Grandes sandías produjo el fértil terreno (Foto internet) |
Escribe: HugoTafur
(peruano)
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Cuentan los viejos del pueblo: Que frente y al pie del “Cerro de las Tres Cruces”, había un médano de blancas arenas vivas, las cuales juguete del viento, dibujaban dunas caprichosas con formas que inspiraban temor; otras veces, se tornaba llano como un tul, que parecía se rasgaba en el centro permitiendo observar un peculiar montículo de piedras ovaladas y otras casi redondas superpuestas, cómo si la mano de alguien las hubiera dispuesto así. A esta pequeña elevación los lugareños la conocían como “El cerro de la viuda”, porque según la creencia, bajo ellas, yacía enterrada una mujer muy avara y malvada… muchos acuden allí a escoger un “chungo” para su “batán” o mortero... pero antes de retirarse, hacen una oración, para aplacar el espíritu maligno.
Referían que en tiempos pasados, había en aquel lugar un terreno inca muy productivo, cuya fertilidad era la admiración y envidia de muchos campesinos de la zona, pues, mientras ellos en sus campos cosechaban dos por uno, la propietaria de este terreno que era una viuda muy tacaña, recolectaba tres o cuatro por uno; sin embargo, pese a esta bendición, ella jamás permitía, que los pobres fueran a “rastrojear” lo que quedaba en el campo después de la cosecha, prefiriendo lo comieran los animales o que se pudriera… actitud que según decían, a los ojos de Dios, es una maldición.
Cierta vez, la viuda sembró sandías, fue tal la producción que pilas enormes de la fruta se cosechaba cada día. La angurrienta mujer en su avaricia, sólo tenía tiempo para pensar en sus ganancias, estaba extenuada del trabajo, sin embargo, la noche la pasaba en vela, en codiciosa contabilidad de su dinero, el cual contaba y recontaba olvidándose de Dios que la bendecía; muchas veces, incluso, ensimismada en esta práctica se olvidaba de comer y con ello, de servir alimento a sus asalariados, cuando estos se lo recordaban, ella insensible respondía: “Bueno, mañana lo haremos. Hoy, hemos ahorrado.”
Un día, la orgullosa mujer regodeándose de su suerte, quiso vanidosa, mostrar su ventura a los humildes campesinos que pasaban por el camino, haciendo que todas las sandías fueran juntadas en una gran pila para provocarles envidia. Los trabajadores siguiendo sus instrucciones, hicieron un gran montículo de fruta muy alto, era una torre de babel a la estupidez humana. La viuda recreaba su vista con enigmático regocijo observando el pequeño cerro de sandías, pensaba para sí, en la envidia que despertaba y las ganancias que obtendría por su venta...
La tarde iba tiñendo de arrebol el cielo, y en el campo, cientos de golondrinas juguetonas despedían el día haciendo malabares con su vuelo; mientras, arrobada en sus estimaciones, la viuda fue interrumpida por la dulce voz de un anciano haraposo, que nadie vio venir, y quien le dijo:
-"¡El Señor, esté contigo mujer!...Vengo de muy lejos y hace días que no pruebo bocado. Quizá tengas algo de comer para calmar mi hambre y algo de beber para calmar mi sed”…
La viuda absorta en su codicia, reaccionó con desdén y asco ante la vista del raído anciano espectándole:
-“¡Váyase, por dónde llegó! Yo tampoco he probado alimento y no tengo nada que ofrecerle.”
El anciano miró fijamente a la mujer con dulzura y casi suplicante le dijo:
-“Mujer ¿No son sandías las que veo?”...
Ella, molesta y cortante, respondió:
-“¡No, son piedras!”
El anciano la miró con tristeza y luego le dijo:
-“Sea, como tú lo dices” y se marchó…
Poco después, la silueta del anciano caminante, se perdió por el “Cerro de la Tres Cruces”.
Nubes grises y negras reemplazaron a las rojizas, terminando por ensombrecer el valle con la llegada de la noche... mientras, millares de “chicharras” le daban la bienvenida con sus cantos estridentes. Poco tiempo después, miles de luciérnagas fulguran con la intermitencia de su luz por todas partes, parecían miles de ojos atisbando el misterio de la noche y el secreto de los humanos.
Pilas enormes construyeron los peones (Foto internet) |
Un día después de un Viernes Santo, fuertes vientos provenientes del sur oeste, comenzaron a bajar el banco de arena que había en la falda del “Cerro de las Tres Cruces”. Poco a poco, el otrora fértil campo fue sepultado por la blanca arena, tornándose en un pequeño desierto; nadie, jamás, pudo cultivar ese terreno donde nada vegetal florece, salvo una que otra “chupalla”, sólo se ve un páramo triste y solitario, donde a veces, cuando el viento modifica las dunas, se destaca el pequeño cerro de piedras ovaladas y redondas que los viejos conocen como “El cerro de la viuda”.
Chicama, 20 de noviembre de 1964
Archivo BITÁCORA 13 (21.11.64) CHIMBOTE
Revisada para el blogg (JAPÓN - 0120110603) Ashikaga shi
Revisada para el blogg (JAPÓN - 0120110603) Ashikaga shi
Una lección encierra esta historia que cuando alguien nos necesite estemos prestos a brindar nuestra ayuda
ResponderEliminarGRACIAS PAPITO HUGO POR ESCRIBIR ESTA HISTORIA Y NUNCA OLVIDARNOS QUE CUANDO ALGUIEN NOS TOQUE A LA PUERTA Y NOS PIDA QUE COMER Y BEBER HAY QUE DARCELO PORQUE PUEDE SER UNA PERSONA NECESITADA.
ResponderEliminarQUE BUENA ENSEÑANZA NOS DEJA ESTA HISTORIA CONTADA POR LA PERSONA MAS BONDADOSA QUE CONOSCO Y ERES TU PAPA QUE SIEMPRE VI TU AYUDA A LOS DEMAS SIN ESPERAR NADA A CAMBIO GRACIAS.
ResponderEliminarpapito hugo me gusto mucho tu bitacora y pienso que todas las personas deben aprender a compartir alimentos,juegos etc gracias.
ResponderEliminarpobre fracasado
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