lunes, 29 de abril de 2013

EL DERECHO DE NACER - Bitácora 13

Ley sagrada
El Derecho de Nacer

Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Hoy, al llegar a mi oficina del diario, fui sorprendido por la presencia de dos mujeres jóvenes que me interceptaron en la puerta y me rogaron que las escuchara. La más joven, apenas tenía 18 años y la amiga que la acompañaba 21 años -esta última, era la más expresiva- ya en mi oficina, más serenas, las invité a que me contaran el problema que las traía, a una seña de la mayor, la menor me refirió: “Tengo 18 años y estudio el primer año de Derecho, en Trujillo; hace cuarenta y cinco días, que me di cuenta que estaba embarazada, lo que me sorprendió y me dio mucho miedo, pero igual, se lo comuniqué a mi novio que tiene 20 años, quién recibió la noticia con mucha alegría, actitud que me fortaleció, para poder enfrentar el problema; sin embargo, el verdadero problema recién se ha manifestado, a partir, que mi novio hizo conocer nuestra situación a sus padres. Ellos, se negaron rotundamente aceptar mi maternidad, más luego cambiaron, y con ruegos me pidieron que me sometiera a un aborto, con el argumento que su hijo es muy joven para asumir tal responsabilidad, ante mi firme negativa, en los días subsiguientes se mostraron muy agresivos, para luego nuevamente cambiar, mostrándose amables y comprensibles. Ayer, fui invitada almorzar con ellos, más al estar a punto de salir hacia su casa, fui advertida por uno de sus familiares que no lo hiciera, pues tenían el plan de darme unas pastillas para hacerme dormir y en esas condiciones, ser conducida a un aborto. La verdad, es que tengo mucho miedo, sin embargo estoy decidida a defender la vida que llevo en mí vientre, así sea sola… ya que mi novio, cobardemente, desde que sus padres intervinieron, se niega a verme y apoyarme.”

Cuando se retiraron, lo hicieron menos nerviosas, más serenas y caminando con la seguridad de haber encontrado nuestro apoyo y de nuestro Diario… sentí mucha satisfacción el haber apostado por la vida... el médico que llevo desde mi niñez, salió en defensa de esa criatura inocente que incubada en el antro materno de una madre valiente, reclamaba el sagrado derecho de nacer… el drama que conocí en mi niñez y que me hizo optar para siempre por el deseo de ser médico se repetía de alguna manera; dicho anhelo, nació en medio del afán de mis mayores por proveerme lectura, había aprendido a leer muy temprano y ellos querían seguir incentivando ese hábito, suministrándome libros de la colección de Emilio Salgari, Thor o Juvenil Cadete. Un buen día, mi madre, encontró en folletos todos los capítulos de la novela “El Derecho de Nacer”, del compositor y escritor cubano Félix B. Caignet, al leerla, me impactó tanto la historia que la leí varias veces de principio a fin… y en cada nueva ocasión, mi deseo por ser médico se acrecentaba, confirmándose, cuando llevada al cine (1952) años más tarde, especté la película en blanco y negro: “El Derecho de Nacer”, protagonizada por Jorge Mistral, Gloria Marín, Lupe Suárez, etc.

El argumento publicado 1948, se ubica en la primera mitad del siglo en Santiago de Cuba. La cinta se inicia, con un diálogo que me voy a permitir transcribir y que en buena cuenta sintetiza lo voluble de nuestra sociedad, la manera egoísta, superficial, irrespetuosa e inhumana, con que ve la vida en el interés de esconder la decadencia moral y pasar por dignos y respetables. El diálogo ofrecido, es sostenido por el doctor Alberto Limonta y la joven María Teresa, esta última, perteneciente a la rancia aristocracia cubana de esa época, quién busca al médico amigo, para que le ayude a esconder la vergüenza de tener un hijo sin haberse casado, practicándole un aborto, del cual, de hecho, no sentía ningún remordimiento :

-         Doctor, usted es el médico de mi familia, conoce nuestras relaciones… el lugar    que ocupa en sociedad; por todo eso, por mi familia, por la sociedad a la que pertenezco, vengo a suplicarle que salve mi honor o seré capaz…
-         ¡María Teresa!..
-         No podría soportar el desprecio de todos… mi propio desprecio, si llegara a nacer... ¡Compréndame! Dese cuenta de mi situación, vine a buscar al médico, al amigo…
-         ¡Y al asesino!
-         ¡Pero doctor!
-         ¡Al asesino, he dicho! Viene a buscarme, para que en nombre de un sociedad mentirosa y falsa, mate a un ser que tiene derecho a nacer, a vivir la vida que usted y su cómplice le dieron en un momento de egoísmo o de vicio.
-         ¡No doctor, de vicio no!.. Fue una locura de amor, ceguera de amor…
-         ¡Locura! ¿Ceguera de amor? Por que no lo llama mejor ¡perversión moral! Porqué en vez de querer asesinar a un inocente… no queda bien ante Dios y ante el mundo, casándose con el padre de su hijo.
-         Se trata de un hombre casado, para quién el divorcio es imposible… No soy digna de piedad.
-         ¡De piedad no, María Teresa! Digna de admiración, tener un hijo, es recibir la condecoración divina que pone Dios en las entrañas de la madre.
-         ¡Sí! Pero en mi caso no es posible doctor… ¡Tiene, que librarme del escándalo! ¡Tiene, que salvarme!
-         ¡Qué la salve!.. cometiendo un crimen... ¡De ninguna manera, María Teresa!.. Las madres deben querer a sus hijos desde que lo conciben, sus entrañas deben ser la primera cuna y los latidos de su corazón, la primera canción de arrullo… ¡Perdóneme! Perdóneme, mi exaltación.. pero… es que le hablo como hombre que tiene cicatrices muy hondas, que por extrañas coincidencias, cumple con el deber sagrado de defender el sagrado derecho a la natalidad.
-         Pero usted que es bueno y generoso, impedirá que una mancha horrible caiga sobre mi honra…
-         Ni su honra, ni su conciencia podrá limpiarse nunca… hasta las fieras más sanguinarias dejan que nazcan sus cachorros… ¡Aprenda, María Teresa! Siga el ejemplo de las fieras.
-         Esos escrúpulos de conciencia, debe acallarlos ante las leyes de la sociedad que no perdona escándalos.
-         ¡Al Diablo, la sociedad!.. Ella conciente crímenes como los que usted me propone. Si deja nacer un hijo del amor... lo arrojará de su seno, pero en cambio, la seguirá mimando si por medio de ese crimen malogra la maternidad…
-         ¡Basta doctor, basta!.. Acabaré por enloquecer de vergüenza y desesperación…
-         Tengo que seguir martillando en su conciencia… ¡Para convencerla! ¡Para humanizarla!.. Es mi deber, no sólo como hombre y como médico, sino como compañero de infortunio de ese hijo, que usted no quiere que viva…
-         ¡Usted, usted doctor!…  
-         ¡Sí, yo María Teresa!…No querían que yo naciera, todos unidos en un haz criminal e inhumano, me negaban el más sagrado de los derechos: ¡El derecho de nacer!

Luego de ese accidentado diálogo, el doctor Alberto Limonta, le relata a María Teresa, la historia de su vida y las vicisitudes que tuvo que pasar su madre: "María Elena del Junco, perteneciente a una de las familias más acaudaladas de Cuba, se enamoró de Alfredo Martínez, de cuyo romance resultó embarazada... éste, en lugar de asumir su responsabilidad, de manera cobarde la abandona. Al enterarse su padre, don Rafael del Junco, sobre este embarazo que consideraba una vergüenza para su casa, reacciona con furia y a fin de ocultar el estado de su hija, lo aleja del lugar, escondiéndola en su cafetal de Palma Soriano, junto a su nana, la buena y fiel “Mamá Dolores”. En ese lugar, lejos de la ciudad, nace el hijo de María Elena, para el cual su abuelo tenía planes siniestros, ordenando a Bruno, su capataz, la muerte y desaparición del bebé. Una noche, en un descuido de María Elena, Bruno, se lleva al niño para matarlo, al descubrir la buena negra, “Mamá Dolores”, que el bebé había sido raptado y sospechando que corría peligro, sale en su búsqueda, impidiendo de este modo, que el capataz ejecute acto tan infame.  

La buena negra, para salvar al niño de las iras de su abuelo, decide huir del cafetal con el niño en brazos... y Bruno, para que don Rafael crea que ejecutó su orden, mata un animal y presenta el machete ensangrentado. Pasan los años, y Alberto Limonta que había asumido el apellido de su madre adoptiva, permanece a buen recaudo en La Habana, donde un buen día el azar, lo pone frente a don Jorge Luis Armenteros, quien se torna su protector y amigo. La casualidad, vuelve a jugar otra carta que lo va acercando a sus raíces... Una fuerte tormenta origina serios accidentes, un anciano es llevado de emergencia a un sanatorio, precisándose  con urgencia sangre para efectuarle una transfusión, al no haber donantes, el doctor Limonta se ofrece salvando la vida de su abuelo sin saberlo. Luego, se da una serie de hechos que hacen aflorar el pasado oculto del doctor Alberto Limonta, quién era visto como un gran médico de prestigio, pero de pasado oscuro, motivo por el cual, era subestimado por la sociedad, sobre todo, cuando se enteran que su madre era una negra; mientras, su verdadera madre, María Elena del Junco, olvidaba su dolor de madre frustrada, como "Sor Elena", en un convento, al cual había huido, debido al mal trato que recibía por parte de su padre .

Los hechos se precipitan, cuando el doctor Alberto Limonta, se enamora de la nieta de don Rafael del Junco, Isabel Cristina -sin saberlo, su prima hermana-, lo que origina el interés por conocer a su madre y es aquí, donde se produce el choque del pasado y el presente, don  Rafael del Junco, se encuentra cara a cara con María Dolores, "Mamá Dolores", la salvadora de Alberto Limonta, donde sale mal parado, avergonzado y humillado en su orgullo, el viejo hacendado don Rafael del Junco, originándosele, una embolia que lo postra gravemente, siendo atendido y recuperado por su médico de cabecera, su nieto. Don Rafael del Junco, después de haber perdido el habla por la impresión de reencontrarse con su pasado de maldad, se recupera y revela a su hija, María Elena, que el médico y amigo de la familia, el doctor Alberto Limonta, es su hijo. Luego se da el rencuentro de Alberto, con sus dos madres, prima el perdón y  finalmente, Alberto Limonta se casa y es inmensamente feliz.

Después de ese relato del doctor Alberto Limonta, María Teresa, reflexiona y decide defender contra cualquier falso pudor y dignidad de una sociedad hipócrita, el sagrado derecho de nacer de su hijo... Les aseguro, que muchos pasajes coinciden, con la decisión de esa joven estudiante de Derecho que un día llegó a mi oficina buscando apoyo y defendiendo el sagrado derecho de nacer de su hijo... Antes de publicar esta crónica, casi doce años después del suceso, con que inicio este relato, llamé a la doctora (...) que vive en Lima y con quién forjé una gran amistad a través de los años, y una vez más pese a la distancia, sentí la gran felicidad y orgullo que la embarga, su "Albertico, el hombre de la casa" como dice ella, es su fuerza moral... Que Dios bendiga a esta gran madre y profesional, que supo hacer de su error de juventud, la razón de su vida. 

Crédito: Todas la fotos que ilustran la crónica han sido tomadas de internet.

Chimbote 17 de diciembre de 2001
ARCHIVO BITACORA 13 (Dic.17.2001) Chimbote
Revisada para el Blogger (JAPON 85-2013029) Tochigi Ken.

2 comentarios:

  1. Extraordinario articulo que pinta de cuerpo entero el valor inquebrantable de una joven mujer, defendiendo lo mas sagrado, EL DERECHO A LA VIDA DE SU HIJO,madre bendita seas por siempre....y mi modesta felicitación para un dechado literato HUGO TAFUR, y para suerte mia,
    mi amigo personal... y le hago llegar mi ferviente saludo amical..ok RAUL MUGUERZA

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  2. Apreciado Raúl Orlando: Gracias por tu saludo, tus consideraciones personales y las expresiones de aprobación a mis notas literarias, las cuales trazo con el alma… quizá pretendiendo hacer de cada una de ellas un hito que sea la huella que deje de mi paso por este planeta bendito, para orgullo de mi amada familia y mis amigos fraternos como tú. Gracias nuevamente, que Dios te bendiga. Un abrazo. Hugo Tafur (Japón-Tochigi Ken, 02.07.13) Hora 19:10

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