viernes, 26 de abril de 2013

Te amaré hasta la eternidad - Bitácora 13

 El poder del amor
Te amaré hasta la eternidad
Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Es la hora tétrica de la noche… en el cielo, la luna en cuarto menguante proyecta débiles rayos acentuando la penumbra en el poblado; en las afueras del pueblo, un ambiente frío y tenebroso plaga con sombras fantasmagóricas los caminos… De rato en rato, se escucha el ladrido lejano de un perro, o de otro que aúlla a la luna, la cual parece moverse en el cenit sorteando nubes oscuras. En el camposanto, pequeñas llamas azules flamean entre las tumbas, dando la impresión de cirios prendidos por las almas en pena que se niegan abandonar el mundo... acrecentando, la macabra idea de espíritus después de la muerte, y generando en los vivos el miedo morboso a transitar tarde de la noche cerca de los cementerios... las tumbas y siluetas de las cruces, imponen en la soledad y el silencio de la necrópolis un mágico respeto.     

En un cementerio de estos, donde yace muerto el amor, las ambiciónes y con el paso del tiempo, convertido en polvo se extingue el recuerdo... fue enterrada un joven mujer. Una mujer, que en vida estaba llena de virtudes y era dueña de una extraordinaria belleza, que terminó por cautivar, al maduro y apuesto varón propietario de las más ricas tierras de la comarca; comprometidos en matrimonio, muy enamorados, sólo contaban los días, horas y minutos que faltaban, para unirse para siempre. La linda criatura, había convertido al sensato y ponderado Conrado Alcántara, en un hombre lleno de vitalidad y alegría de vivir. Él la adoraba, sabía que su vida se tornaría miserable sin ella, y por ello, no escatimaba ni gasto ni esfuerzo para ganarse su amor y su cariño.

Todo estaba listo, el hermoso ajuar que vestiría la novia el día de su boda, cuidadosamente expuesto, yacía en el dormitorio de la bella, quién esperaba el momento para lucirlo. Los amantes vivían su noviazgo en un mundo de ensueño y por las tardes de estío, como dos cervatillos, se les veía corriendo por el campo sobre la hierba, bajo la fresca sombra de los alisos del bosque cercano. Al verlos así, los lugareños opinaban que conformaban una linda pareja y que serían felices… aunque, al seguir la costumbre del lugar y consultar su futuro a la agorera del poblado, esta había profetizado que no se casarían, pues tiradas las cartas de adivinación, advertían de hechos trágicos como resultado de su unión. Esta advertencia pasó desapercibida y pronto fue olvidada, considerándola anecdótica tanto por los familiares, como por los padres de los novios… "¡Nada, pasará!.. "Son alucinaciones de esa vieja loca", se dijeron, y siguieron con los preparativos para el matrimonio.

¿Cuántos hechos, así vislumbrados al azar, en ceremonias misteriosas se han hecho realidad?.. Muchas, y a veces, con consecuencias funestas. Curiosidad imprudente a la que recurren algunas personas,  ante la imposibilidad de proveerse de una explicación racional... el sortilegio, la adivinación, la brujería, es la vía para darse una respuesta a su incertidumbre. Actitud osada, que soslaya a Dios, al pretender conocer por anticipado su futuro, aunque para ello, transiten al filo de la navaja... al borde mismo del acantilado de la locura y la idolatría, donde moran fuerzas sobrenaturales inicuas, que dejan su huella indeleble, en la mente y el corazón de quienes se alejan de la protección de su Creador.

Qué extraño signo persigue a las criaturas humanas, cuando más seguros están de sus planes y proyectos, un viento de contradicción tira al traste todo y modifica sus propósitos. En este caso, dos seres que se amaban entrañablemente y que habían empezado a transitar por el sendero de la felicidad, vieron de la noche a la mañana inexplicablemente alterado todo, que extraña fuerza concurrió para romper sus ilusiones. El límpido cielo del amor, se vio de pronto invadido por nubes borrascosas… la bella joven fue postrada por una extraña enfermedad, que rápidamente lo condujo a la muerte; así un día, cuando la tarde caía, entre cánticos y oraciones, fue conducida en un albo ataúd al cementerio… al terminar el enterrador de tapiar su tumba, un trueno retumbó en las alturas y una lluvia copiosa inundó el ambiente, como si el cielo mismo expresara su tristeza. Una bella flor, había sido tronchada sin explicación del altar de la felicidad.

Con mucha dignidad, el amante novio soportó su dolor, llevando con supuesta serenidad las exequias de su adorada prometida, unos grandes y oscuros anteojos ocultaban sus ojos, impidiendo conocer sus más recónditas sensaciones y sentimientos que le embargaban. Los espejos del alma, no revelaron nada, sólo su actitud serena descubría su perenne homenaje y profundo amor por la muerta..; antes de que la tapiaran en la tumba, se acercó al cadáver, cogió una mustia rosa roja y besándola con unción, la depositó sobre el ataúd que contenía los restos de la mujer amada, mientras murmuraba ininteligibles palabras que nadie entendió, pero que estremeció a quienes contemplaban la escena.

Un día y otro pasó sin conocerse cuál era la condición del novio, que al retornar del cementerio, se encerró a solas con su dolor, nadie sabía nada de él, hasta que un día, en el poblado, comenzó a circular la noticia que en horas de la noche, todos los días, una silueta enfundada en un largo abrigo negro, llegaba al camposanto deteniéndose en la tumba donde yacía el cuerpo inanimado de la joven muerta; gemidos, llanto, suspiros y palabras incoherentes, herían la oscuridad de la noche... helando la sangre, de quién contemplara la triste escena. Era un alma rendida a la desesperación, cuyo único deseo si fuera posible, era infundir vida con su propia sangre al cuerpo inanimado de su amada…

¡Oh!..Insondable misterio y dolor, que perturba la cordura y muchas veces la razón... y así sucedió. Un día que la luna se negó iluminar el firmamento y que la noche se mostró más negra que nunca, el esperpento humano de lo que fue un apuesto varón, se encaminó entre las sombras de la noche como todos los días al cementerio. Ahí, frente a la tumba que contenía los restos mortales de su amada, vació una vez más su dolor, su tristeza y desconsuelo, instando a la muerta en su locura, a cumplir su juramento de casarse con él… la copa rota de su frustrada felicidad, había rebasado el límite de la sensatez y en soliloquio irracional, pronunciaba incoherencias, reiterando su amor y su juramento de amarla hasta la eternidad... exigiéndole su aceptación, que el mismo pronunció positiva… Poseído, con sus propias manos rompió la lápida de la tumba y comenzó a retirar las flores marchitas que estaban tras ella, luego atenazó el féretro y lo extrajo con inusitada ansiedad, finalmente lo abrió y con delicada actitud hablándole con ternura, tomó en sus brazos el cadáver de su amada y besándola la recostó sobre su pecho.

Con ella en sus brazos, imaginando regio cortejo de bodas, se encaminó hacia la casa que había preparado para cuando estuvieran casados; ya en ella, frente a dos cirios mortecinos, la sentó y coronó su rígida cabeza con blancos azahares, pasando luego en la sala sombría a celebrar su boda con la muerta, terminada la ceremonia, en su afiebrada y desquiciada mente, imaginó hacerla suya y la condujo al lecho nupcial, se acostó con ella rendido de amor y hablándole de mil planes futuros, besó mil veces la boca horrible del cadáver de su amada y abrazándose a el… se quedó dormido para siempre... Así termina la historia, contada por un viejo enterrador, de un pueblo de Suramérica.

RECONOCIMIENTO: Crónica escrita en mi juventud, inspirada en la poesía, “Bodas Negras” del poeta y sacerdote venezolano, Carlos Borges (1875- ¿?), la cual fue cantada en tiempo de bolero por Julio Jaramillo (ecuatoriano).
CRÉDITO: Todas las fotos que ilustran la crónica han sido tomadas de internet.

Chimbote 14 de octubre de 1962
Publicada en el diario “Las Últimas Noticias” (Set 1995) Chimbote
ARCHIVO BITACORA 13 (JAPAN 83-20130426) Tochigi Ken

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