lunes, 4 de julio de 2011

Más allá de la muerte (Drama) - Bitácora 13

Más allá de la muerte
Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Con una mirada indefinida el joven amante contempla el féretro que contiene los restos de su amada. Es agosto y el frío invierno acentúa la tristeza del ambiente. De rato en rato una ráfaga se filtra por una ventana abierta, lo que hace aletear como mariposas las llamas de cuatro cirios que iluminan el cadáver de una muchacha angelical. Las sombras que proyectan esos cirios en las paredes, semejan fantasmas que van y vienen custodiando el ataúd…La noche profundamente oscura y silenciosa, era quebrada, por el eco doloroso de un gemido que se proyectaba interminable en rumores misteriosos y confusos que acongojaban y estremecían el alma. Hacía sólo unos días, aquella casa, era todo luz y alegría; de un momento a otro se había tornado lúgubre, monumento a la tristeza y el dolor. El Sol que la iluminaba se había apagado para siempre.

Cuando el sepulturero acomodó el ataúd frente al nicho, este pareció abrir su colosal boca para engullirlo con presteza. El amante, tuvo el impulso de evitarlo, más desistió; en medio de su dolorosa confusión, sintió que todas las miradas del cortejo estaban puestas sobre él y no quiso ser motivo de lástima. Su aflicción lo sobrellevó con dignidad, se sobrepuso y no se abandonó; recordando acaso con cierto rubor, la entereza y serenidad con que su amada enfrentó su propio dolor. Ella sabía que era el fin y con estoicidad y sin lamentaciones esperó su final….el raro mal que lo aquejaba finalmente lo llevaría a la tumba. Mujer tierna y admirable era ella, lo amaba con devoción  y se hacía amar. Proyectaba un haz perenne de energía que impulsaba a luchar y buscar el éxito, se cumplía en ellos a cabalidad el supuesto: ”detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”; su muerte trastocó todo ese cuadro de amor, ilusión y entrega en que vivían. Todo es efímero, nada es eterno, la felicidad no existe, caviló para sí.

De vuelta a casa, se abandonó en un sillón y anonadado contempló con cierta mueca de estupidez los rincones oscuros y vacíos. De pronto, todo había adquirido una quietud de muerte. Se sentía huérfano, sin deseo de seguir viviendo. En su tribulación se preguntó: ¿Por qué no fui yo el muerto? Se amaban entrañablemente, los padres de ella nunca aprobaron ese amor y por todos los medios trataron de evitarlo; y cuando por fin lograron convencerlos y merecieron su bendición se presentó aquella maligna enfermedad y llegó el fin:...”Yo era huérfano, yo estaba triste y sólo en este suelo; más Dios quiso que te hallara y no tuve penas ya, ¿lo oyes?; ¡Dios lo quiso! Piedad tuvo de mi duelo y para ángel de mi guarda te envío un día desde el cielo; tu no puedes pues morirte…Dios no quita lo que da”…Como un autómata recorrió la estancia. Su alma adolorida se vaciaba a borbotones por los espejos del alma. Las luces y los objetos se desdibujaban… perdían su forma miradas a través de las lágrimas de su pena… que regaban el recuerdo de su ausencia.

Cual un niño en orfandad repetía en letanía el nombre de su amada, su mente se iba perdiendo en los nubarrones de la inconciencia…”¡Muerta tú!¿Será posible?¡No, mil veces! No estas muerta ¡Duermes…sueñas! Estas viva…Por piedad mi amor despierta! ¡No te mueras…no me dejes…Vive y vive para mí!”...En su locura el hombre gritó su obsesión…Excitado abandonó la casa.

Se dirigió al camposanto: “…Pobre novia de mis sueños ¡Pobre tórtola sin nido! ¡Virgen mártir que viviste con el alma rota en dos! ¿Por qué callas si te llamo? ¿Por qué no oyes mi gemido? ¿Te cansaste de esperarme y a los cielos has partido? ¡Vuelve, vuelve…te lo ruego…yo te quiero más que Dios!...”

Sonaba la doce campanadas, cuando el enloquecido amante ingresó al cementerio, nada podía evitarlo, todos los impedimentos fueron sorteados con la fuerza y astucia que genera la demencia inconsciente del amor…hasta llegar a la tumba...; y allí a la luz de la luna, enajenado, sin sentir el daño que se hacía, con sus propias manos rompió la lápida manchándola de sangre…por fin tiene el féretro, lo abre y …”coge en brazos a aquel ángel que en la vida tanto amó, y besándola en la boca: Vuelve en ti, por Dios, le grita, toma mi alma en este beso ¡Resucita!¡Resucita! toma mi alma, toma mi alma…¡Vive tú, aunque muera yo!...” Un prodigio sucede a los ruegos del amante: “Ella se mueve, como herida de repente por los dardos del amor; en sus pálidas mejillas aparecen tintes rojos; quiere hablar, mueve sus labios, ya despierta, abre los ojos, todo alienta… hasta la muerte…a los besos del amor!    

A la noche de pasmo, le siguió un hermosos día claro y bello. El Sol baña con sus rayos de vida el cementerio, iluminando de dorado la escena increíble. Junto al ataúd abierto, yace en brazos de su amante el cuerpo inanimado de la bella doncella. El con ternura, acaricia con devoción el rostro de su amada, mientras su mirada perdida hacia el cielo, reclama con enajenación: “¡Qué injusto eres, Santo Dios!...”

RECONOCIMIENTO: Esta crónica tuvo como inspiración el poema de su mismo nombre, escrito por el poeta peruano, Federico Barreto Bustíos, (tacneño), “El Cantor del Cautiverio”.

CRÉDITO: Todas las fotos que ilustran esta crónica, han sido tomadas de internet.

                                                                                                                                                                                                                                         
*Chimbote,13 de setiembre de 1962
*Publicada en la revista "Amauta" de la G.U.E. "San Pedro" (1966)
*Publicada en el Diario "Las Últimas Noticias" (09.08.02) Pág. 8
Revisada para blogger (JAPÓN 24-20110704) Tochigi Ken