jueves, 22 de septiembre de 2011

MI AMIGO "OLLUQUITO" - Bitácora 13


Eudocio Martínez Torres
Armador pesquero
chimbotano
 Relatos del mar:
Mi amigo "Olluquito"  (*)1

Escribe: Hugo Tafur
      (peruano)
Hace treinta años que nos conocemos, nuestra amistad nace a bordo de la lancha “Islay”, de la Compañía Pesquera “Santa Martha”, propiedad de los Del Río Málaga, donde  tripulantes compartimos las arduas labores del mar; por esa época, se mantenía vivo el recuerdo de la tragedia de la lancha "Moby Dick", pequeña embarcación que en la década del sesenta se perdió con toda su tripulación sin dejar rastro; por ello, un sentimiento de incertidumbre, temor e inseguridad, atenazaba el corazón del hombre de mar que al embarcarse, podría ser la última vez. Las condiciones precarias en las que se  trabajaba, eran una amenaza constante a la integridad física y a la vida. Se me ocurre, que nuestra existencia se bamboleaba al compás de las marejadas, nadie sabía, si al retornar la embarcación de su faena de pesca, estaríamos volviendo sanos y salvos al hogar. Era la época, en que con sólo un compás y un ecosonda nos hacíamos a la mar. No contábamos con más instrumentos, ni equipos para navegar y pescar con seguridad.

Desde que nos conocimos allá por el año sesenta y uno, nació entre nosotros una corriente de simpatía…. como anécdota, recuerdo que al principio no vocalizaba bien mi apellido y me llamaba “Tajurito”. Eudocio, venía de trabajar en "La Boquita" (Samanco), donde por un tiempo vivió en el barrio “Cantagallo”, por lo que tenía experiencia en los menesteres del mar;  ya domiciliado en Chimbote, un buen día, Raúl Quijano Delgado, patrón de la lancha "Islay", lo incorporó como tripulante. Desde que se embarcó, puso mucho interés en cumplir las tareas de ha bordo, además, mostraba amplio conocimiento: cuadraba paño, remendaba, cabalgaba plomo y corcho con destreza y "tiraba" aguja de manera incansable; en su relación con los compañeros, se  esforzaba por simpatizar con todos, pero era evidente, algunos no simpatizaban con él y lo discriminaban llamándolo con desdén "Olluco", apodo que trajo y que alguien se lo puso quizá por su origen andino; sin embargo, no recuerdo que le incomodara en gran medida, en todo caso, lo sobrellevaba con indiferencia, actitud inteligente que pronto hizo amainar tal necedad, que pasó al olvido por no darle importancia… aunque “la chapa” si quedó para siempre, como pronto veremos ya que el mismo se encargó de relevarla. En esa época, a pesar de mi juventud, ya tenía una postura clara basada en el respeto, sobre discriminación o racismo, por lo que valiéndome de la consideración que me había ganado entre los compañeros adultos, me opuse a sus bromas contra él…

Un día llegamos rezagados a la zona de pesca, sin embargo, con mucho oficio, Raúl metió a la "Islay” entre las lanchas caladas y vimos que algunas habían cortado dos bolsas y envasaban la primera; otras, con suerte, llegaban y mandaban arrear… En ese torbellino que implica los boliches en el agua, nuestro proero, el “Negro Acasuzo", muy atento auscultaba la superficie del mar, para descubrir por la estela de la gorgorada la cantidad y dirección que nadaba la mancha de peces… en el puente, la ecosonda funcionando rotaba sobre el papel humedecido, marcando la profundidad y el tamaño, si era un banco de anchovetas considerable no se perdía oportunidad. En ese lapso de ansiedad y expectativa, cada uno debería mantenerse en su puesto muy atento, tanto para evitar riesgos personales como para cuidar que la cala resultara impecable,  ya que identificada la oportunidad, la acción siguiente es calar sobre la marcha, lo que de hecho configura peligro latente mientras se tiende el cerco con el boliche; luego, si la cala es exitosa, una gran bolsa de peces es la compensación a la intuición y al arrojo... En esas circunstancias, los lobos, las pardelas, los guanays y los pelícanos, disputan la pesca dándose un gran festín junto a los corchos, por donde las desesperadas anchovetas en una infernal saltadera y convulsión, tratan de eludir el cerco.
En aquella ocasión, no tardó en presentarse la oportunidad, el "Negro Acasuzo", le indicó a Raúl la dirección que corría la anchoveta, y de inmediato, "El Lunarejo" Quijano, dio la señal preventiva: ¡Listos, listos!.. y todos, muy atentos, nos ubicamos en nuestros puestos siguiendo con la mirada el accionar del capitán en la caña y  esperando su orden de ¡Arrea! Eudocio, escuchada la voz preventiva, corrió a la popa y un poco a gatas se trasladó a su chalana, ubicándose de pie en la bancada, desde donde en señal de triunfo abría los brazos. Había sido requerido por esos días como chalanero y no se negó, aceptó el reto de laborar en ese puesto donde mostró confianza y decisión, se la estaba jugando y nadie lo sabía, días después lo supe... no sabía nadar; debió ser un drama para él, pero lo afrontó sin mostrar temor, cumpliendo cabalmente la tarea que le encomendó el patrón de la embarcación, nunca le vi arrugar, se mantenía atento, en todas las maniobras de cala, secado y envasado, hasta que habían finalizado y el plateado pez yacía en la bodega.

Ahora, entre la bruma  del tiempo, saltan los recuerdos... y en la distancia, pienso: ¿Cuántos chalaneros experimentados, sufrieron graves percances o accidentes al ser arrastrados, colisionados o hundidos, por su propia embarcación en el momento mismo de la cala? Otros, por diversas circunstancias fortuitas se soltaban de la maniobra, perdían los remos, se llenaba de agua la chalana y esta se iba a pique, inermes, eran arrastrados por el viento o las corrientes marinas que lo alejaban de su nave, esta situación no era extrema mientras la chalana generalmente de madera, mantuviera su autonomía de flotación y a la vista; sin embargo, se tornaba delicada y peligrosa para el chalanero, cuando era alejado por el viento o las corrientes marinas en medio de la oscuridad de la noche o la neblina, ya que pronto se perdía contacto visual... chalana y chalanero quedaban expuestos al peligro de ser arrollados por otra embarcación o perderse en la oscuridad de la noche, y esto, debido a la imposibilidad de emprender su inmediato su rescate por tener  el boliche en el agua que sólo para levantarlo, sin pesca, se precisaba por entonces de unas dos horas promedio. Se dieron casos,  que chalaneros a merced del viento, la oscuridad, la neblina o sabe Dios porqué perdieron la vida. El ser chalanero o panguero, implicaba y debe seguir implicando un riesgo perenne, por las condiciones inestables e inseguras del puesto... que siempre, a pesar de contar las pangas con un motor instalado, esta sujeto a hechos fortuitos.

Recordemos... En los primeros años de la década del sesenta (1951-60), las pequeñas embarcaciones de madera de 15, 25 y 30 toneladas de capacidad de bodega, resultaron muy pequeñas para la ambición y planes de los armadores de entonces. Estas antiguas embarcaciones, tenían como maniobra inicial para pescar, una boya de corchos que se arrojaba al mar al iniciar la cala, tanto como referencia para ejecutar el cerco, como también, para levantar el cabecero de proa, por ello, al terminar de caer el boliche en círculo, la embarcación volvía al punto de inicio y recogía con un gancho fijado en una vara de eucalipto la mencionada boya, la que luego al pulso de dos hombres, teniendo como ayuda el bamboleo de la marejada, permitía subir y finalmente fijar el cabecero, en alguna bita dispuesta en la proa de la embarcación, mientras en simultaneo, otros pescadores ejecutan con destreza el cierre de la bolsa con el engaretado. 

Años después, fuimos testigos, de cómo es esta maniobra fue abandonada por la ampliación de bodega, los nacientes "tiburones de la pesca" industrial, acicateados por su insaciable ambición, avivaron su inventiva, mandando a construir embarcaciones de madera o metal de 90, 100 y 120 toneladas de capacidad, las mismas que rápidamente fueron superadas por otras de mayor capacidad, esto sumado a la falta de una política de estado de protección y conservación de nuestra riqueza ictiológica, propició la depredación irracional de las especies marinas del Mar Peruano, y con ello, el deterioro brutal de nuestra Bahía "El Ferrol", ya que las aguas residuales de las fábricas se vertieron en ella con saña por miles de metros cúbicos cada día, cubriendo su suelo marino con fango, que terminó por liquidar la despensa piscícola y marisquera  de los chimbotanos (*)2. Con esta primera ampliación de bodega y lanchas más grandes, crecieron los aparejos pesqueros y la maniobra que describimos líneas arriba, la boya de corchos, fue abandonada y remplazada por una pequeña chalana de madera.

Estas embarcaciones menores de fondos planos, se construían sin ningún criterio, mejor dicho, sin calcular ni ajustarlas técnicamente al tamaño de las embarcación que la usaría; era evidente, que tampoco  tenían en cuenta la seguridad, es decir, la posibilidad que en caso de emergencia sirvieran como balsa de salvamento de la tripulación, que con la evolución del tamaño y  capacidad, generalmente era superior a diez pescadores en cada una de ellas. En conclusión, esas chalanas endebles, inestables y pequeñas, no representaban ninguna garantía para la seguridad del pescador, pues fácilmente se llenaban de agua y se iban a pique. Por entonces, conocimos casos insólitos, en la que pescadores en emergencia, por su número se turnaban para ir dentro de la chalana y otros fuera de ella, nadando cogidos de su borda, expuestos innecesariamente al ataque de cualquier escualo depredador hasta ser rescatados. 

La maniobra que se efectuaba en estos adminículos, en el momento de calar era la siguiente: Se aseguraba el cabecero del boliche, en la bancada de proa de la pequeña chalana de madera; adujados por separado, con mucha claridad, estaban los cabos del cabecero y gareta de proa, en cuyas puntas tenían adosado un jibilay de nylon de unas quince o veinte brazas cada uno, precedidos por una piña la que era arrojada como una boleador hasta la proa de la embarcación que al terminar de calar en círculo como señalamos, volvía al encuentro de la chalana que dejó caer. Manos veloces y prácticas ejecutaban la maniobra final, que consistía, en asegurar el cabecero del boliche en la  proa de la embarcación y efectuar velozmente el engaretado para cerrar la bolsa. Esta maniobra finalizaba cuando se percibía a flor de agua las anillas y los que engaretaban reducían la velocidad, haciendo firme el de proa y terminando la maniobra muy suavemente el hombre que engaretaba en popa. Acto seguido, se estrobaba y levantaban las anillas con el doble, quedando el plomo a la altura de la borda. El cardumen no tenía escapatoria, en ese momento, el patrón estimaba la cantidad atrapada y decidía si se cortaba o no. Luego se procedía a secar la bolsa y finalmente a trasladar la pesca desde la bolsa a la bodega de la lancha, usando como instrumento el “chinguillo” o el “Hula hula”. Unos cinco años después, se comenzaron a instalar los absorbentes que modificaron la maniobra del embasado y terminaron con el uso del "Hula hula" y el "Chinguillo". 

En esa rutina de ir y venir a la zona de pesca, en horas y horas de plática y navegación, todos fuimos haciéndonos más amigos. Los más de los días, la “Islay” venía cargada, lo que era crédito para “El Lunarejo”, Raúl Quijano Delgado, por ello, cuando la compañía creció y comenzó a incrementar su flota, llamó a nuestro “Capitán” para que se hiciera cargo de una nueva embarcación que se traería del Callao. Por entonces, los funcionarios más visibles de la Pesquera "Santa Martha", eran: Ingº César del Río Málaga, hijo del propietario de la pesquera y sobrino de doña Clorinda Málaga de Prado, esposa del ex presidente del Perú, don Manuel Prado Ugarteche); don Miguel Bossio, primer administrador de la pesquera y Jaime de la Flor, dinámico jefe de bahía. Previamente, iniciamos el armado de un boliche apropiado, más largo y con más altura, este fue para mí según recuerdo, el primer boliche que Eudocio, trabajó como "redero" en la Cía. “Santa Martha”, bajo la supervisión de Raúl Quijano; fue así, como Eudocio Martínez, inicia su carrera hacia su superación personal, ya que con esta experiencia, tiempo después,  es requerido por Pesca Perú como "Redero", oportunidad que no desaprovecha y que le permite encontrar la hebra del camino a seguir. En su caso, pienso, fue una suerte el haber sido llevado por Raúl Quijano a la “Islay” de la Cía. "Santa Martha", donde "se recibió" en el oficio que le abrió las puertas de la oportunidad.  Si mal no estoy informado, fue Raúl precisamente, quien le extendió o le firmó el primer "Certificado de Redero" para que pudiera trabajar en Pesca Perú.

En una crónica que escribí hace unos días sobre mi amigo Raúl “El Lunarejo” Quijano, Incluí brevemente (líneas que he retirado, para incluirlas aquí) un hecho que posiblemente rubricó mi amistad con Eudoxio Martínez, y ocurrió así: Habíamos terminado de descargar en el “27 de Octubre” y nos dirigimos al muelle Gildemeister para hacer petróleo y proveernos de agua potable, estábamos de guardia, y mientras esperábamos turno para ingresar al muelle, nos pusimos al garete; todo sucedió en fracción de segundos, Eudocio evidentemente distraído, salió del camarote y caminaba agarrándose fuera de la borda con la mano derecha, justo cuando una lancha por su espalda se acercaba peligrosamente hacia la nuestra, teniendo como punto de fricción o colisión donde se encontraba la mano de mi amigo. Yo que caminaba hacia el camarote, de frente hacia él, me percaté del peligro y de un salto, con un golpe hacia arriba retiré la diestra en el preciso momento que chocaba la embarcación, de la sorpresa, Eudocio paso a la manifestación de alegría, abrazándome y diciéndome: “¡Gracias, hermanito!...me salvaste la mano”.   

Pero cómo llegó a ser tripulante de la “Islay”, compañero de trabajo. Esa anécdota me la contó Raúl, cuando lo llevó a la lancha... “Un día, cuando volvía del centro de Chimbote, encontró a Eudocio en la puerta de su casa de La Florida, esperándolo, recién volvía de visitar su tierra y le traía como regalo un carnerito. Luego de una breve conversación le dijo: “Hermanito, Raúl…mañana te espero en mi casa para almorzar…he traído unos cuycitos”; al día siguiente, “El Lunarejo”, disfrutaba de un opíparo almuerzo y una excelente atención en base a esos nutritivos roedores andinos, rociado con unos tragos. Luego, como en la tradición de don Ricardo Palma, “El Cañoncito de Ramón Castilla”, vino la consiguiente petición: “Hermanito Raúl, embárcame en tu lancha la temporadita”…complaciente “El Pelao” con el amigo, aceptó su petición; días después, se embarcaba como  tripulante de la lancha “Islay”... sin saberlo, Raúl “El Lunarejo” Quijano Delgado, se trasformó en el protector del que años después, se convertiría en uno de los armadores pesqueros más importantes de nuestro puerto.

Creo que su crecimiento inicial fue construido con muchas privaciones, era un típico "puño de fierro", no malgastaba su dinero en borracheras o mujeres, como era práctica común en la mayoría de pescadores en esa época de oro... a lo sumo, para matar el tiempo de travesía, en el camarote de la lancha jugaba con los compañeros a las cartas, apostando monedas de ínfimo valor; después, posiblemente, aprovechó al máximo las oportunidades que se le presentaron. Pienso que en su evolución recorrió no solo un camino de trabajo y privaciones, sino también de humor, ese humor propio de personas sin complejos, que aceptan la vida con desinhibición, incluso burlándose de si mismos al aceptar con criolla filosofía e indiferencia un apodo pronunciado con desdén… quizá en su fuero interno, era para cobrarse la revancha de su origen humilde y las necesidades que pasó cuando niño; también, por las humillaciones de que fue objeto adulto, por personas racistas, intolerantes o envidiosas, que con desdén lo llamaban “Olluco” por su origen andino. Él en su momento, respondió con mucha agudeza y humor, bautizando a su primera embarcación con el nombre de “Olluquito”; cuando lo supe me hizo mucha gracia, pero comprendí que Eudocio no tenía complejos y ese progreso se reconoce en cualquier latitud.

Por mucho tiempo, desde que dejé el mar en 1964, para retomar a estudiar, lo perdí de vista... nunca, después de esa época juvenil, se me ha presentado ocasión para dialogar como antaño, cuando navegábamos a bordo de la histórica "Islay", lo que de hecho hubiera originado que esta crónica tuviera más agregados y precisiones, posiblemente anécdotas de su niñez, su familia y su éxito económico. Alguna vez, muy a lo lejos, lo veo por el centro de la ciudad o cuando pasa a bordo de su auto, en los casos que me avista, me dispensa saludo deferente y respetuoso, llamándome “Hermanito Tafur”, señal de que nuestra vieja amistad nacida en el mar hace treinta años, no ha sido olvidada... Donde se encuentre Eudocio Martínez, mi amigo "Olluquito", un saludo de chalanero... Remo triunfal, al aire.

Chimbote 29 de Enero de 1991
Archivo BITACORA 13 (Chimbote - 19910129)
Revisada para el Blogg (JAPÓN 32-20110911) Tochigi Ken 
(*)1.- Esta crónica escrita hace más de 20 años, permaneció inédita en el  archivo de Bitácora 13, debido al problema en que se vio envuelto Eudocio. Después de tantos años, ve la luz en mi blogg de internet, con el mismo título y texto de la nota original, a la que sólo hemos hecho pequeñas correcciones ortográficas y agregados. La crónica libre del personaje central, al cual dedico, contiene información de interés general sobre la historia de la pesca en nuestro puerto. Como "escribidor" y periodista, tengo la obligación ética de ser veraz y como amigo, la virtud de ser leal y sincero con el humilde o con el acaudalado. Vetar esta nota o negar  mi amistad con Eudocio Martínez Torres, como algunos "despistados" me sugieren, por más controvertida que parezca, implicaría borrar a todos mis queridos amigos que compartieron vivencias en la historica "Islay", lancha de fierro, popa redonda, con motor Caterpillar 342. Sería borrar de un plumazo felices años de mi vida juvenil en el mar; y con ello, como dije, a decenas de valientes compañeros de odisea, que lograron con su esfuerzo, tesón y coraje, el título, que un día Chimbote lució con orgullo: "El Puerto Pesquero más Grande del Mundo"; entre ellos, Eudocio Martínez Torres, "Mi amigo Olluquito".   
(*)2.- Por su privilegiada geografía, la Bahía El Ferrol, de 22 kilómetros cuadrados, es una de las más  hermosas del planeta y su puerto, uno de los más estratégicos para el intercambio internacional. En la épocas pretéritas al año 60, la Bahía El Ferrol, era una área de gran potencial ictiológico y marisquero, despensa natural de los chimbotanos, énclave turístico y bahía hermosa. Sin embargo, nada de estas condiciones sobresalientes iluminaron la mente de nuestras sucesivas autoridades para evitar su deterioro, permitiendo que en su costa se instalen fábricas pesqueras y manufactureras, que arrojan su desagües a la bahía, al igual que la Empresa Siderúrgica, los hospitales y los astilleros. Finalmente, el crecimiento poblacional de nuestra ciudad, que no cuenta con un sistema adecuado de eliminación de aguas residuales, precipitó su deterioro paulatino. Años recientes, en el gobierno del Dr. Alejandro Toledo Manrique, se hizo el intento de restablecer el ecosistema de la bahía, declarando de interés nacional la solución integral de los problemas de contaminación y destrucción de la Bahía; para ello, con el Decreto Supremo Nº 005-2002-PE se creó la Comisión Técnica Multisectorial de Alto Nivel (CTM) presidida por el señor Julio  Gonzales Fernández, encargada de proponer el indicado plan;  a fines del 2002, la CTM, solicitó la cooperación técnica a la Agencia de Cooperación  Internacional del Japón - JICA, la cual aceptó brindar cooperación técnica para el referido estudio. JICA, con el apoyo de 9 consultorías, tuvo listo el "Plan Maestro y Planes de Mediano y Corto Plazo" para la recuperación de la Bahía El Ferrol, en enero del 2004 (ver Diario Regional "Las Últimas  Noticias", de Chimbote, Jueves 15.01.04, pág. 05) en dicho informe final, se determina que nuestra hermosa Bahía El Ferrol, había acumulado en su fondo un fango de 2 metros y medio de alto de sedimento tóxico contaminante y que las hélices de las naves al rotar en el mar removían este fondo espeso y salía a la superficie manchas negras con olores fétidos irrespirables y contaminantes. 

          

3 comentarios:

  1. Y me pregunto yo ¿ Porque el sudonimo de OLLUQUITO ?

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  2. wilfredo gutierrez28 de julio de 2014, 5:32

    Se lo pusieron unos armadores españoles, al verlo con su portavianda almorzando, ya que ese dia le tocaba tan agradable comida. Un poco avergonzado les abrio parte de este utensilio para que vean su almuerzo, a lo que ellos desde ese dia, cada vez que lo veian, lo llamaban OLLUQUITO. Esto me relato el mismo Sr. Eudocio Martínez Torres.

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