martes, 29 de octubre de 2013

LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR - Bitácora13

Lo que el dinero no puede comprar
Escribe: Hugo Tafur
(peruano)

Con las manos en los bolsillos, desalentado, a punto de romper en llanto, Aurelio Mendoza, contemplaba su ruina… Su esfuerzo de toda la vida, se había reducido a grises y negras cenizas humeantes que tapizaban el suelo donde hacía sólo unas horas, funcionaba su próspero comercio… La fina mercadería que ofrecía a su selecta clientela, se había esfumado convertida en humo y hollín… un poco más allá, en lo que eran sus anaqueles de exhibición de losa importada, yacía destrozada esta por el poder del fuego, claveteando dispersa por el piso, en una burla macabra que reseñaba lo efímero y gaseoso que puede ser la riqueza material… La demora de la llegada de los bomberos, contribuyó a que el siniestro tomara cuerpo se propagara y completara su acción destructora, borrando el negocio… Los bomberos, como los médicos, muchas veces llegan solo para certificar el final… Lo que tanto costó levantar, había desaparecido en un santiamén.

Poco después de la tragedia, con el rostro demudado y con la mirada perdida en  sabe que absurdas reflexiones, llegó a su casa, transpuso la puerta, y se abandonó en un sillón de la sala… instantes después, su amada esposa, sorprendida del temprano retorno, salió a su encuentro y al preguntarle la razón, don Aurelio le narró la desgracia, deteniéndose de rato en rato para lamentarse: “¡Adiós ahorros, y planes!”… ¡Adiós esperanza, de una vejez tranquila y sin sobresaltos!”… “¡Me siento, demasiado viejo, para volver empezar!”… “¡Todo, todo, esta perdido!”; ante el evidente desaliento de su esposo, doña Leonor González, intervino, y le replicó reflexiva: ¿Todo? Le pregunto… ¡Todo! Le respondió, con abatimiento, el herido esposo… Sin embargo, doña Leonor, no era una mujer que arriara bandera así por así, comprensiva se acercó al compañero desmoralizado y abrazándolo, le replicó: “Tienes a tu hijos y a mí que te amamos, tienes a tu familia, a tus amigos, tienes salud y dices: ¡Todo, esta perdido!” “Ponte en el caso, que perdieras todo esto y no tu tienda… ¿Qué dirías?”…La sencilla interrogante que le planteaba su esposa, le supo a medicina espiritual, sabia y serena.

Doña Leonor González, acababa de plantear, una verdad indubitable… un punto de vista correcto, que no condenaba al dinero como tal sino por la prioridad que a él le damos… es bueno, trabajar honradamente para obtenerlo, ya que con el podemos comprar nuestro alimento, vestido y comodidades como agua, gas, teléfono, internet, transporte y si nos enfermamos, atención especializada y medicina; sin embargo, no podemos permitir, que el amor al dinero, nos haga olvidar el valor de las cosas principales, y cegados, creamos que de su acumulación resulta la felicidad y la vida misma. El dinero es importante, para solucionar nuestras necesidades diarias, pero no nos da felicidad; esta verdad, a pesar de ser tan simple, no la comprendemos hasta cuando ya es demasiado tarde para aprovecharlo, y el amor a él, nos ha acarreado toda suerte de cosas perjudiciales y deseos insensatos que han precipitado nuestra propia ruina y muchas veces la de nuestra familia cercana. Estas personas que aman el dinero, son frías y harían cualquier cosa por obtenerlo, nunca están satisfechas con lo que han obtenido y como consecuencia, no son felices, y ciertamente no traerán felicidad a otros, ya que el interés por sus semejantes, es casi nulo.    

De pronto, el desalentado comerciante, comprendió que no tenía un punto de vista equilibrado del dinero, que siempre se había preocupado por ganar dinero, y que en ese afán, había perdido de vista las cosas que realmente valen la pena y que no resultan del amor al dinero ó a la costumbre de acumular riqueza… hay cosas, que el dinero no puede comprar, se dijo: Que pasaría, si por causa de la muerte perdiera a uno de mis seres queridos, “qué podría hacer el dinero para devolvérmelo o aliviar mi pena”; “ahora, que estoy viejo, que puede hacer el dinero para restaurar mi vigor juvenil”; “si perdiera la salud, de qué provecho me sería tener una abultada cuenta en el banco”; “de qué me vale, ganarme a medio mundo como importante, si mañana he de morir… cuanto daría por conservar la vida”... De pronto, más grande que su pena, comenzaba aflorar la verdad y la sensatez sobre el valor del dinero, el cual tiene sus limitaciones, porque hay cosas que no puede comprar; como tampoco puede comprar, la devoción de los hijos, el afecto de una madre, un padre, la amistad de los amigos… Que precio tiene, contemplar un amanecer, un atardecer, el bosque, las flores; que precio tiene, escuchar la voz de nuestros seres amados, la risa de los niños, el trino de los pájaros, la música y el entorno de nuestro hogar… Con cuanta  verdad incontradecible, nos advierte la Palabra de Dios, sobre el poder engañoso de las riquezas.

Es engañoso, por que generalmente el que lo busca, no comprende las limitaciones de ésta; es engañoso, porque nunca halla en las riquezas la satisfacción que busca, concluyendo erróneamente para sí, “que lo que el poco dinero no da, la gran riqueza lo logra”; sumergiéndose a partir de allí, en una febril búsqueda de más y más… anhelo, que termina por enceguecer, y que no permite concluir en tan sencilla verdad: Que el dinero puede comprar mercancía, pero no la felicidad. En tiempo pasado, Benjamín Franklin, un hombre que pasó por este planeta concluyó: “El dinero todavía no ha hecho feliz a ningún hombre, ni lo hará. No hay nada en su naturaleza que produzca felicidad. Mientras más tiene el hombre, más quiere. En vez de llenar un vacío, crea uno. Si satisface una necesidad, duplica y triplica esa necesidad de otra manera”. Afirmación que es congruente con lo que escribió un sabio rey en la Biblia: “Mejor es un poco en el temor de Dios, que abundancia y junto con ella dificultad”.

Tenemos frente a nosotros, planteado un gran problema respecto a nuestro anhelo de obtener dinero, con la sabiduría que lo asumamos dependerá nuestra felicidad, y como podemos concluir de nuestro entorno familiar. Reflexionemos siempre, sobre las cosas de valor duradero, sobre aquellas que el dinero no puede comprar: el amor de nuestros hijos, nuestra esposa, nuestros padres, nuestros familiares, nuestros amigos, la salud, el conocimiento y cultura personal etc. Es posible, que día a día, trabajemos duro para obtener dinero… pero preguntémonos: ¿Qué tipo de riqueza estamos acumulando?.. ¿Es la riqueza, que produce satisfacción y felicidad?.. o aquella engañosa y efímera.

DEDICATORIA: A mis queridos y recordados profesores de filosofía de vida: Don Constante Castillo y doña Alina Velazco de Castillo, por el cariño y conocimiento que me impartieron, en interminables reflexiones, siendo Estudiante Internacional de La Biblia (1984). Dios, los bendiga y proteja, donde se encuentren.   

Crédito: Gráficas que ilustran el texto tomadas de internet

Chimbote, 06 de enero de 2003
Publicado Diario “Las Últimas Noticias” (06.01.03) Pág. 8
Revisado para el blogger (95-20131029) Japón

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