Por: Hugo Tafur
(peruano)
Estamos a fines de septiembre, y la estación de otoño se anuncia bastante cruda aquí en Japón, fuertes vientos helados han comenzado a remecer los árboles, desbaratando sus follajes y sembrando las calles aledañas de las ciudades con millones de hojas secas que van y vienen según el capricho del viento y los pequeños remolinos que se forman. Es un día gris que ensombrece el ambiente, tornando el paisaje urbano en una visión incolora y fría que decide a no salir de casa, para protegerse de las inclemencias del tiempo. Por añadidura, una persistente lluvia inesperada por cambio de rumbo del tifón, termina por demoler el pronóstico del tiempo anunciado en la televisión... caprichos de la naturaleza.
(peruano)
Estamos a fines de septiembre, y la estación de otoño se anuncia bastante cruda aquí en Japón, fuertes vientos helados han comenzado a remecer los árboles, desbaratando sus follajes y sembrando las calles aledañas de las ciudades con millones de hojas secas que van y vienen según el capricho del viento y los pequeños remolinos que se forman. Es un día gris que ensombrece el ambiente, tornando el paisaje urbano en una visión incolora y fría que decide a no salir de casa, para protegerse de las inclemencias del tiempo. Por añadidura, una persistente lluvia inesperada por cambio de rumbo del tifón, termina por demoler el pronóstico del tiempo anunciado en la televisión... caprichos de la naturaleza.
Aquel viernes, fin de semana laboral en la fábrica, la jornada terminó a las cinco de la tarde. Apenas sonó el timbre, los trabajadores abandonaron presurosos las instalaciones; sólo se quedarían en ella, unos cuantos convocados para laborar en sobretiempo, con la finalidad de hacer mantenimiento, limpiando los sistemas de aire acondicionado y dejar en orden los materiales de la línea... La planta en general, poco a poco fue quedándose a oscuras, al irse apagando la iluminación de las distintas áreas. Al terminar la jornada de sobretiempo, Taira san y Pedro Fukuda, se dirijieron hacia el vestidor para cambiarse la ropa de trabajo, ponerse algo de abrigo y retirar sus pertenecias; mientras, sus pocos compañeros, desaparecían en grupo rumbo a la salida de la fábrica... el tiempo se presentaba inestable, había que llegar pronto a casa.
Terminado de mudar sus vestimentas, los dos amigos procedieron abandonar su área de trabajo, en el camino, iban cumpliendo la recomendación de ir apagando las luces de la zona, la misma que sin iluminación y sin actividad laboral se iba sumiendo en tétrica penumbra y en acentuado silencio, tanto así, que permitía escuchar el eco nítido de sus pasos sobre las tapas metálicas de los ductos y el arrastrar de los pies para no tropezar. Pedro Fukuda caminaba detrás de Taira san, ya que siendo nuevo en el área, el japonés conocía mejor el camino hacia la puerta de salida y de este modo evitaba colisionar y golpearse.
A partir de ese momento, ambos se sintieron poseídos por algo extraño, habían visto abrirse y cerrarse la puerta de ingreso del personal y habían escuchado con nitidez unos pasos presurosos, le pareció todo tan raro e inexplicable... Taira san, mecánicamente extrajo su encendedor para delatar su presencia, más al tratar de encenderlo fue incapaz de lograrlo, una fuerza invisible lo tornó torpe y no pudo hacerlo... tal situación, les hizo experimentar una sensación de miedo y un temblor estremeció su cuerpo. El presentía algo anormal pues los bellos de sus brazos y sus cabellos estaban erizados. Pedro Fukuda, por su lado, vivía estupefacto la experiencia, con voz temblorosa que delataba el momento que pasaba, casi paralizado de miedo susurró al oído de su amigo: "Taira san ¿que pasa?"... Taira san no respondió, hacía acopio de sus fuerzas que amenazaban con abandonarlo, sus nervios estaban crispados y un sudor frío circundaba su frente. Pedro estaba al borde del desmayo... Sólo faltaban unos metros para alcanzar la puerta de salida y Taira decidió superarlos…con voz carrasposa y casi inteligible le dijo: "Vamos, Pedro"...
Antes de reanudar la marcha, su mano temblorosa extrajo de su cazadora un paquete de cigarrillos y cogiendo uno de ellos se lo llevó autómata a los labios, más cuando por fin hizo fuego con su encendedor... un soplo venido de la nada por encima de su hombro, apagó la llama... fue en ese momento, que se percató que un fétido olor inundaba el ambiente, sintiendo a su vez, como que flotaban, una fuerza miteriosa los había elevado haciéndolos flotar sobre el piso... estaban en éxtasis, más perdieron la conciencia y la noción del tiempo... Cuando la recuperaron, estaban en el piso, como si hubieran dormido junto a la puerta de entrada y salida del personal. Taira san, se puso de pie y trató de mirar en la penumbra, por unas rendijas ingresaba la luz de las farolas, descubriendo a Pedro, que se ponía de pie, más al observarlo, vio que Pedro Fukuda, en medio de la oscuridad manifestaba una figura iluminada, y un rostro que reflejaba terror, sus ojos redondos brillaban como espejos. En su pánico, Taira san, aun pudo reflexionar en su confusión, había que abandonar cuanto antes la fábrica, invadida en esos momentos según consideraba, por fuerzas espirituales inicuas.
Unos metros más allá, desde su cabina de control donde se guarecía de las inclemencias, un policía los saludó extrañado mirando su reloj, eran las doce y diez de la y noche, ignoraba que aun quedaba personal en esa zona…Para Taira san y Pedro Fukuda , será para siempre un enigma lo que les pasó…ellos salieron a las siete y cuarto de la noche y nunca sintieron que hubieran transcurrido tanto tiempo atrapados por espíritus inicuos… nunca se lo explicarían ¡Oh, misterio!.
Japón-Tochigi Ken, 22 de diciembre de 2008
Archivo BITACORA 13 (JAPÓN 33 - 20081222) Ohirashita
Archivo BITACORA 13 (JAPÓN 33 - 20081222) Ohirashita
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