viernes, 27 de julio de 2012

Crónicas del mar: ¡Lleva!..¡Arrea! - Bitácora 13


Atardecer en la Bahía "El Ferrol" de Chimbote-Perú
(Foto de Internet)
Relatos del mar:
¡Lleva!.. ¡Arrea!

Escribe: Hugo Tafur
         (peruano)
La tarde de candente sol iba llegando a su fin, un marco portentoso de colores rojizos en el cielo y en las nubes que parecían envueltas en fuego plasmaba un cuadro fantasmagórico sobre la superficie de un mar sereno. Los delfines juguetones se enseñoreaban en su hábitat, desplazándose a alta velocidad en la proa de las lanchas que empezaban a  retornar a puerto, cruzándose y haciendo mil piruetas a flor de agua, mientras millares de aves marinas precedidas por pesados pájaros “cochos” retornaban en bandada a su isla al acercarse la noche. En lontananza, el sol, rojo de ansiedad se aproximaba con suavidad a la mar, para despedirse como todos los días desde hace siglos, con ese largo y apasionado  beso que se dan al coincidir en la línea de horizonte.

Hacía tres días que la lanchada no encontraba el preciado pez plateado, los bancos de anchovetas habían desaparecido como por arte de magia, especulándose entre los pescadores que se debía al ingreso de una gran masa de agua caliente que  desplazaba poco a poco la Corriente de Humboldt, fenómeno natural que proporciona las condiciones marinas apropiadas para la vida del cardumen. Un día más, las embarcaciones, retornaban a puerto “volando alto”, “troncha”, con sus bodegas vacías “más altas de cuando partieron”, decían los pescadores burlándose de su mala fortuna, pues víveres y petróleo se habían consumido “pampeándose” por el mar.

En estas circunstancias, obrando con la sabiduría que le otorgaba sus años de pescador, el viejo Julián “Zarcillo” Ramírez patrón de la lancha “Virú 7”, detuvo su embarcación considerando que se encontraba en un punto medio de la lanchada que exploraba el mar “por arriba”, “por afuera” y “por abajo”, sin encontrar nada. Había que ahorrar combustible y se puso “a la ronza” para una orientación final con los reportes que por la radio hacían los capitanes de las embarcaciones punteras -¡Nada, no encontraron nada!... Sin embargo, esa afinada intuición de “lobo de mar”  le sugería algo ¡Pero, donde!... ya la noche iba ganando al día, sembrando con penumbras el ambiente. La temperatura cambiaba con ese aire frío del anochecer y algunas aves marinas, inquietas, se negaban a seguir volando hacia su isla posándose sobre la superficie de las aguas ondulantes. El viejo Julián sintió sueño y bostezó, luego pensó para sí: “Que vergüenza ¡carajo! Otra vez “troncha”… así me van a quitar la lancha”.

Desde el puente de la embarcación y desde el lugar en que se encontraba al garete, cerca de la Isla Guañape, vio de retorno al puerto un grupo de embarcaciones que venían “de abajo”, cuyos tripulantes les gritaban la invitación: “¡Vamos, a puerto!...mañana será otro día”. El curtido hombre de mar arrió su esperanza y minutos después se daba por vencido… “¡Vamos, pues!... esto se jodió” –le dijo, al hombre de guardia, que subió al puente para conducir la lancha al puerto-  y comenzó a girar suavemente “la caña” de la nave para ponerla proa a la mar, como maniobra apropiada para deshacer el cabecero y subir la panga por popa, cuando … en la oscuridad de la penumbra que ya invadía todo el océano, le pareció percibir un rayo de luz que incendiaba la superficie del mar donde se encontraba. Rápido, palpitándole con fuerza el corazón por la sorpresa, bajo la marcha y echó a funcionar el ecosonda, no se engañaba, el blancor percibido era real, había levantado pesca...
La tripulación desprevenida en su mayoría -los que no estaban de guardia- ya le sacaban punta al sueño, cansados de no hacer nada (pero es cierto, la inactividad agobia en el mar) dormían plácidamente convencidos que volvían “tronchas”… cuando ruidos sordos producidos por golpes en el techo del camarote (que es una forma de comunicación de alerta, en la pesca) rompió bruscamente con su sueño… escuchando la voz del “Trompa” que gritaba: ¡Vamos, gallada!... ¡Listos, listos!... tan pronto como podían vistieron sus impermeables amarillos y salieron a cubierta, algunos incrédulos renegaban “¡Puta, el “Zarcillo” ta` loco!.. ¿Qué va calar?... como se “pajée”, que levante el solo el boliche”; otro que había estado en el puente, le informó, “¡No compadrito, había un blancor enorme!..” no terminó lo que iba a decirle, cuando se escuchó la voz grave del  patrón: ¡Arrea!..¡Arrea, carajo!... soltaron la retenida y cayó la panga con dos pangueros… y el Julián, cazurro en esta lid, con toda la experiencia que le daba sus años de pescador,  comenzó a diseñar a toda máquina una hermosa “U”, guiado solamente por las señales que con una literna le hacía uno de los pangueros… corcho, cenefa, paño, plomo, anillas y gareta volaban de cubierta para luego caer al mar, los tripulantes con la luz mortecina de cubierta, cuidaban que todo saliera bien, el cerco estaba tendido… era cuestión de esperar...

Poco a poco, la “Virú 7” guiada con destreza, fue perdiendo velocidad hasta que llegó junto a la panga, se prendieron todas las luces de cubierta, rápidamente salieron los jibilay y “tuchos” lo pescadores hicieron retenida al cabecero y comenzaron engaretar… el patrón desde el puente miraba con "ojos de águila" la bolsa… no estaban en la mitad de la maniobra y embistió una saltadera infernal de anchovetas que amenazaba incendiar el boliche, todo el corcho era sacudido por el ataque de los peces en estampida, diseñando esta confusión en el agua una hermosa pintura relumbrante de fósforo y sal... Dos bolsas, ordenó Julián y así se hizo.

En la oscuridad de la noche y en la soledad del mar, una veintena de lanchas que venían a la zaga, desilusionados, sin pesca, se les cambio su suerte… ahora secaban sus bolsas, con esa letanía que en la pesca, es casi siempre una voz de triunfo: “¡Lleva!.. ¡Arrea!”... Mientras chirría el cable del "sencillo" en la patesca y el "winchero" se quema las manos en el tambor del winche...  terminado el secado, la enorme manguera del absorbente succiona el plateado pez de la bolsa a las bodega de la embarcación, en medio de la alegría y chacota de la tripulación… Así es la pesca, un día “Troncha”, puede transformarse de un momento a otro en una bendición. Poco después, panga en popa, “sopa”, bamboleándose pesada, lavada su cubierta por constantes olas, navega a toda máquina la “Virú 7”, rumbo al puerto... en medio del jolgorio de los tripulantes.

Con esta crónica, quiero recordar a: Julián “Zarcillo” Ramírez, gran amigo de mi época juvenil en el mar, donde navegamos junto a entrañables y leales compañeros como: Luis “Peladilla” Fiestas Lamas, Octavio “Gansito” Irribarren Vásquez, Telmo "El Flaco" Orrillo, "El Calvo" García,  y tantos otros, que escapan a mi memoria...  Donde se encuentren, un gran abrazo para todos.

Chimbote, 25 de agosto de 1988
Archivo Bitácora 13 (19880825) Chimbote
Revisada para el blogger (JAPÓN 49-20120727) Tochigi Ken     

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Mi estimada Keyla: Gracias por leerme y gracias por tu opinión... sí, es suficiente, una sola palabra basta calificar una crónica e impulsar a su autor a seguir publicando las que vieron la luz y se quedaron en el portal de los diarios de ayer, muy amable.Saludos. Hugo Tafur (Japón, Lunes 1º,10.12) Hora 15:45

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