jueves, 16 de junio de 2011

El Aquelarre (Cuentos de viejos) - Bitácora 13

"Chicameros Brujos"
El Aquelarre

Escribe: Hugo Tafur
         (peruano)
En tiempos pretéritos, vivía en Chicama don José Félix Black y su esposa doña Jacinta de Black, él era un empleado muy considerado y respetado de una hacienda cercana; igualmente, don Claudio Cabanillas, funcionario del anexo Chicamita, ambos tenían hermosas casa-huerta en el pueblo, caracterizadas porque estaban llenas de árboles frutales. Esta preferencia, refuerza mi teoría de que había gente en las haciendas que soportaban a regañadientes la fiscalización de sus vidas solo por la relación laboral que tenían, que su deseo era vivir en el pueblo de Chicama, "Llave y Puerta del Valle", libres de imposiciones y controles efectuados hasta en lo más íntimo, por orden de los propietarios de las haciendas, lo que tenía tufillo a feudalismo y que resultaba insultante e insoportable, para quiénes con mayor nivel educativo y social, lo consideraban ya por esa época excesivo.  


El matrimonio Black, tenía instalado su hogar como dijimos, en una hermosa villa de su propiedad, que ocupaba una área amplia de por lo menos cuatro mil metros cuadrados, que configuran hasta la actualidad, la última y más larga cuadra del margen derecho del jirón Grau, del pueblo de Chicama; empezaba en la pequeña calle Sucre y por el frente se extendía en una sola y larga fachada hasta la plaza de armas, terminando en el frente del cementerio, la antigua iglesia de adobe y el convento “Santo Domingo de Guzmán”, hoy derruido y abandonado. En esa casona administrada sabiamente por doña Jacinta, mujer muy laboriosa, criaban vacas lecheras, ganado porcino, carneros, gallinas, patos, palomas y un sinnúmero de árboles frutales que hacían del lugar una villa muy hermosa, sobre todo para el descanso. Don José Félix, era conocido por su gran caballerosidad y benevolencia y doña Jacinta, por su trato amable pero muy disciplinante. Ambos eran católicos y excelentes anfitriones, y su casa, siempre tenía las puertas abiertas para recibir y hospedar a los miembros del clero, que venían a celebrar la misa dominical o cumplir con el programa de alguna festividad religiosa, como la del patrón del pueblo, "Santo Domingo de Guzmán".


En una de esas idas y venidas, en ocasión que estaba de visita el padre Marcos, de la Orden Franciscana, don José Félix, padrino de quién nos relató este hecho, sostuvo una amena e interesante plática con el sacerdote, quién le narró  como la maledicencia estigmatizó a los lugareños con el apodo de “Chicameros Brujos”. Le dijo el sacerdote, que a fines del siglo pasado había surgido una controversia entre los brujos del norte, viejos maestros se disputaban con jóvenes brujos la supremacía y el liderazgo de la profesión y que el asunto estaba adquiriendo ribetes de guerra en una lucha frontal de todos contra todos, pero la sangre no llegó al río, pues intervino como mediador y apaciguador, el mismo "Señor de las Tinieblas", quien dispuso que sus pupilos en disputa, se reunieran  en territorio neutral y se diera solución al problema, con la amenaza de retirarles su apoyo sino lo hacían. 

Días después, el lugar elegido por los maestros de la "magia negra" fue un "ushnu" natural, el cerro que tiene forma de pirámide y que domina el valle Chicama, hoy conocido, como el “Cerro de las Tres Cruces”, y que según ellos era un lugar privilegiado por la energía positiva que se percibe. Para la noche y hora prevista llegaron los convocados de manera muy privada, cada uno por su lado ascendieron a la cima desde distintas direcciones, lo que ahí se trató y discutió clandestinamente nadie lo sabe, lo que si se enteraron los habitantes con gran sorpresa, fue primero el fuego que se alzó en la cima la noche del aquelarre y al día siguiente, cuando varias decenas de hombres, algunos barbudos, ensombrerados y empochados bajaron del cerro muy formalitos y amigos; al llegar al pueblo, algunos más jóvenes decidieron quedarse unos días, por lo que pidieron posada ha algunos lugareños, ya que en esa época no había hoteles; fatal decisión, pues varios de estos “maestros” sucumbieron ante la belleza y dulzura de las chicameritas, formaron familia y se quedaron a vivir.  Tiempo después, su presencia en el pueblo, propició el injusto agravio de considerar a todos los lugareños practicantes de brujería.
                                    
Pronto la murmuración y la imaginación de la gente de las haciendas y poblados vecinos hizo circular historias inverosímiles sobre brujería, haciendo escarnio de esta situación y colgando a los moradores del pueblo, el sobrenombre de “Chicameros Brujos”, apelativo surgido a raíz del aquelarre de los brujos y el haber sucumbido muchos de ellos en los brazos de las hijas de Eva de este lugar.  Refirió también, que esta fue una de las razones que más tarde, autoridades eclesiásticas decidieran “santificar el cerro” colocando réplicas de las cruces que se alzaron en el Gólgota,  incentivando a los fieles, a marchar en procesión de penitencia hasta la cima del “Cerro de las Tres Cruces”, todos los años para el 1º de mayo. Tradición que en mis tiempos de niño, era conocida como "ir a florecer" y que narro en mi crónica ¡Vamos a florecer!.

En lo que a mi respecta, la etiqueta de “Chicameros Brujos” no es más que eso, un apelativo nacido de la maledicencia, no tiene ni el más remoto asidero real, nadie a visto un chicamero auténtico practicando brujería... no sé, ni recuerdo, que alguien haya sido pillado dando un paseo en una escoba último modelo, como las que fabricaba el señor Portilla. Todo no pasa de una cuchufleta, yo no creo en esas tonterías y nadie me va meter miedo (¡!)... pero, mejor por esta vez, paso pronto a retirarme, pues no vaya a suceder que por "gustar dulces cañitas", me enamore de una “brujita”... se cumpliría en mi el hechizo: “De quién bebe agua de "El Tambo” o besa una “chicamerita”, se queda en esta tierra bendita”.

Chicama, 25 de junio de 1967
Publicado en el periódico "La Noticia" de Chimbote
Revisada para el blogger (JAPÓN - 19-20110616) Tochigi Ken

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