le había quitado la vida. Una semana después siguió la misma suerte el Gobernador, al pie de la Cruz de la Horca en una posición de súplica, atadas las manos fue encontrado con el cráneo destrozado. Nada de estos hechos, escapó al cálculo del vicioso religioso, estableciendo para sí la procedencia de la venganza, por lo que aprovechando la oscuridad de la noche abandonó el lugar sigilosamente; poco después, en el camino, fue alcanzado por un jinete esbozado, quién después de ordenarle alto y reconvenirlo se desenmascaró ante él y de una estocada al corazón lo cruzó de parte a parte a este siniestro personaje. Al día siguiente, tirado junto a la Cruz de la Horca, apareció el cadáver del Cura del pueblo. Ni que decir, tantas muertes... terminaron por hacer de la Cruz, una leyenda.

Chicama, 28 de enero de 1968
Revisada para el blogger (JAPÓN - 22-20110629) Tochigi Ken

domingo, 26 de junio de 2011

César Napoleón Quiroz (Personajes) - Bitácora 13

Un compositor que honra a Chimbote
César Napoleón Quiroz

Escribe: HugoTafur
        (peruano)
Su figura se mece pausada, añosa y digna, cuando pasea por las calles centrales de nuestro puerto... es inconfundible. Tras sus gruesos espejuelos, unos ojos vivases e inquisidores escrutan con solemnidad su entorno. Tiene la solidez de los eucaliptos de Cajamarca, que firmes y enhiestos palpan las estrellas del cielo. Esa tierra bendita que mana leche y miel lo vio nacer hace siete décadas. Ese día, don César Gustavo, su padre, pulsó la guitarra para acompañar el llanto del hijo que nació llorando “La Cumparsita”. Doña Carmen, su madre, presintió con esa intuición telúrica de madre cajamarquina, que el pequeño estaba predestinado, pues la naturaleza lo recibía alborozada: El Sol baño de oro la ciudad, parecía decorada con mantequilla, el cielo se mostró más azul y límpido que otros días, el Cerro "Santa Apolonia", se vistió de gala, en la hacienda “La Collpa”, las vacas lecheras mugían alegres... mientras a lo lejos, el eco de las laderas repetía el viril sonido de los clarines. Aquel día, el futuro aedo fue recibido con fiesta. La familia se esmeraba en atender a los visitantes, pero de manera especial a la parturienta y al bebé.

Siendo niño, junto a sus hermanos Jorge, Liliam, Alberto, Alfonso, Marina, Nelly y Teresa, fue arrebatado por la ilusión provinciana de buscar futuro en la capital…"Las locas ilusiones,/ me sacaron de mi pueblo/ abandoné mi casa/ para ver la capital;/ cuando recuerdo el día/ feliz de mi partida,/sin reparar en nada/ de mi tierra me alejé”...; así, el pequeño César Napoleón, quedó incorporado a la escuela de vida más avanzada del país: Lima. Ahí iría adquiriendo “calle” y "mundo”; también se le presentó la oportunidad de ver en vivo y en directo a los “monstruos” de la bohemia, nutriéndose de las expresiones artísticas y de los matices criollos inagotables que pululaban en los cuatro puntos cardinales de la ciudad capital. La bohemia imperante, termina por anidarse y germinar en el sensible corazón del joven, que expresa sin ambages su rendido amor por el arte.

En la década del cuarenta, el tango adquiere ribetes de antología. Se populariza, se mete en el alma del pueblo y se baila en los grandes salones; con la muerte trágica de “El Zorzal”, Carlos Gardel, se torna leyenda. César Napoleón, no es ajeno a esta viril expresión de moda: vibra, sufre, llora y canta. Sí, un buen día, se lanza como interprete de tangos, estrenándose en el escenario del Teatro “Grau”, luego las salas “Delicias”, “Variedades”, “Beverly” y finalmente las provincias. En todos los lugares y  escenarios es aclamado “Alberto del Campo”, nombre elegido para tentar la fama. En su hora de triunfo, el joven artista, recuerda a sus padres con mucho cariño y desde lo más profundo de su ser los bendice.

Una tarde cualquiera, cuando siente la nostalgia de su tierra, dulces recuerdos acuden a su mente transportándolo a su niñez. Nítido, como si fuera ayer, viene a su memoria su primera experiencia laboral, cuando después de doblegar con llanto y pataleta la negativa materna, se hizo “canillita” a los siete años, voceando "El Cumbe" y ganando por esa actividad sus primeros cuatro “centavos gordos”. Aquella tarde, parecía un cabrito de contento, retozaba de alegría…y cuando dejó en las benditas manos maternas el producto de su trabajo, lloró con la emoción de su madre. Doña Carmen, orgullosa, acunó en su pecho al pequeño obrero, que cansado de la jornada se durmió en los brazos de su madre…el hombrecito, había aprendido a ganarse el pan.

Su experiencia como cantante, duró poco más de cuatro años (1949-53); mientras cuajaba el poeta. Fue escuchando a “Los Embajadores Criollos” que descubre su vena de compositor, siempre compuso letra y música intuitivamente en forma simultánea; sin embargo, pasaría todavía unos años antes de que el Perú conozca al musicólogo de nota. Esto acontecería en 1965, cuando José Lázaro Tello, corre el telón de la popularidad al presentar a “Los Embajadores Criollos”, interpretando el vals “Por un Amor” de nuestro bardo; esta misma canción, en tiempo de bolero, es interpretada por Pedrito Otiniano, llegando a la cima de la popularidad y el autor es aclamado. Por este triunfo, el diario “Ultima Hora” y la Municipalidad del Rimac, distinguen a César Napoleón Quiroz, con sendos diplomas que acicatean al poeta.

La marquesina de compositores abrió paso a una nueva estrella, luego el poeta confirmaría este honor; ese mismo año, “Los Embajadores Criollos” le graban “Indiferente”, “Como un Sueño” y “Parece Mentira”…la fama abraza al autor y llueven los halagos y mimos del pueblo. Luego vienen “Remordimiento” y “Mensaje de Ternura”, grabados también por el trío de moda “Los Embajadores Criollos”. Esta última composición, representa al Perú en Caracas, Venezuela. María de Jesús Vásquez, “La Reina de la Canción Criolla”, le graba “Cicatrices del Ayer”. Igualmente Dino Bohemio y “Los Chamas”, le graban “Liviana Pasión”, canción que triunfa en el extranjero. Mas tarde, Marco Antonio graba “La Traición”.

Ya en el año 1977, nuestro crédito chimbotano, Mario Nelson Vásquez, interpreta y graba “Que Dios te Perdone” y “Los Rumbaney” el son guajira “Espera”. En 1982, “El Cholo” Luis Abanto Morales, graba “Triste Senda” en el sello “Virrey”, canción que logró el Premio Nacional para Chimbote, con lo cual César Napoleón Quiroz, consagra su amor por esta tierra generosa que un día lo recibió con los brazos abiertos y lo adoptó como un “Pata Salada” más; “Chimbador” incansable del arte y la cultura por más de treinta y cinco años, ostenta con humildad el Record Nacional de Producciones Radiales, con el código: “Por las Sendas de la Vida”. En el año 1996, lo encontramos en Radio CRN, produciendo los programas “Historia de la Canción Criolla”; “Bajo el Cielo Argentino” y “Recuerdos de la Sonora Matancera”, los que extasían y embelesan deteniendo el tiempo, pues afloraban lozanos y juveniles gracias al entusiasmo y creatividad de César Napoleón, quién de esta forma impone su sello personal y experiencia, dando gusto escucharlos.

Como el buen vino, César Napoleón Quiroz ha mejorado con los años, es multifacético y exitoso, gracias al camino recorrido y la experiencia de vida acumulada. Recordemos: Fue canillita, cantante, compositor, comerciante, productor de programas radiales, publicista y ante todo poeta. Escribió los himnos para la Universidad “Los Ángeles”; Universidad “San Pedro”·; Instituto “Rosa Merino Center”; para el Grupo Político “Unión por el Perú”, por el cuál mereció el agradecimiento y halago del Dr. Javier Pérez de Cuellar. También escribió poesía a “Los hombres que hacen la historia de Chimbote”; “Vidas Ejemplares”; "Filosofía de las cosas"; Glosas comerciales, etc. Actualmente, Radio Stereo Laser, conoce de sus inquietudes, pues mediante sus ondas sonoras se trasmite el programa “La Historia de la Canción Criolla”, donde el multifacético escritor hace gala de su creatividad y memoria, contando anécdotas, glosas poéticas, historia y pone el tinte de humor con personajes como el "Abuelito Pancho", "Sinforosa y Jaimito", "Pato Donald", "Paloma", "Chupafuerte", "El Pepón", "El Árabe", "Chinito Criollo", "Fuji" y otros personajes que hacen las delicias de los oyentes. También hace recitales en los colegios e instituciones difundiendo a poetas peruanos y el arte de la declamación; actualmente, tiene en edición el libro “Primera Apología de la Canción Criolla”.

César Napoleón Quiroz, comparte su vida con doña Susana Arias Indalecio, excelente esposa y compañera, una mujer que llena su vida apoyándolo con mucho amor y comprensión en todas sus inquietudes. Producto de este sentimiento y relación singular, Dios los ha premiado con una linda familia, cuyos hijos son su adoración, ellos son: Milagros, Salvador Enrique, María de los Ángeles, Julio César, César Napoleón Gustavo y Carmen Giovanna, los que endulzan la vida del poeta.

Hay un momento en su vida reciente, que frente a tanto arribista y desvaríos políticos en nuestro puerto, el poeta toma partido y decide apoyar al que considera la mejor opción política, ocupando un puesto de avanzada en el comité de campaña del que fuera Alcalde y Congresista de la República don Guzmán Aguirre Altamirano, de quién tiene recuerdos inolvidables sobre todo en la hora del triunfo, aunque poco después desconocen y olvidan su apoyo. Actitud que no hace mella en el espíritu generoso y noble del poeta, pues considera de mayor valor el cariño y reconocimiento que le brindan los porteños cuando pasea por la ciudad. Pensamos, que este cajamarquino “nacionalizado” Chimbotano, desde hace muchos años, merece ya el reconocimiento de las instituciones tutelares de nuestro puerto, por su entrega, por su amor manifiesto, por el orgullo de ser un “pata salada” que honra a la ciudad. Los que conformamos la plana de este Diario, nos descubrimos respetuosos, ante el poeta y amigo sin par.

Publicada en el  Diario "Las Últimas Noticias" (22.10.2002) Pág. 8.
Revisada para el blogger (JAPÓN - 21-20110626) Tochigi Ken

domingo, 19 de junio de 2011

Incendio del BARRIO EL ACERO (Historia) - Bitácora 13

El día que se ocultó el Sol

Escribe: Hugo Tafur
      (peruano)
Apremiante se escuchó el ulular quejumbroso de la sirena convocando urgente a los hombres del fuego.  La pasiva y casi rutinaria vida de los porteños, fue rota por el tajo de una cuchillada invisible que les perturbó el alma: ¡Santo Dios!...¿Qué habrá sucedido?.. siempre que se escuchaba la sirena había incendio, pero insistente, se presumía algo grave. En las inmediaciones del antiguo local de bomberos, ubicado en la quinta cuadra del jirón Leoncio Prado, se pobló de curiosos al ver llegar corriendo a los hombres de rojo. Como poseído, el bombero de turno que había recibido la alerta, no cejaba de tocar la alarma epiléptica que anunciaba siniestro.

El tranquilo y sosegado comandante IsmaeI Pomar, apremiado por la emergencia apuraba  a sus oficiales que recién llegaban; su segundo, don Angel Torres, comunicaba: ¡Rápido, rápido!.. Se incendió El Acero... eran las dos de la tarde, del jueves cinco de setiembre de mil novecientos cincuenta y siete, hace exactamente veinte años. Una confiada ama de casa sin mayor previsión, avivó la llama de una vieja cocina de kerosén “Mundo”, el impaciente marido estaba por llegar y había que terminar pronto el almuerzo... que estaba atrasado. El ambiente se inundó del delicioso olor a guiso de pescado fresco que rompió a hervir… alguien tocó la puerta del rancho contiguo, confundiendo a la mujer que salió a atender la llamada; se distrajo sólo unos instantes, los suficientes como para no percatarse que la cocina se había inflamado y que las llamas desbocadas se trepaban al techo del humilde rancho... el principio del fin había llegado.

En ese conglomerado de esteras, palos, cañas, latas y maderas abigarradas, todas las voces y sonidos se confundían en un concierto selvático... no había secretos, los vecinos se conocían hasta en lo más íntimo. Frágil selva insalubre de endebles ranchos, cuya separación física se da por divisiones de esteras, plásticos y cartones, pero en lo audible era imposible evitarlo... todo lo que se hacía o decía, se escuchaba; los moradores, hombres, mujeres y niños, compartían el estrecho y sobrecargado espacio, con patos, gallinas, chanchos, perros, etc., era una mezcolanza deprimente e infernal. El barrio El Acero de entonces, creció sin simetría y sin calles determinadas, una sola  mole entremezclada de canto a canto, surcada por serpenteantes callejones estrechos, donde era fácil extraviarse. Era un barrio respetado y temido, por la violencia imperante en la actitud de muchos de sus habitantes… había que ingresar acompañado de algún conocido para salir ileso, ya que al primer traspiés, blandían las navajas que cortaban el aire y el espíritu del más pintado.  

Cuando retornó la confundida ama de casa, el ambiente de la cocina era un infierno, lenguas de fuego lamían las esteras del techo y el viento de esa hora, hizo el resto. El pánico, la confusión, el miedo y la incertidumbre, se apoderó de todos los habitantes del barrio, que ante el eminente peligro de quedar cercados por el fuego, abandonaron  El Acero. Las llamas se alzaron amenazantes  e irreductibles, la batalla del fuego estaba ganada desde el principio, no había orden, nadie sabía que hacer, nadie había tomado previsiones para atacar el núcleo inicial del incendio…Las llamas avivadas por el material ligero del que estaban construídas las chozas, pronto alcanzaron proporciones incontrolables, el barrio desaparecía envuelto en sudarios de fuego, que producía una abrasadora refracción en el ambiente y una columna gigantesca de densa humareda que se alzó sobre el cielo de la bahía, impidiendo brillar al astro rey, como si horrorizado de la tragedia se negara a contemplar tamaña desgracia.

Los heroicos hombres de rojo, de la Compañía de Bomberos Voluntarios Salvadora de  Chimbote Nº 33, lucharon a brazo partido con el dantesco incendio pese a hacerlo con escasos recursos técnicos, era mas grande y férrea su voluntad que sus posibilidades; pronto estas limitaciones se hicieron manifiestas, el fuego dominaba el escenario y su actividad destructiva se tornó implacable. Gritos, dolor y lágrimas de angustia, pusieron el marco triste y crispante a ese torbellino de lenguas de fuego, que cual danzarinas infernales, avanzaban destruyéndolo todo.

Ante un cielo ensombrecido y un sol oculto, los chimbotanos enmudecieron, atónitos miraban la devastación con los ojos húmedos y el corazón compungido; poco después, sobreponiéndose ante el infortunio,  reaccionaron prestando auxilio a cientos de moradores evacuados en las calles adyacentes, niños, mujeres y adultos encontraron la mano amiga y fraterna de sus hermanos porteños, mezclando con ellos lágrimas de impotencia y solidaridad. Todo estaba consumado. En pocos minutos desapareció el Barrio El Acero, solo quedaba una franja negra de cenizas y palos humeantes que de alguna manera delimitaba la zona donde estaba ubicado el barrio más tradicional y antiguo de la caleta de pescadores; enseres destruidos, animales calcinados completaban el cuadro de horror. La miseria tocaba su himno de tristeza en el corazón de los damnificados, había que empezar de nuevo. Aunque el sol se ocultó aquel día…sabíamos que mañana volvería a brillar, con su luz de renovación y esperanza.      

Chimbote, 05 de setiembre de 1977
Publicado en el Diario "Las Últimas Noticias" de Chimbote
Revisado para el blogger (JAPÓN - 20-20110619) Tochigi Ken   

jueves, 16 de junio de 2011

El Aquelarre (Cuentos de viejos) - Bitácora 13

"Chicameros Brujos"
El Aquelarre

Escribe: Hugo Tafur
         (peruano)
En tiempos pretéritos, vivía en Chicama don José Félix Black y su esposa doña Jacinta de Black, él era un empleado muy considerado y respetado de una hacienda cercana; igualmente, don Claudio Cabanillas, funcionario del anexo Chicamita, ambos tenían hermosas casa-huerta en el pueblo, caracterizadas porque estaban llenas de árboles frutales. Esta preferencia, refuerza mi teoría de que había gente en las haciendas que soportaban a regañadientes la fiscalización de sus vidas solo por la relación laboral que tenían, que su deseo era vivir en el pueblo de Chicama, "Llave y Puerta del Valle", libres de imposiciones y controles efectuados hasta en lo más íntimo, por orden de los propietarios de las haciendas, lo que tenía tufillo a feudalismo y que resultaba insultante e insoportable, para quiénes con mayor nivel educativo y social, lo consideraban ya por esa época excesivo.  


El matrimonio Black, tenía instalado su hogar como dijimos, en una hermosa villa de su propiedad, que ocupaba una área amplia de por lo menos cuatro mil metros cuadrados, que configuran hasta la actualidad, la última y más larga cuadra del margen derecho del jirón Grau, del pueblo de Chicama; empezaba en la pequeña calle Sucre y por el frente se extendía en una sola y larga fachada hasta la plaza de armas, terminando en el frente del cementerio, la antigua iglesia de adobe y el convento “Santo Domingo de Guzmán”, hoy derruido y abandonado. En esa casona administrada sabiamente por doña Jacinta, mujer muy laboriosa, criaban vacas lecheras, ganado porcino, carneros, gallinas, patos, palomas y un sinnúmero de árboles frutales que hacían del lugar una villa muy hermosa, sobre todo para el descanso. Don José Félix, era conocido por su gran caballerosidad y benevolencia y doña Jacinta, por su trato amable pero muy disciplinante. Ambos eran católicos y excelentes anfitriones, y su casa, siempre tenía las puertas abiertas para recibir y hospedar a los miembros del clero, que venían a celebrar la misa dominical o cumplir con el programa de alguna festividad religiosa, como la del patrón del pueblo, "Santo Domingo de Guzmán".


En una de esas idas y venidas, en ocasión que estaba de visita el padre Marcos, de la Orden Franciscana, don José Félix, padrino de quién nos relató este hecho, sostuvo una amena e interesante plática con el sacerdote, quién le narró  como la maledicencia estigmatizó a los lugareños con el apodo de “Chicameros Brujos”. Le dijo el sacerdote, que a fines del siglo pasado había surgido una controversia entre los brujos del norte, viejos maestros se disputaban con jóvenes brujos la supremacía y el liderazgo de la profesión y que el asunto estaba adquiriendo ribetes de guerra en una lucha frontal de todos contra todos, pero la sangre no llegó al río, pues intervino como mediador y apaciguador, el mismo "Señor de las Tinieblas", quien dispuso que sus pupilos en disputa, se reunieran  en territorio neutral y se diera solución al problema, con la amenaza de retirarles su apoyo sino lo hacían. 

Días después, el lugar elegido por los maestros de la "magia negra" fue un "ushnu" natural, el cerro que tiene forma de pirámide y que domina el valle Chicama, hoy conocido, como el “Cerro de las Tres Cruces”, y que según ellos era un lugar privilegiado por la energía positiva que se percibe. Para la noche y hora prevista llegaron los convocados de manera muy privada, cada uno por su lado ascendieron a la cima desde distintas direcciones, lo que ahí se trató y discutió clandestinamente nadie lo sabe, lo que si se enteraron los habitantes con gran sorpresa, fue primero el fuego que se alzó en la cima la noche del aquelarre y al día siguiente, cuando varias decenas de hombres, algunos barbudos, ensombrerados y empochados bajaron del cerro muy formalitos y amigos; al llegar al pueblo, algunos más jóvenes decidieron quedarse unos días, por lo que pidieron posada ha algunos lugareños, ya que en esa época no había hoteles; fatal decisión, pues varios de estos “maestros” sucumbieron ante la belleza y dulzura de las chicameritas, formaron familia y se quedaron a vivir.  Tiempo después, su presencia en el pueblo, propició el injusto agravio de considerar a todos los lugareños practicantes de brujería.
                                    
Pronto la murmuración y la imaginación de la gente de las haciendas y poblados vecinos hizo circular historias inverosímiles sobre brujería, haciendo escarnio de esta situación y colgando a los moradores del pueblo, el sobrenombre de “Chicameros Brujos”, apelativo surgido a raíz del aquelarre de los brujos y el haber sucumbido muchos de ellos en los brazos de las hijas de Eva de este lugar.  Refirió también, que esta fue una de las razones que más tarde, autoridades eclesiásticas decidieran “santificar el cerro” colocando réplicas de las cruces que se alzaron en el Gólgota,  incentivando a los fieles, a marchar en procesión de penitencia hasta la cima del “Cerro de las Tres Cruces”, todos los años para el 1º de mayo. Tradición que en mis tiempos de niño, era conocida como "ir a florecer" y que narro en mi crónica ¡Vamos a florecer!.

En lo que a mi respecta, la etiqueta de “Chicameros Brujos” no es más que eso, un apelativo nacido de la maledicencia, no tiene ni el más remoto asidero real, nadie a visto un chicamero auténtico practicando brujería... no sé, ni recuerdo, que alguien haya sido pillado dando un paseo en una escoba último modelo, como las que fabricaba el señor Portilla. Todo no pasa de una cuchufleta, yo no creo en esas tonterías y nadie me va meter miedo (¡!)... pero, mejor por esta vez, paso pronto a retirarme, pues no vaya a suceder que por "gustar dulces cañitas", me enamore de una “brujita”... se cumpliría en mi el hechizo: “De quién bebe agua de "El Tambo” o besa una “chicamerita”, se queda en esta tierra bendita”.

Chicama, 25 de junio de 1967
Publicado en el periódico "La Noticia" de Chimbote
Revisada para el blogger (JAPÓN - 19-20110616) Tochigi Ken

martes, 14 de junio de 2011

El cura sin cabeza (Cuentos de viejos) - Bitácora 13


El cura sin cabeza

Escribe: Hugo Tafur
        (peruano)
En plena Carretera Panamericana, a sólo treinta kilómetros al norte de Trujillo,  Capital de la Primavera, se encuentra Chicama, otrora importante pueblo del valle de su nombre. Cuando niño, sus calles principales eran “iluminadas” por faroles a kerosén, que tarde a tarde el viejo “San Antonio” Quispe, escalera y caja de fósforos en mano, tenía la tarea de encenderlos. Aunque para decir verdad, este alumbrado mortecino en noches de Luna no era necesario, pues el cielo límpido y azul tachonado de estrellas ofrece mucha claridad y un espectáculo maravilloso; a simple vista, se puede identificar las constelaciones y esta posibilidad extraordinaria, hace que quienes contemplemos el hermoso cenit estrellado en Chicama, experimentemos con cierto temblor de admiración, lo grandioso que es la Creación de Dios.

En mi “pueblo chiquito” aún se mantienen enhiestas viejas casonas de adobe, en las cuales pareciera el tiempo se ha detenido. Sus muros guardan celosos historias increíbles, que la tradición ha adornado he incrementado con mucha imaginación. Si alguna vez visita Chicama, sede del aquelarre que dio origen al mote de “chicameros brujos”, vaya dispuesto a nutrir su fantasía con leyendas inverosímiles. Estas son trasmitidas en una cultura ágrafa, de padres a hijos, en sobremesas nocturnas, a la luz de un candil o lámpara de kerosén, mientras los chicos que escuchan “se mueren de miedo”. Alrededor de la plaza de armas, existen muchas de estas casonas, las que hoy nos ocupan, son dos edificios en estado ruinoso, la iglesia de “Santo Domingo de Guzmán” y el convento contiguo.

Cuentan los viejos del pueblo, que al finalizar el siglo pasado, habitaban el monasterio una veintena de monjes y curas que atendían los servicios espirituales de todo el Valle Chicama. Entre ellos, habitaba un joven mancebo con pretensiones de obispo, y vaya que si lo hubiera logrado si no se le ocurre al maligno “meter su cola” en el asunto. Un día que el joven curita hacía méritos y trabajaba en el huerto monacal, se interrumpió el riego y fuese a ver aguas arriba cual era la causa, al pasar por la huerta de don Eliseo Benítez, se dio “a golpe de nariz” de ver a la hija mayor del viejo, bañándose en la acequia tal como “Tata” Dios, lo trajo al mundo. Mudo de la sorpresa, la contempló embobado, paralizado, sin atinar a nada, pero con el corazón apresurado latiendo alocadamente. La doncella, ajena al inoportuno fisgón, siguió inocente mostrándose en el espejo de las aguas cristalinas; ni que decir, a partir de ese día, se le derramó la espiritualidad al padre José, no se acordaba ya del camino que conducía al obispado, más bien, con cualquier pretexto visitaba la casa del viejo Eliseo, para ver a la bella y dulce Marianita, la que a fuerza de ver al curita, tampoco le hacía asco, pues, de ser guapo y atractivo el mancebo lo era.

Dicen los viejos que narran esta historia, que en noches de Luna, se daba el concierto de amor de la pareja y que cerca de la medianoche, un “chilalo” de cabeza negra imitaba el trino de esa ave y la moza quedamente abandonaba el lecho para ir en busca de su amante. Noches eternas fueron testigo presencial de estos secretos desvaríos y de tanto abonar el surco, la semilla germinó. De nada valió la reprimenda materna y la amenaza de “convertirse en mula” por sucumbir a los amores de un cura; de nada valió los consejos del Prior del convento y la amenaza de excomulgarlo por violar sus votos sacerdotales. El cura José, seguía abandonando sigilosamente por las noches el convento.

Enterado don Eliseo Benítez de la maternidad de su hija, montó en cólera, su orgullo herido por los deslices de su adorada Marianita no se quedaría así; el había soñado con casarlo algún día con el hijo de don Braulio, hombre pudiente como él y todos esos planes quedaban truncos, hechos añicos.

Don Eliseo se transformó, se hizo huraño mientras maquinaba su plan de venganza. Un día, en la oscuridad de la noche, llegó esbozada una mujer a la casa de viejo, casi en secreto, a la luz mortecina de unas lámparas de bronce, fue introducida con prontitud a la alcoba de Marianita, quién al enterarse del propósito se negaba al aborto del “fruto de su vergüenza”. Presionada por la autoridad paterna, bebió las pócimas que le ofreció la anónima mujer –sin saberlo bebía su propia muerte-; el día amaneció y la bella Marianita se agravó, no resistió las prácticas a que fue sometida por la matrona de la muerte, ante esta situación, el viejo Eliseo quiso llevar hasta el final su venganza, y en su febril locura, concibió el dar de beber de la copa de amargura, al cura causante. Lo hizo llamar, para que su hija recibiera de sus manos “la extrema unción”. El estado lamentable en que encontró al amor de su vida, lo hizo derrumbarse de dolor, era una rosa y un clavel tronchados a la mala; ella en un momento supremo de lucidez le alcanzó a decir: “Han matado a nuestro hijo…Te espero en el cielo”, y con un suspiro cerro los ojos para siempre.

Preso de dolor, el joven religioso abrazó con desesperación a su amada y sollozó como un niño en orfandad, mientras sus labios musitaban ininteligibles oraciones en latín, quizá ruegos, pidiendo a Dios que no se la llevara. Finalmente, besó con unción a la muerta, se puso de pie y comenzó abandonar la estancia, su rostro estaba alterado, como si hubiera perdido el juicio, se dirigió a la iglesia, subió al campanario y comenzó a tañir las campanas de graves sonidos que anunciaban muerte…Don Eliseo, desde lejos, contempló con regocijo diabólico el dolor del cura. Más cuando este alcanzó a verlo le gritó: ¡Don Eliseo, todavía no esta satisfecho…quiere venganza. Tome mi vida! Y desde lo alto del campanario se precipitó como paloma herida.

Cuentan los viejos del pueblo, que en las noches de Luna menguante, cuando las sombras propician el misterio, se escucha en el silencio de la noche el canto triste de un “chilalo”... y luego, del abandonado convento antiguo, surge la enigmática figura de un “cura sin cabeza”, que se pasea por el atrio de la vieja iglesia, como si buscara su cabeza... de pronto, se escucha lastimeros gemidos  gangozos llamando al amor de su vida. Este aparecido, se pierde por donde quedaba el huerto del viejo Eliseo...Si vas a Chicama, ten cuidado, no vayas a encontrarte tarde la noche, con... "el cura sin cabeza".

Chicama, 13 de noviembre de 1968
Publicado en el Diario "Últimas Noticias" de Chimbote
Revisado para blogger (JAPÓN - 18-20110614) Tochigi Ken

lunes, 13 de junio de 2011

Los Garcilasistas - Bitácora 13


Un grupo de garcilasistas el día que
inauguraron el busto del Inca Garcilaso
en la Plaza de Armas  
 Los Garcilasistas

Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Era el primero de abril de 1961… Amanecía y el sol comenzaba a inundar con sus tibios rayos la Bahía “El Ferrol”; la noche apremiada, abandonaba el puerto entre besos furtivos con el astro rey. La bahía iluminándose, iba tornándose hermosa con su mar sereno, destacándose en el horizonte la belleza de las "Isla "Blanca" y "Los Ferroles"; en los flancos de la ensenada, imponentes se alzan desde siempre los celosos guardianes del puerto, “El Dorado” y el  “Cerro de la Juventud”, que ese día, lucían en su cima chalinas blanquísimas de niebla pasajera. Mar afuera, un grupo de ballenas azules, nadan en fila india entonando misterioso canto rumbo al sur; dentro de la bahía, una bandada de guanays angurrientos, sobre vuelan una mancha de pejerreyes asustados que son atrapados casi a flor de agua… En los hogares del puerto, los muchachos se desperezan de las largas vacaciones y se alistan para retornar a las aulas: “Cual bandada de palomas que retornan al vergel; hoy volvemos a la escuela, anhelantes del saber”. Se iniciaba un nuevo año escolar. 

Horas después, un inusitado desfile de muchachos vestidos con uniforme "Comando" beigs, caminan apresurados por las calles de la ciudad… el flamante Colegio “San Pedro”, ubicado en Miramar Bajo, entre los jirones "San Pedro" y "Casma", abría sus puertas para recibir a decenas de jóvenes porteños que pronto colmaron el patio de formación, era el primer día de clases y el primer año en el nuevo y amplio local. Después de casi veinte años, habían abandonado la casona de don Nicolás Arias Luna, ubicada en la cuarta cuadra del jirón “Alfonso Ugarte”, donde funcionó el “alma mater” de Chimbote desde el año 1942. Días después de iniciada las clases, una nueva promoción de estudiantes de Educación Secundaria denominada “Ciro Alegría”, debatía un caro anhelo de sus integrantes, cual era, fundar un club. Eran jóvenes y soñaban con encauzar sus energías y sus ideales por la senda de la cultura.

Meses antes, ese anhelo los había llevado hasta el club Cultural Filarmónico de la ciudad, sufriendo una decepción al comprobar que la sede servía para otros fines ajenos a la cultura; por la noches, decenas de personas se reunían en el lugar, para jugar “poker”, “dominó” y beber, envueltos en una humareda de los cigarrillos que consumían entre pitada y pitada. De cultural sólo quedaba el nombre, hacía mucho tiempo que no se realizaba ninguna actividad educativa. Ante esta deprimente situación, los jóvenes estudiantes decidieron fundar su propia institución, manteniendo viva su iniciativa, hasta cuando volvieran a las aulas; ya en el colegio, retomaron la decisión y se propusieron dos nombres para denominar a la entidad naciente. Por unanimidad se acordó que el club se llamaría “Inca Garcilaso de la Vega”, propuesta feliz, del alumno Enrique Solano.

A partir de allí, la inventiva de esa generación entusiasta se hizo tangible, sus actividades comenzaron a desarrollarse en el campo cultural, social y deportivo, bajo el inspirador lema: “Unión, Progreso y Trabajo”. Todo su accionar estaba regulado y vertebrado por sus Estatutos, que delimitaba objetivos, funciones y atribuciones dentro de la institución; debo subrayar la sapiencia con que estos jóvenes elaboraron este importante documento rector; por ejemplo, recogieron con sabiduría la neutralidad en lo político y religioso dentro de la institución. Luego en cumplimiento a su Estatuto aprobado, procedieron a elegir oficialmente a sus directivos y asesores, e inteligentemente, se decidió ampliar la radio de inscripción de socios fuera del límite de las aulas, aceptándose a todo porteño que tuviera inclinaciones artísticas, intelectuales, deportivas o que simplemente deseara integrarse al club observando buena conducta, la decisión fue un acierto.

Poco tiempo después, la institución albergaba a decenas de jóvenes de ambos sexos, intelectuales, músicos, deportistas, etc.; todos dispuestos a vivir con propósito y significativamente. Los garcilasistas, como los conocían por entonces, se adueñaron del corazón de los chimbotanos y del espacio radioeléctrico con su programa dominical “La Hora Garcilasista”; primero por “Radio Interamericana” y luego por “Radio Chimbote”, Cadena Nacional de “Radio Victoria”. Apenas las notas características de “Éxodo” invadían el firmamento porteño, abriendo el programa, los chimbotanos y pueblos aledaños hasta donde llegaban las ondas de “Radio Chimbote”, se sometían al embrujo de ese emporio juvenil de cultura, música y alegría. Era las 08:00 p.m. de cada domingo, hablaban las voces y guitarras de una nueva guardia criolla, de una nueva hornada de intelectuales chimbotanos.

Un grupo de garcilasistas en reunión social
Estos jóvenes garcilasistas no se detenían, su energía y alegría impuesta desde el principio se traducía en actividades diversas y triunfos constantes, que los acicateaban para cosas mayores. En el club se iban formando solistas, dúos, tríos y conjuntos; se teatralizó la noticia; se pusieron en escena obras teatrales y finalmente llevaron su arte y su “fama” a otros lugares donde merecieron el reconocimiento y el aplauso de los lugareños. ¡Qué, tiempos aquellos!.. Una juventud sana y positiva, que orlaba con su actuar y conducta el prestigio de Chimbote y los chimbotanos.

Pronto, la  experiencia lograda por la juvenil hueste garcilasista, les dio la confianza para asumir nuevos retos haciendo flamear al tope su enseña. Solicitaron y lograron que el alcalde de la ciudad Ingº Guillermo Balcázar Rioja, con la presencia y coordinación de su esposa doña Nancy Young de Balcázar, dispusiera la reapertura de la Biblioteca Pública Municipal. Los garcilasistas, organizaron “La operación libro”, aportaron sus propios ejemplares y salieron de casa en casa solicitando a los chimbotanos su apoyo a tan noble propósito.

Luego, con el concurso de los directivos de los diferentes mercados de la ciudad, llevaron ayuda y alegría al Asilo de Ancianos “San José”, que funcionó hasta el terremoto del 70 junto a la “Maternidad de María”. Era usual, verlos llevar los fines de mes, los víveres que recolectaban… y con la calidez de sus voces y bordoneo de sus guitarras, hacer sonreír y bailar a los ancianitos.

Después vinieron los reinados garcilasistas, donde se exponía la valía y belleza de sus integrantes mujeres. Para celebrar su aniversario, los garcilasistas organizaron y lograron que la autoridad educativa aprobara sus desfiles cívico-escolares, donde los colegios participantes al son de clarines y tambores, se disputaban “El Sol Garcilasista”, teniendo en el estrado a las primeras autoridades de nuestro puerto. El último de los gallardetes lo ganó el Colegio “La Inmaculada de la Merced”.

Creció tanto el prestigio de la Institución y sus integrantes, que uno de los jirones de la ciudad por Resolución de Alcaldía, se llama hasta hoy “Inca Garcilaso de la Vega”; igualmente, frente a la Iglesia Matriz “San Carlos Borromeo”, se erigió el busto al Inca Garcilaso de la Vega”, el mismo que por muchos años permaneció en ese lugar, hasta que por motivo de remodelación de nuestra primera plaza fue retirado, siendo solicitado por el Centro Educativo de la Urbanización “El Trapecio”, que hoy lleva el nombre del insigne mestizo.

Mientras estuvieron vigentes, cuantas cosas hicieron "Los Garcilasistas" en nuestro puerto, tantas, que por la tiranía del espacio, se quedan “en el tintero”. Baste subrayar, que de dicha Institución, nacieron artistas excepcionales que pusieron en alto el nombre de Chimbote y que sacaron lustre a la música nacional; también escritores, poetas y periodistas, cuyo prestigio dignifica a la literatura porteña. No deja de enorgullecernos, haber sido parte de esa generación excepcional, que fundaron y pusieron en práctica un taller de convivencia fraterna y pacífica, con jóvenes y adultos de diferente extracción social, religiosa y política, que supieron encontrar coincidencias imbuidos de un solo ideal: el amor a Chimbote. Lástima eso sí, que esta experiencia tan singular con resultados tan positivos para encauzar a nuestra juventud, no haya merecido el interés de quiénes deben velar por el futuro de nuestros niños y jóvenes. La experiencia garcilasista jamás a sido reeditada.

Desde entonces, han pasado casi cuarenta y tres años(*)1, sin embargo quienes lo integramos, decimos cada año, como en la letra de la vieja canción escolar, con ternura y nostalgia: “Cual bandada de palomas que retornan al vergel”, volvemos para nuestro aniversario desde el lugar en que nos encontremos, a fin de seguir regando con cariño el jardín de la fraternidad garcilasista, el cual sembramos con profunda convicción y amor en nuestra adolescencia. Solo nos contrista, la ausencia de algunos garcilasistas, que se nos adelantaron, para vivir en la paz de las estrellas. Para ellos, con profundo amor y respeto “requiescat in pace”, y para quiénes tengamos la alegría del reencuentro ¡Salud!.. El Sol Garcilasista, todavía no se ha ocultado.

Chimbote, 05 de enero de 2004
Publicado en el Diario "La Últimas Noticias" (06.01.2004) Pág,10
Revisado para Blogg (13.06.11) 17:27
Archivo BITÁCORA 13 (  PERÚ-17-20040105) Chimbote
(*)1 Este año 2013, se cumplirá 52 años de esta experiencia.


SOS...SOS...Nos vamos a pique (Pesca) - Bitácora 13

S.O.S…S.O.S…¡Nos vamos a pique!

Escribe: Hugo Tafur
      (peruano)
Cargada, juguete del mar y del viento, navega a toda máquina “La Patricia” rumbo al puerto, como si la alegría y contento de la tripulación se expresara en su veloz marcha. La mar movida, entre tumbo y tumbo sacude bruscamente la nave, permitiendo que algunos bandazos arrojen agua sobre la cubierta; todo esto sin embargo es rutina, no hay nada que temer, además de veloz la embarcación es muy marina, así que estiman llegarán según lo previsto a su destino. Mientras navega, cientos de aves marinas decoran su entorno recogiendo los peces que va regando en su estela “La Patricia”, al lavar las olas los laberintos del empaletado.

Desde que partió la nave de la zona de pesca, "el cook" (el hombre que cocina) se puso a preparar el almuerzo. Muy contento “el Chita” le dijo al “Casmeño”: “¡Comparito!.. Una más igual y cerramos la semana como las propias rosas”. Sonriéndose, el aludido le respondió: “¡Cachudo! Para que coma bistec el otro”…Ja ja ja, rieron de buena gana los amigos.

El motorista “mosca” (precavido) bajaba de rato en rato a la sala de máquinas para verificar el nivel de agua, aceite, temperatura, equipos auxiliares, cañerías y de cuando en cuando lanzaba la bomba de sentina para secar la carga. Satisfecho volvía a cubierta y se recostaba en la borda de babor para contemplar “el achique” de la bomba de sentina, que a borbotones arrojaba sanguaza al mar.

El “Flaco Alva”, patrón de “La Patricia”, después del “richi” (almuerzo), tiraba “papaya” (dormía) en su camarote. Ya estaba “tío” y necesitaba más tiempo para reponer energías, murmuraban. "Pero vaya, sigue siendo un “zorro”, no cala por “las güevas”…se pampea, busca, busca y cuando está seguro de la mancha, se la arrea y le saca la mierda”... por eso respetaban al “viejo lobo”. Sabía su cuento, decían los tripulantes.

En los primeros años del sesenta, cuando se cimentaba el "boon" pesquero, "El Flaco" era uno de los destacados patrones con que contaba la Pesquera “Santa Martha”. Época linda aquella, cuando muchos “tiburones” de ahora, sólo eran patrones y se desvivían por saber que ha dicho "el Gringo" de la avioneta de Banchero, o el rumbo con que salía el “Tío Merfi”, que con su veloz “Flor de Chimbote” exploraba el mar buscando “los morados” -¡Oiga! Época de machos- el pescador se mojaba bien "las campanillas", levantaban el boliche a pulso, moña al centro o lingando con estrobo y se envasaba a la bodega con “chinguillo” o “hula hula”; nadie usaba ropa de agua. Cuántos “tíos” ahora, están medio tullidos por el frío que se comieron entonces.

Los “cañeros" se fueron sucediendo en turno cada dos horas. El tiempo transcurría monótono mientras caía la tarde y largas bandadas de aves marinas retornaban a su isla. La mar bastante movida amainó, haciendo la navegación menos accidentada. Los pescadores en el camarote “mataban el tiempo" jugando poker y fumando; otros, sostenían conversaciones intranscendentes. "El Chita”, otra vez en sus afanes, preparando la comida de la noche. El motorista, vencido por el cansancio y confiado, chequeaba con menos frecuencia “los fierros”. Se encendieron la luces de navegación…el puerto, estaba cerca.

La navegación nocturna de la lanchada, adquiere ribetes fantasmagóricos, sin embargo hermosos. En la oscuridad de la noche, se hace tangible las naves que vienen en el mismo rumbo, sus luces parecen luceros flotando sobre la superficie del mar. Como siempre, las frecuencias de la radio pesquero es un bolondrón con sus mensajes, trasmiten a sus compañías o jefe de bahía, ubicación, necesidad de aparejos, repuestos mecánicos, eléctricos, electrónicos, necesidad de reparación o mantenimiento, incluso de carpintero naval. Los tripulantes después de la comida, la mayoría se fue a dormir a sus camarotes. El patrón en el puente, junto al cañero de guardia, verifica el rumbo y estima el tiempo de arribo...

De pronto, todo este apacible estado se altera. La cara de la desgracia se asoma y la tranquilidad se escapa como agua entre los dedos. El motorista ha dado la voz de alarma cunde el nerviosismo, la sala de máquinas se está llenando de agua y se grita la emergencia, precipitadamente los tripulantes abandonan los camarotes y se organizan para paliar la inundación. Con cubos que circulan con presteza intentan desalojar el agua, los segundos se hacen eternos y la lucha se manifiesta desigual, el nivel no baja. El patrón informa por radio a su compañía sobre la situación sorpresiva y pide auxilio.

La alegría y serenidad observada por los pescadores al retorno, es asaltada por el desasosiego, la excitación y el miedo los abraza tornándolos torpes. El motorista Aguilera y otros dos compañeros con el agua hasta el cuello, en un acto de arrojo  intentan cerrar la toma de fondo zambulléndose…”¡Es inútil, carajo!”-grita- “el colorado” Challe; “El Gato” Bermejo, lo intenta y sigue la misma suerte. La sala de máquina con el agua es una coctelera que amenaza con paralizar el motor…”¡Salgan, salgan ya!” –grita “El Cholo” Marcos... el aviso es tardío, un bandazo de agua ingresa al estrecho ambiente, el motor aúlla, arroja humo blanco y finalmente "muere". La zozobra es mayor.

Los pescadores en cubierta estaban aterrados, la rapidez con que se sucedían los hechos los confundía, el patrón ordenó que “arrearan” la chalana, en su intento algunos de los que ejecutaron la maniobra fueron golpeados, pero el miedo era superior y no lo sentían; abordaron la pequeña embarcación y comenzaron a remar para alejarse un poco del lugar. El patrón, hasta último momento permaneció en el puente dando órdenes e informando por radio lo que acontecía, hasta que la inclinación brusca de la embarcación lo hizo rodar y perder el sentido al golpearse la cabeza.

La lanchada estupefacta, escuchó el mensaje final que se trasmitió desde “la Patricia”: “SOS…SOS ¡Nos vamos a “pique”, ayúdenos, por favor!”. Desde los puentes, los que escucharon este pedido de auxilio miraban en toda dirección tratando de localizar la nave en problemas, pero la oscuridad no revelaba su ubicación: “¡Carajo! ¿Dónde está “la Patricia?”, la respuesta era como la noche en que se encontraban. La barca marinera, fierro al fin, se encabuzó, se inclinó herida a estribor y se fue a pique, haciendo un gran sifón que jaló a un pescador que nadaba desesperadamente junto a ella. Los tres valientes de la sala de máquina, habían quedado atrapados, el agua que ingresó por la escotilla fue una pared infranqueable. Los que acompañaron al patrón hasta el final, fueron envueltos por la maraña de red y cabos del boliche. Los curtidos pescadores de la chalana, lloraban en la oscuridad de la noche buscando a gritos a sus compañeros. La lanchada ajena a la desgracia seguía rumbo a puerto. La tragedia una vez más cebó sus fauces con siete hombres de mar.

Días después, una corona de flores arrojada desde la proa de una embarcación de la compañía, flota sobre la superficie del mar, como salvavidas tardío, de una tragedia que quizá pudo evitarse... Mientras en casa, una mujer y un niño muerden el pan duro de la tristeza y orfandad.

NOTA.- La gráficas que ilustran el tema, han sido tomadas de internet

Chimbote, 07 de febrero de 1963
Publicada en el Duiario "Las Últimas Noticias" de Chimbote
Revisada para el blogger (JAPÓN - 16-20110613) Tochigi Ken