Hachiko
Escribe: Hugo Tafur
(peruano)
Poco tiempo después de llegar a Japón, noté que los perros eran los animales preferidos como mascotas; en buen sentido, esa preferencia es una adopción en toda la regla, que implica, un lugar con trato deferente en la familia, además de un sinnúmero de atenciones, que pasan por: alimento balanceado, casita, baño, corte de pelo, corte de uñas, vestimenta, juguetes, atención veterinaria, vacunas, medicina, collarín, arnés de seguridad, paseo diario, transporte y escuela para ser entrenados. Ante esa realidad, recordé la conocida frase con que se etiqueta en mi país, a quienes llevan una vida mísera y desordenada: “¡Tiene, una vida de perro!”; bueno, pensé para mí, dicho concepto aquí en Japón pierde vigencia, ya que cada miembro de la familia canina, goza de envidiables privilegios y consideraciones, cuyo costo económicamente hablando, lo estimo superior al monto que sería necesario para superar la vida de angustias y privaciones por los que atraviesa una persona humilde del Perú, calificada por el sistema, como de “pobreza extrema”, sobre todo, en la región andina.
Pero a esa sorpresa, que motivó mi irreverente comparación de realidades, se sumo otra, que estaba basada en el culto a los valores, y cuyo referente, no era una persona como podríamos suponer, sino un perro. Esta gran nación asiática, venía conmemorando desde hacía muchos años, a “Chūken Hachikō" (el perro fiel), como personaje símbolo de lealtad. El pueblo japonés esta tan identificado con la historia de este héroe canino, que su cuerpo disecado, se exhibe en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Ueno, Tokio, y es visitado por miles de personas durante el año; sin contar, que tanto en el emblemático cementerio de Aoyama, donde está enterrado su amo, el profesor Hidesaburo Ueno, como en la estación de Shibuya, donde murió, esperando inútilmente su retorno, se le ha erigido un monumento en su memoria. En 1987, el cine japonés puso en cartelera la película “Hachiko Monogatari”, la cual narraba la historia de “Hachiko”, siendo la película más vista ese año en el país; al respecto, este año 2007, ha trascendido, que Hollywood estaría filmando o filmaría una versión de la historia de “Hachiko”, con lo que ya pueden entender de qué celebridad les estoy narrando.
La historia se inicia hace ochenta y cuatro años, los primeros días del mes de noviembre del año 1923, en una granja cercana a la ciudad de Odate, prefectura de Akita, ubicada al norte de Japón, es donde nace el futuro héroe canino de raza “akita inu”, una raza que se pierde en la profundidad de los tiempos, estimándose en tres mil años su origen nativo y desde 1931, declarada raza monumento natural del Japón. Según refieren algunas notas que he leído, el cachorro de color blanco y de excelente estampa, llamo la atención de Eisaburo Ueno, un profesor de ingeniería agrónoma de la Universidad de Tokio, quién visitaba el lugar por enero del año 1924; fue a partir de ese encuentro casual, que se inicia esta historia de amistad y fidelidad que conmovería al mundo cuando se dió a conocer; dos seres moradores del mismo país, pero geográficamente lejos uno del otro, algo los reune, a pesar de cuando el cachorro es ofrecido como presente al profesor, este no quiso quedarse con el; fue la intervención de Chizuco, su hija, la que logra convencerlo para aceptarlo. Poco después, “Hachiko”, despachado desde la estación de Odate, viajaba en un tren de equipaje, rumbo a la estación de Shibuya, Tokio, lugar de residencia de su nuevo amo. El viaje duró dos días, al término del cuál, se cuenta, que el perrito llegó exhausto, siendo recogido por los servidores del profesor Eisaburo Ueno y conducido a su nuevo hogar con pocas esperanzas de que estuviera vivo... drástico cambio, del campo a la ciudad.Ya en casa, el profesor se preocupó de proveerle comodidades al cachorro y junto a las enseñanzas que le impartía, comenzó a desarrollar una gran amistad con “Hachiko”, al extremo de tornarse inseparables. Se cuenta, que el domicilio de Eisaburo Ueno, estaba a unas cuantas cuadras de la estación de Shibuya, las que el profesor acostumbraba caminar tanto de ida como de vuelta, rutina que se repetía día a día, acompañado del fiel amigo; según refieren, era increible ver al noble animal llegar con la anticipación debida a la estación, para echado en un mismo lugar, esperar la llegada del tren, que traía de retorno a su amo por la tarde. Luego, ya en su compañía, caminar juntos a su casa.
Esa relación, se hizo familiar para los funcionarios, empleados y comerciantes de la estación de Shibuya, quienes admiraban la fidelidad y puntualidad con que el noble perro llegaba y hacía guardia en el mismo lugar, hasta la llegada de su amo. Costumbre que se prolongó por casi dos años, hasta que el día 21 de mayo de 1925, encontrándose el profesor Eisaburo Ueno, dictando clases en la facultad de agricultura de la Universidad de Tokio, le sobrevino un ataque cardiaco fulminante, que le originó la muerte. Ajeno al hecho, el fiel “Hachiko”, acudió como todas las tardes a esperar a su amo, pero no llegó; así ese día, otro y otro siguió acudiendo a la estación del tren todos los días, pasó la primavera, llegó el verano y luego el otoño, el leal amigo no renunciaba a su propósito... seguía esperando.
Al principio, esta vana espera, fue observada con curiosidad por los que veían diariamente al noble animal despedir al señor Ueno y por la tarde recibirlo con muestras de alegría, pero al enterarse de la muerte del profesor, los de la estación de Shibuya y luego los usuarios del tren, cariñosamente le traían alimentos y otros trataban de disuadirlo para que no siguiera esperando, pero sin poderlos entender, “Hachiko”, siguió en el mimo lugar... días que se hicieron semanas, meses que se convirtieron en años, sin tener en cuenta ni importarle el frío, el calor, el viento, ni la lluvia... aún en el crudo invierno, mientras copo a copo caía la nieve emblanqueciendo el paisaje urbano, el fiel perro estaba allí, en el lugar de siempre, a la interperie... esperando a su amo.
Fue en 1932, que la historia de este noble can y su irrenunciable espera, salta a las primeras páginas del diario “Asahi”, al ser conocida por la sociedad nipona, causa un terremoto sentimental y una corriente de solidaridad se extiende por todo el país, de hecho, de ciudades cercanas, venían a ver al fiel "Hachiko". Conmovidos, promueven asistencia y la erección de un monumento en reconocimiento a su nobleza y fidelidad, dicha obra fue encargada a Ando Teru, un famoso escultor japonés e inaugurada en 1934. Al año siguiente, el 7 de marzo de 1935, “Hachiko”, vencido por la vejez y la enfermedad muere, habían pasado casi 10 años esperando a su amo y finalmente decidió ir a buscarlo a las estrellas… partía, pero dejaba en el corazón de cada japonés y en la mente de los hombres sensibles del mundo, la historia de su amor y lealtad para con su amo; ejemplo canino, al cuál el pueblo japonés se le rinde, considerándolo referente nacional de lealtad. Cada año, tanto en la estación de Odate y Shibuya, donde nació y murió, como en la Universidad de Tokio, se le rinde homenaje… Mi reflexión final, lo realizo con dificultad, me siento abrumado por la nobleza de este animalito, que sin saberlo cumplió con creses el mandato para los hombres, enunciado por el más grande Maestro que ha pisado este planeta, el Señor Jesús, quién señaló la condición en que deberíamos vivir, para que haya paz en el mundo: “Ama a tu prójimo, como a ti mismo”.
Fue en 1932, que la historia de este noble can y su irrenunciable espera, salta a las primeras páginas del diario “Asahi”, al ser conocida por la sociedad nipona, causa un terremoto sentimental y una corriente de solidaridad se extiende por todo el país, de hecho, de ciudades cercanas, venían a ver al fiel "Hachiko". Conmovidos, promueven asistencia y la erección de un monumento en reconocimiento a su nobleza y fidelidad, dicha obra fue encargada a Ando Teru, un famoso escultor japonés e inaugurada en 1934. Al año siguiente, el 7 de marzo de 1935, “Hachiko”, vencido por la vejez y la enfermedad muere, habían pasado casi 10 años esperando a su amo y finalmente decidió ir a buscarlo a las estrellas… partía, pero dejaba en el corazón de cada japonés y en la mente de los hombres sensibles del mundo, la historia de su amor y lealtad para con su amo; ejemplo canino, al cuál el pueblo japonés se le rinde, considerándolo referente nacional de lealtad. Cada año, tanto en la estación de Odate y Shibuya, donde nació y murió, como en la Universidad de Tokio, se le rinde homenaje… Mi reflexión final, lo realizo con dificultad, me siento abrumado por la nobleza de este animalito, que sin saberlo cumplió con creses el mandato para los hombres, enunciado por el más grande Maestro que ha pisado este planeta, el Señor Jesús, quién señaló la condición en que deberíamos vivir, para que haya paz en el mundo: “Ama a tu prójimo, como a ti mismo”.
CRÉDITO: Todas las gráficas han sido tomadas de internet
Japón -Tochigi Ken (20.04.2007) Ashikagashi – 2007
Archivo BITACORA 13 (20070423) Sukedo Higashiyama
Revisado para el blogger (98 – 20140108) Japón