martes, 20 de septiembre de 2011

Raúl Quijano"El Lunarejo"(Relatos del mar) - Bitacora 13

Chimbote: La pesca de ayer
El Lunarejo
Escribe: Hugo Tafur
        (peruano)
Es de madrugada, una tenue neblina arropa con brocados de seda la bahía. El fondeadero de La Caleta muestra la rutina de siempre... mar sereno, lanchas atadas a sus fondos meciéndose perezosamente... de rato en rato, la quietud de la rada es rota por el chapoteo de los remos que cual brazos flacos se introducen en el agua para hacer avanzar una chalana, pequeña embarcación de madera, que pesada, se desplaza lentamente en la madrugada transportando tripulantes desde el muelle hasta sus lanchas. Otros pescadores previsores, han preferido venir a sus “cachos” (lanchas) a “empapayarse”(dormir) temprano y no quedarse dormidos en sus “jatos” (sus casas).
-     ¡Chalana!.. ¡Chalana!.. ¡Charo, de mierda apúrate!.. grita un impaciente pescador.
-     ¡"Sol y sombra"… "sol y sombra"!.. Aparecía "el cholo" acriollado, empujando reciamente los remos de su chalana.

El bromearse, el burlarse y a veces decirse una respuesta soez, es normal, una constante en la vida del pescador... los tripulantes que recién se embarcaban en sus lanchas,  eran víctimas de “pullas” y “batideras”, de los que quedaban en la chalana transporte:
-     Duerma tranquilo compadrito… que en el “jato” ya llegó el “cachudo” a cuidar a la patrona”… ja ja ja.
Picado el que recién llegaba, “batía” a los que estaban durmiendo en los camarotes:
      -    ¡Puta, estos no tienen casa!.. ¡Compadre “Zarcillo”, lo han botado temprano del “jato"!
      - Otro, más sarcástico, agregaba desde su camarote: “¡No!.. hoy, le tocaba al “cachudo”… ja ja ja.
Como dijimos, esta expresión festiva, es clásica en la vida del pescador, pareciera que de alguna forma se relaciona con la incertidumbre del mañana… y así aligeran o dispersan esa carga emocional del peligro, que se inicia al trasponer la borda de cada embarcación… pues son concientes, que las condiciones en que se desarrolla su labor, es violentamente insegura y que la muerte ronda en cubierta… decenas de casos lo confirman.

De pronto, el fondeadero despierta, se torna en un laberinto de ruidos, se prenden las luces de navegación de las embarcaciones y los motores cual gigantescos guerreros, despiertan lanzando su grito de guerra dispuestos a la lucha; los patrones golpean el puente, convocando a la tripulación de guardia:
-       ¡Vamos, “gallada”…levanten fondo!
Aquí y allá se entremezcla el traqueteo de las cadenas deslizándose por las rondanas que levan el ancla. Los gritos de ¡Lleva! ¡Arrea!...se escuchan por doquier... igualmente, el arrastre y tintineo de las cadenas que son adujadas en la cubierta de la proa, junto al ancla.

Finalmente, liberadas del fondo que las inmobilizaba en el fondeadero, las embarcaciones pesqueras, con velocidad al mínimo, abandonan la  rada de “La Caleta”; una tras otra, van “La Céfira”, “El Aguila”, “Tenacity”, “Flor de Chimbote”, “Ana”, “Luz”,  “La Gaviota”, “El Piquero”, “Calipso”, etc. Las luces de navegación de cada una han sido prendidas, configurando un espectáculo de farolas, es un desfile de vida, fe y esperanza. Todas se dirigen a la “Bocana Chica” y algunos a la "Bocana Grande", al  trasponerlas, se deja atrás la hermosa "Isla Blanca" y el imponente "Cerro de la Juventud",   a la vista nuestra cuarta región, el Mar de Grau, abierto, inmenso... Los motores al ser exigidos a su máximo, lanzan un ronquido extenso como un grave aullido,  rumbo a la zona de pesca; por su reconocida velocidad, “La Flor de Chimbote”, con el “Tío Merfi”, navega a la cabeza de la lanchada, entre ellas “La Islay”, lancha de fierro con popa redonda, de propiedad de la Pesquera “Santa Martha”, de los Del Río – Málaga... su patrón, un joven y experimentado pescador, a quién los propietarios le han otorgado la alternativa confiándole la embarcación, su nombre: Raúl Quijano Delgado, conocido como “El Lunarejo”. El pelao, a fuerza de trabajo honrado, se hizo patrón, siendo niño conoció la necesidad, con mucho empeño junto a su hermano Mabel, paliaron la pobreza del hogar tejiendo esteras desde la madrugada, hasta sentir que se les rompía el espinazo; apenas pudo, aprendió el arte de la pesca y se incorporó al mar, junto a su cuñado Samuel Obeso Rubio, el mejor "Capi" de la empresa, la oportunidad le sonreía y no la desaprovecho. Por entonces, la pesca era casi costera, los boliches no eran muy altos y se recogían sobre la cubierta de la embarcación a pulso, moño al centro o abracándolo todo con estrobo.

“El Lunarejo”, nunca olvidó su procedencia, cuando armó su tripulación para “La Islay”, dio oportunidad a pescadores experimentados y muchos jovenes que se iniciaban: El “Negro Acazuzo”…, Armando “Challe”, “El Calvo” García, “El Casmeño”, Octavio "El Gansito" Irribarren, Julián "El Zarcillo" Ramírez, Mabel “El Cojo” Quijano (hermano de Raúl), Telmo "El Flaco" Orrillo; Eudocio "Olluquito" Martínez Torres, “El Gatito”…, Simón "El Doctor" Obeso, “El Chino Rajao”… y otros, que escapan a mi memoria. Tripulación que era “brava chambeando”, se rompían bien… pese a las maniobras peligrosas que se efectuaban a la hora de secar las grandes bolsas de pescado...  y Raúl, “El Lunarejo” Quijano, fue creciendo en prestigio, pronto fue un "capitán" considerado en la Pesquera "Santa Martha". “La Islay” venía “sopa” (cargada al límite) los más de los días, lo que satisfacía y ponía muy contento a César Del Río, Miguel Bossio y Jaime de la Flor, funcionarios que habían confiado en el novel patrón.

Por esa época, ocurrió una anécdota que siempre la recuerdo y que para la gran mayoría pasó desapercibida: El gran gurú de la pesca peruana, Luis Banchero Rossi, había sofisticado la forma de detectar el cardumen, usaba para ello una avioneta que sobrevolaba el mar y ubicaba los bancos de anchoveta, luego, el piloto desde el aire, daba las instrucciones a la lanchada de su compañia y estas se dirigían hacia el lugar, pescando con éxito, mientras, muchos retornaban a puerto "volando alto"; pronto, "el acertijo" fue resuelto, por los avispados patrones de otras compañias, ya que las coordenadas del "Gringo", eran trasmitidas en una frecuencia de radio que todos podían captar, asi que el informe privado se convirtio en un secreto a voces,  y la lanchada de Banchero, siempre tenía compañia que les disputaba "los morados". Así, un día, que estaba amoscado, el "Gringo", porque posiblemente había recibido una reprimenda, antes de volver a su base, bien entrada la tarde, trasmitió con mucho entusiasmo: ¡Morado!.. ¡morado!.. ¡morado!.. y dio las coordenadas; está demás decir, que al día siguiente, un buen número de incautos cayeron en el engaño... mientras la lanchada de Banchero, y los que los siguieron, frente a Salaverry, cargaban sus embarcaciones.

La rutina de la pesca de anchoveta se cumplía más o menos así: Al amanecer, entre oscuro y claro, comenzaba a percibirse pequeñas “saltaderas”, los proeros, muy atentos, oteaban las manchas del cardumen plateado, estableciendo su dirección de nado por la estela de gorgoreada que dejaba y el patrón en el puente, estimaba la cantidad por lo que le marcaba la ecosonda, mandando arrear si era una mancha considerable. En esa época abundaba la anchoveta, era bien raro “pajearse” (no cercar nada), dos calas o en el peor de los casos tres, bastaba para cargar la embarcación. Después de secar la bolsa, con veloces y oportunos moños al ritmo de la marejada, se estrobaba y se llevaba con el gancho del sencillo, luego de esta ardua y peligrosa tarea, se procedía al envasado; por entonces, esa labor, se hacía con “chinguillo” o “hula hula”, todos se mojaban bien, expuestos a las inclemencias del tiempo, pero eran momentos gratos. No estaba popularizada la ropa de agua y se trabajaba solo en trusa y polo... algunas escamas, adheridas al cuerpo que llevábamos a casa,  daban cuenta de la dura labor. 

Uno de esos días que uno esta “piña”, "con el santo de espaldas",  desde que amaneció, “El Lunarejo”, se comía el mar pampeándose, pero no se encontraba nada, transcurrió la mañana y la situación no variaba un ápice. Para empeorar el asunto, la neblina se metió bien espesa, la lanchada comenzó a divagar. “La gallada” se pasó la mañana “hueveando", jugando casino y apostando minucias, otros durmiendo y comiendo  “como músicos”…
-    Como siempre, palomilla “El Chino Rajao”, sacó la cabeza del camarote y le sugirió al patrón: ¡Ya Raúl, dale a puerto! Para ir temprano "al sitio” a ver a la Pocha… ja ja ja
-    El “Calvo” García, agregó a la chacota: ¡Compadre, vamos para sorprender al  cachudo!… originando una gran carcajada de toda la tripulación.

“El Lunarejo”, siguiendo el ejemplo de su cuñado, Samuel Obeso Rubio, no se rendía así nomás: "sin pesca, ni hablar"; al final, hacía una de sus sorprendentes cábalas: Abría la mano izquierda, escupía en ella…y con la mano derecha hacía una cruz y luego le aplicaba un golpe como de karate, la dirección con que salía la baba, era el rumbo que elegía para “jugársela” y hacia allá se dirigía, y vaya, que en más de una ocasión salvamos de “troncharnos”, en la dirección así elegida al azar encontrábamos pesca...

Ese joven patrón, Raúl Quijano Delgado, de extracción humilde, supo a fuerza de trabajo duro y previsor, construir su futuro exitoso. Hoy es armador pesquero, cuya compañía da trabajo a decenas de pescadores que laboran en sus embarcaciones, “Don Raúl”, “Dorita”, “Dora del Pilar” y “Pilar” y también en sus oficinas y campo donde arman y reparan boliches pesqueros. Raúl, es en suma, eficiente  hombre de mar, exitoso armador pesquero y feliz padre de familia, cuyos hijos se han sumado a la administración de su compañía.

Con esta crónica, quiero rendir homenaje, a los bravíos hombres porteños que con su esfuerzo y coraje en el mar de Grau, labraron la grandeza de Chimbote, elevándolo en el orbe, con el reconocimiento de “El Puerto Pesquero más Grande del Mundo”. En la persona de Raúl Quijano Delgado, mi amigo, mi profundo agradecimiento y gratitud, por que al ser requerido por un jovencito de apenas 16 años para un puesto de trabajo en la nómina de su tripulación, no dudó en aceptarlo y otorgarle su confianza, aceptándolo como tripulante. Ese imberbe jovencito, era yo... Pasado los años, a veces siento nostalgia por el mar y cuando me permiten los días no laborables de la empresa siderúrgica donde laboro actualmente, me embarco para reactualizar mi admiración y cariño por el Mar Peruano... para ello, mantengo actualizado mi carnet y libreta de embarque... aunque mi madre enterada de estos furtivos retornos, me ha rogado que ya no lo haga... tiene temor que me pase algo malo... la escucharé, no quiero angustiarla...
Nota: El fragmento, donde relato como embarca Raúl, a mi amigo Eudocio Martínez, como tripulante de la lancha “Islay”, lo he transferido a la crónica “Mi amigo Olluquito”, escrita el 29.01.1991.

Chimbote, Enero 08 de 1991
Primera Publicación: En el Periódico “Ultimas Noticias” 
Chimbote (16.01.94)
Segunda Publicación: Diario “Las Últimas Noticias”
(Lunes 22.12.03) Pág. 10
Revisada para el blogger (JAPÓN 31-20110920) Tochigi Ken   
   

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