martes, 22 de octubre de 2013

EL SAXO SOLITARIO QUE CAUTIVA - Bitácora 13

Murakami san
El saxo solitaro que cautiva
Escribe: Hugo Tafur
(peruano)

Son las cuatro y diez, de una tarde bastante gris, con visos de querer llover... Acabo de retornar del complejo deportivo ubicado a sólo unas pocas cuadras de la casa donde vivo aquí en Ashikaga Shi, y al cual me dirigí, con la tranquilidad que me producía el haberme enterado, de los resultados positivos de mi examen médico. Cuando me dirigí hacia allá, pensaba cumplir con una rutina de ejercicios localizados para los miembros inferiores, son la base del edificio humano y hay que trabajarlos constantemente y hacía varios días que no los ejercitaba, debido al incidente vehicular en que me vi envuelto, y que en algún momento, temí que estuvieran comprometidas las vértebras cervicales del cuello, pero que gracias a Dios, no pasó de un susto, así me lo hicieron saber los galenos japoneses, por lo que sin más pérdida de tiempo quería retomar mi vida habitual dinámica; sin embargo, fue un plan que no pude completar, ya que cuando daba la primera vuelta de calentamiento en la pista de tartán del estadio de fútbol, mi atención fue atraída por una melodía cautivante, emitida por el saxo de un músico japonés, quién en forma espontánea y esporádica, se apodera de uno de los pasajes centrales del complejo deportivo y allí entre los árboles y edificios, llena el ambiente con su música maravillosa.

Como les cuento, no pude eludir el llamado imperativo de su arte, que es ejecutado en su expresión más popular y hermosa, como en otros lugares del mundo, en el teatro de la calle… Hace más o menos dos meses, que no sabía nada de Murakami san y su viejo saxo, así que me dije, si volverlo a escuchar implicaba tener que posponer mi propósito de reanudar mis ejercicios, no lo pensaba más, y paso a paso me dirigí hacia el lugar de donde provenía la música, al llegar, como en el cuento de "El flautista de Hamelín", de los hermanos Grimm, un auditorio extasiado y silencioso de personas dispersas, casi todos vestidos con tenidas deportivas de diferentes colores no sudadas, lo que indicaba, que al igual que yo, estaban postergando su entrenamiento para que acomodados por donde mejor podían, escuchar arrobados las notas musicales que emitía el saxo mágico de Murakami san, quién muy concentrado e imperturbable, tenía la mirada puesta en la partitura que adosada en el atril, guiaba la armonía encantadora de su interpretación musical.

La polifonía expuesta a través de su instrumento, se refería a una vieja historia de amor ocurrida en el siglo VIII (períoro Nara), y en la que narra, como un pescador de nombre Urashima Tarō, atrapó en su red una gran tortuga, a la cual liberó, sin saber que era Otohime, la hija del rey dragón, disfrazada. La princesa agradecida, invitó al joven pescador a la corte de su padre, donde se apareció como una hermosa mujer y se casó con él; después de tres días, Urashima, sintió muchos deseos de ver a sus padres y cuando fue a verlos, descubrió que habían pasado 300 años, ninguno de su parentela vivía, todos habían muerto, Urashima, sintió mucha tristeza y deseó volver junto a su esposa, pero no sabía como regresar, asi que abrió la caja mágica que su esposa le había dado como muestra de su amor, con la recomendación que nunca lo abriera, y cuando lo hizo, empezó a perder su juventud, se hizo anciano y arrugado cayó muerto al suelo… mientras una voz, desde la caja, le decía: “te dije que no lo abrieras nunca, porque en ella moraba tu edad”.

Murakami san, ya en vena, dejó que su inspiración se desbordara a través de los signos sonoros, interpretando una canción tras otra, las que al finalizar provocaban aplausos bien merecidos; incluso, se dió el gusto, de satisfacer, con alguna melodía que fuera de la preferencia de sus ocasionales oyentes… Al verlo así, tan voluntarioso y artista, me preguntaba: ¿Qué lo mueve a venir a regalarnos su arte con tanta pasión? Viene cualquier día de la semana, sin programación previa, trayendo en su auto, una serie de equipos electrónicos de amplificación para magnificar su actuación; y solitario, sabiéndose virtuoso con el saxo, interpreta canción tras canción, que amplificadas inundan toda la parte oeste del complejo deportivo, lo que motiva a la gente que está por la inmediaciones, a congregarse donde él se encuentra desarrollando su concierto… Desde que lo conocí, he tenido la satisfacción de escucharlo en varias oportunidades, acercándome siempre al final de su actuación, para saludarlo, agradecerle, estrecharle la mano al estilo occidental y felicitarlo, detalle que hizo que no me perdiera de vista y que poco a poco nos tornó amigos.

Lo que narro, no es ningún fenómeno cultural nuevo, la expresión artística musical y poética dicha por los caminos, las calles de las ciudades y en las cortes europeas, tiene como manifestación muchos siglos de antiguedad, aún, antes de que el hombre invente y establezca el teatro como lugar acústico para expresar su arte; ejemplos de ese cultivo y expresión artística, lo encontramos en los trovadores y juglares del medievo, siglo XII en adelante. Este hábito popular de exponer hoy en día su arte musical por las calles, plazuelas, estaciones de buses y trenes de las grandes ciudades, lo podemos encontrar a cada paso, muchas incluso con una singularidad que asombra, ya que no hacen uso de los instrumentos tradicionales conocidos, sino, que hechan mano a toda suerte de objetos de reciclaje, a los cuales le arrancan con mucha destreza música, sonidos determinados agradables al oído de sus espectadores y de quiénes reciben no solamente sonoros aplausos, sino pequeñas colabortaciones económicas que ayudan al sustento del artísta de la calle; en el caso específico de Murakami san, nunca lo he visto "pasar el sombrero", supongo, que siendo jubilado del sistema laboral de Japón, no lo necesita... su vejez está asegurada.

El día de hoy, antes de finalizar su actuación, Murakami san tuvo un detalle muy grato para mi, hecho que sumo a las satisfacciones personales logradas en este bello país; él hasta ese momento, sólo había ejecutado canciones japonesas y conocedor de mis limitaciones con el idioma, me preguntó si conocía la canción “Bésame mucho”; le respondí que sí, que era una canción romántica escrita por la compositora mexicana Consuelito Velásquez, el año 1940, y que al hacerse popular internacionalmente, había llenado el ámbito romántico del mundo como una de la canciones más interpretadas. Bien, dijo: "Para el “Shimbunkisha peruano”, mi amigo, la canción "Bésame mucho”… los presentes, que rodeaban al artista de la calle aplaudieron, y él, con la sencillez de la amistad sincera que nos dispensamos, interpretó con su saxo mágico el bello bolero. Terminada la canción, le extendí la mano agradeciéndole y nos confundimos en un abrazo, manifestación inusual en Japón, que la gente aplaudió… poco después, montado en mi bicicleta, me vine a mi departamento a escribir esta nota, que la finalizo con mucha alegría.

Tochigi Ken - Ashikaga Shi, lunes 21 de octubre de  2013
Archivo BITÁCORA 13 (20131022) JAPÓN
Revisado para el Blogger (94-20131022) Japón

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