Una tragedia hecha leyenda
Moby Dick
Escribe: Hugo Tafur
(peruano)
Era domingo 4 de junio de 1961, se cumplía dos años de la tragedia que conmocionó a Chimbote… El bar restaurante “Buenos Aires”, lucía abarrotado de pescadores en un vocerío ininteligible; dialogaban envueltos en una tenue nube de humo, producida por los cigarrillos que quemaban en sus labios… mientras, abarrotada de pedidos, la rockola monedera del bar “Wurlitzer”, reproducía valses y boleros interpretados por los cantantes de moda. Desde la barra, donde también se ubicaba la caja, doña Delfina Chávez propietaria del negocio, vigilaba atenta a la clientela, apurando a los mozos cuando se requería atención… De pronto, la rockola hizo silencio y alguien con voz estentórea copó el vocerío, era "El Negro" Morales, respetado delegado de los pescadores, quién descubriéndose la cabeza, se dirigió a los allí presentes: “¡Compañeros, pido su atención por favor!.. Un día como hoy, las autoridades declararon oficialmente perdida a la lancha “Moby Dick” y sus trece tripulantes... trece compañeros, cuyas familias siguen llorando hasta hoy su ausencia… Mi interrupción, es para pedirles a todos, un minuto de silencio en memoria de nuestros hermanos pescadores y reiterar la promesa de seguir buscándolos”… como respuesta, se escuchó el traqueteo de las sillas al ponerse todos de pie, sumiéndose luego en un silencio respetuoso.
Esta tragedia que atenazó moral y espiritualmente a Chimbote, se inició la noche del 24 de mayo de 1959, cuando la pequeña embarcación de madera de veinte toneladas, llamada "Moby Dick", zarpó del fondeadero de La Caleta en un viaje que había de ser sin retorno, nadie tiene explicación de lo que aconteció, para que así fuera. Era la época, en que el hombre de mar, guiaba su travesía en el mar por experiencia y un poco por intuición, ya que sin recursos técnicos para su seguridad, exponía su vida, todos los días, en sus faenas de pesca; por toda tecnología, contaba con un winche y algunos aparejos de izar para su trabajo, con el cual ejecutaban maniobras sumamente riesgosas, y para navegar, de noche o de día, solo disponían de un compás fijo instalado en el puente, el cuál los guiaba, muchas veces en medio de neblina que limitaba su visión… Después de varios días de expectante angustia y búsqueda vana, las autoridades declararon perdida a la “Moby Dick” y sus 13 tripulantes, era el 4 de junio, diez días después que zarparon; un sentimiento de tristeza e impotencia recorrió los hogares, las calles y las instituciones de Chimbote, los porteños se solidarizaron con el dolor de las familias, esposas, hijos y madres de aquellos valerosos pescadores perdidos, la esperanza se mantenía latente, se oraba en la iglesia "San Carlos Borrromeo", se rogaba por el milagro de verlos retornar sanos y salvos a sus hogares... la fe, es lo último que se pierde, se repetía...
Ese sentimiento de tristeza que atenazaba, esa fe y esa esperanza, anidada en el corazón de Roger Padilla Quiroz, toco su inspiración y creatividad de compositor, escribiendo la letra de una canción que resumía el momento, su nombre “La Moby Dick”, oración y súplica hecha canción, que más tarde, en las voces broncas de los pescadores, era repetida hasta el delirio... El minuto de silencio, propuesto por "El Negro" Morales, en el restaurante “Buenos Aires” finalizó... en los rostros bronceados de los hombres de mar, se dibujó la aflicción, fue un minuto eterno, recordaron a sus hermanos perdidos y luego, sólo atinaron a estrecharse la mano en una inopinada actitud de solidaridad, reiterándose la promesa de seguir auscultando el mar, hasta encontrar una respuesta a la tragedia... el bullicio casi retornaba, algunos ya se habían sentado, cuando en la rockola que destellaba aquella noche sus múltiples colores, comenzó a propalar el ruego hecho canción: “Allá a lo lejos, entre el cielo y el mar / se perdió una lancha / la lancha Moby Dick. / Abordo iban trece pescadores peruanos / dejando una herida en nuestros corazones / los esfuerzos por buscarlos fueron en vano / porque en alta mar quedaron para siempre. / San Pedrito, patrón de los pescadores / te imploro por favor / tú que fuiste pescador / no dejes que naufraguen otros tripulantes / ellos son consuelo de sus seres queridos”… la letra y música de la canción, en la voz de Panchito Jiménez, taladraba el alma, conmovía las fibrasmás profundas del corazón... Conmocionados por la sacudida emocional que les produjo escuchar esa canción, los recios pescadores dejaron que su copa de fraternidad se vaciara sobre las mesas del bar, gruesas lágrimas surcaron su rostro… casi petrificado, junto a la rockola, con los ojos inundados, Ronald Saldaña Chávez, hijo de doña Delfina, se mantenía de pie mientras se difundía la canción, en ese momento me contó después, una a una desfilaron por su mente las imágenes de los pescadores perdidos, eran sus amigos, muchas veces estuvieron en su restaurante.
Pasó el tiempo y era evidente, que el suceso se mantenía vivo y causaba mucha aflicción, y contra toda lógica, la esperanza de hallarlos seguía vigente, muchos pescadores insistían en buscarlos; mientras, el tiempo seguía su curso y el hecho iba convirtiéndose en leyenda. En su momento, la noticia transpuso los linderos del puerto y la tragedia después de ocupar las primeras planas de los diarios nacionales, salto a las agencias internacionales; luego, pasados los meses, se empezaron tejer una serie de conjeturas e hipótesis, que pretendían explicar la desaparición misteriosa de la embarcación "Moby Dick"... se hablaba de naufragio, robo de la embarcación, de monstruos gigantes, de sirenas y de apariciones fantasmales. Muchos llegaron afirmar, que en la oscuridad de la noche veían navegar a la “Moby Dick”, y cuando se le acercaban, esta desaparecía como por encanto. Todo este cubileteo, motivó, que los hombres del mar anduvieran desorientados y acomplejados, el halo de misterio de su desaparición sin dejar rastro , se tornaba leyenda, arropando este lamentable episodio con mayor oscuridad, que estremecía y atemorizaba, cada vez que el pescador transponía la borda de sus embarcaciones, suponiendo quizá en su subconciente, que algo similar les podría ocurrir.
Lo cierto y verificable, es que la pequeña embarcación “Moby Dick, zarpó de Chimbote, la noche del 24 de mayo de 1959, con 13 tripulantes, y que fue vista por última vez, el 31 de mayo en el puerto de Huacho, donde llegó cargada con pescado bonito para reaprovisionarse de petróleo, y según refieren, el patrón manifestó indecisión al conocer el precio, hacia donde conducir su preciada carga, al Callao o Chimbote... que rumbo tomó, no se sabe... las fauces de la tragedia se abrían esperando a sus víctimas, quiénes ajenos al destino fatal que les aguardaba, posiblemente, muy contentos y entusiasmados, hacían cálculos respecto a las ganancias que obtendrían por esa pesca...su final fue engullido por la noche, el misterio que rodeó a la tragedia lo convirtió en leyenda, han pasado los años y de ella, solo queda el lamento hecho canción: "Allá a lo lejos, entre el cielo y el mar / se ha perdido una lancha / la lancha Moby Dick... " de Roger Padilla Quiroz, que seguirá contando a las nuevas generaciones de chimbotanos, la tragedia que no tuvo final.
Según me refirieron los compañeros que navegaban conmigo en la “Islay”, sólo un tripulante estable de la “Moby Dick”, de apellido Chinchayán escapó al fatídico final, un pálpito u ocurrencia de última hora lo decidió no embarcarse, haciendo con ello de pura fortuna, un quite a la muerte… viviría para contarlo.
CREDITO: Las gráficas que ilustran la nota han sido tomadas de internet.
Archivo 1961: Revisada (25.05.63) para “La Hora Garcilasista” – Radio Chimbote.
Revisada para el Diario “La Últimas Noticias” (08.01.96) Chimbote
Revisada para el Blogger – BITÁCORA 13 (01.12.13) Japón
Quisiera saber quiénes fueron los tripulantes
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