jueves, 22 de septiembre de 2011

MI AMIGO "OLLUQUITO" - Bitácora 13


Eudocio Martínez Torres
Armador pesquero
chimbotano
 Relatos del mar:
Mi amigo "Olluquito"  (*)1

Escribe: Hugo Tafur
      (peruano)
Hace treinta años que nos conocemos, nuestra amistad nace a bordo de la lancha “Islay”, de la Compañía Pesquera “Santa Martha”, propiedad de los Del Río Málaga, donde  tripulantes compartimos las arduas labores del mar; por esa época, se mantenía vivo el recuerdo de la tragedia de la lancha "Moby Dick", pequeña embarcación que en la década del sesenta se perdió con toda su tripulación sin dejar rastro; por ello, un sentimiento de incertidumbre, temor e inseguridad, atenazaba el corazón del hombre de mar que al embarcarse, podría ser la última vez. Las condiciones precarias en las que se  trabajaba, eran una amenaza constante a la integridad física y a la vida. Se me ocurre, que nuestra existencia se bamboleaba al compás de las marejadas, nadie sabía, si al retornar la embarcación de su faena de pesca, estaríamos volviendo sanos y salvos al hogar. Era la época, en que con sólo un compás y un ecosonda nos hacíamos a la mar. No contábamos con más instrumentos, ni equipos para navegar y pescar con seguridad.

Desde que nos conocimos allá por el año sesenta y uno, nació entre nosotros una corriente de simpatía…. como anécdota, recuerdo que al principio no vocalizaba bien mi apellido y me llamaba “Tajurito”. Eudocio, venía de trabajar en "La Boquita" (Samanco), donde por un tiempo vivió en el barrio “Cantagallo”, por lo que tenía experiencia en los menesteres del mar;  ya domiciliado en Chimbote, un buen día, Raúl Quijano Delgado, patrón de la lancha "Islay", lo incorporó como tripulante. Desde que se embarcó, puso mucho interés en cumplir las tareas de ha bordo, además, mostraba amplio conocimiento: cuadraba paño, remendaba, cabalgaba plomo y corcho con destreza y "tiraba" aguja de manera incansable; en su relación con los compañeros, se  esforzaba por simpatizar con todos, pero era evidente, algunos no simpatizaban con él y lo discriminaban llamándolo con desdén "Olluco", apodo que trajo y que alguien se lo puso quizá por su origen andino; sin embargo, no recuerdo que le incomodara en gran medida, en todo caso, lo sobrellevaba con indiferencia, actitud inteligente que pronto hizo amainar tal necedad, que pasó al olvido por no darle importancia… aunque “la chapa” si quedó para siempre, como pronto veremos ya que el mismo se encargó de relevarla. En esa época, a pesar de mi juventud, ya tenía una postura clara basada en el respeto, sobre discriminación o racismo, por lo que valiéndome de la consideración que me había ganado entre los compañeros adultos, me opuse a sus bromas contra él…

Un día llegamos rezagados a la zona de pesca, sin embargo, con mucho oficio, Raúl metió a la "Islay” entre las lanchas caladas y vimos que algunas habían cortado dos bolsas y envasaban la primera; otras, con suerte, llegaban y mandaban arrear… En ese torbellino que implica los boliches en el agua, nuestro proero, el “Negro Acasuzo", muy atento auscultaba la superficie del mar, para descubrir por la estela de la gorgorada la cantidad y dirección que nadaba la mancha de peces… en el puente, la ecosonda funcionando rotaba sobre el papel humedecido, marcando la profundidad y el tamaño, si era un banco de anchovetas considerable no se perdía oportunidad. En ese lapso de ansiedad y expectativa, cada uno debería mantenerse en su puesto muy atento, tanto para evitar riesgos personales como para cuidar que la cala resultara impecable,  ya que identificada la oportunidad, la acción siguiente es calar sobre la marcha, lo que de hecho configura peligro latente mientras se tiende el cerco con el boliche; luego, si la cala es exitosa, una gran bolsa de peces es la compensación a la intuición y al arrojo... En esas circunstancias, los lobos, las pardelas, los guanays y los pelícanos, disputan la pesca dándose un gran festín junto a los corchos, por donde las desesperadas anchovetas en una infernal saltadera y convulsión, tratan de eludir el cerco.
En aquella ocasión, no tardó en presentarse la oportunidad, el "Negro Acasuzo", le indicó a Raúl la dirección que corría la anchoveta, y de inmediato, "El Lunarejo" Quijano, dio la señal preventiva: ¡Listos, listos!.. y todos, muy atentos, nos ubicamos en nuestros puestos siguiendo con la mirada el accionar del capitán en la caña y  esperando su orden de ¡Arrea! Eudocio, escuchada la voz preventiva, corrió a la popa y un poco a gatas se trasladó a su chalana, ubicándose de pie en la bancada, desde donde en señal de triunfo abría los brazos. Había sido requerido por esos días como chalanero y no se negó, aceptó el reto de laborar en ese puesto donde mostró confianza y decisión, se la estaba jugando y nadie lo sabía, días después lo supe... no sabía nadar; debió ser un drama para él, pero lo afrontó sin mostrar temor, cumpliendo cabalmente la tarea que le encomendó el patrón de la embarcación, nunca le vi arrugar, se mantenía atento, en todas las maniobras de cala, secado y envasado, hasta que habían finalizado y el plateado pez yacía en la bodega.

Ahora, entre la bruma  del tiempo, saltan los recuerdos... y en la distancia, pienso: ¿Cuántos chalaneros experimentados, sufrieron graves percances o accidentes al ser arrastrados, colisionados o hundidos, por su propia embarcación en el momento mismo de la cala? Otros, por diversas circunstancias fortuitas se soltaban de la maniobra, perdían los remos, se llenaba de agua la chalana y esta se iba a pique, inermes, eran arrastrados por el viento o las corrientes marinas que lo alejaban de su nave, esta situación no era extrema mientras la chalana generalmente de madera, mantuviera su autonomía de flotación y a la vista; sin embargo, se tornaba delicada y peligrosa para el chalanero, cuando era alejado por el viento o las corrientes marinas en medio de la oscuridad de la noche o la neblina, ya que pronto se perdía contacto visual... chalana y chalanero quedaban expuestos al peligro de ser arrollados por otra embarcación o perderse en la oscuridad de la noche, y esto, debido a la imposibilidad de emprender su inmediato su rescate por tener  el boliche en el agua que sólo para levantarlo, sin pesca, se precisaba por entonces de unas dos horas promedio. Se dieron casos,  que chalaneros a merced del viento, la oscuridad, la neblina o sabe Dios porqué perdieron la vida. El ser chalanero o panguero, implicaba y debe seguir implicando un riesgo perenne, por las condiciones inestables e inseguras del puesto... que siempre, a pesar de contar las pangas con un motor instalado, esta sujeto a hechos fortuitos.

Recordemos... En los primeros años de la década del sesenta (1951-60), las pequeñas embarcaciones de madera de 15, 25 y 30 toneladas de capacidad de bodega, resultaron muy pequeñas para la ambición y planes de los armadores de entonces. Estas antiguas embarcaciones, tenían como maniobra inicial para pescar, una boya de corchos que se arrojaba al mar al iniciar la cala, tanto como referencia para ejecutar el cerco, como también, para levantar el cabecero de proa, por ello, al terminar de caer el boliche en círculo, la embarcación volvía al punto de inicio y recogía con un gancho fijado en una vara de eucalipto la mencionada boya, la que luego al pulso de dos hombres, teniendo como ayuda el bamboleo de la marejada, permitía subir y finalmente fijar el cabecero, en alguna bita dispuesta en la proa de la embarcación, mientras en simultaneo, otros pescadores ejecutan con destreza el cierre de la bolsa con el engaretado. 

Años después, fuimos testigos, de cómo es esta maniobra fue abandonada por la ampliación de bodega, los nacientes "tiburones de la pesca" industrial, acicateados por su insaciable ambición, avivaron su inventiva, mandando a construir embarcaciones de madera o metal de 90, 100 y 120 toneladas de capacidad, las mismas que rápidamente fueron superadas por otras de mayor capacidad, esto sumado a la falta de una política de estado de protección y conservación de nuestra riqueza ictiológica, propició la depredación irracional de las especies marinas del Mar Peruano, y con ello, el deterioro brutal de nuestra Bahía "El Ferrol", ya que las aguas residuales de las fábricas se vertieron en ella con saña por miles de metros cúbicos cada día, cubriendo su suelo marino con fango, que terminó por liquidar la despensa piscícola y marisquera  de los chimbotanos (*)2. Con esta primera ampliación de bodega y lanchas más grandes, crecieron los aparejos pesqueros y la maniobra que describimos líneas arriba, la boya de corchos, fue abandonada y remplazada por una pequeña chalana de madera.

Estas embarcaciones menores de fondos planos, se construían sin ningún criterio, mejor dicho, sin calcular ni ajustarlas técnicamente al tamaño de las embarcación que la usaría; era evidente, que tampoco  tenían en cuenta la seguridad, es decir, la posibilidad que en caso de emergencia sirvieran como balsa de salvamento de la tripulación, que con la evolución del tamaño y  capacidad, generalmente era superior a diez pescadores en cada una de ellas. En conclusión, esas chalanas endebles, inestables y pequeñas, no representaban ninguna garantía para la seguridad del pescador, pues fácilmente se llenaban de agua y se iban a pique. Por entonces, conocimos casos insólitos, en la que pescadores en emergencia, por su número se turnaban para ir dentro de la chalana y otros fuera de ella, nadando cogidos de su borda, expuestos innecesariamente al ataque de cualquier escualo depredador hasta ser rescatados. 

La maniobra que se efectuaba en estos adminículos, en el momento de calar era la siguiente: Se aseguraba el cabecero del boliche, en la bancada de proa de la pequeña chalana de madera; adujados por separado, con mucha claridad, estaban los cabos del cabecero y gareta de proa, en cuyas puntas tenían adosado un jibilay de nylon de unas quince o veinte brazas cada uno, precedidos por una piña la que era arrojada como una boleador hasta la proa de la embarcación que al terminar de calar en círculo como señalamos, volvía al encuentro de la chalana que dejó caer. Manos veloces y prácticas ejecutaban la maniobra final, que consistía, en asegurar el cabecero del boliche en la  proa de la embarcación y efectuar velozmente el engaretado para cerrar la bolsa. Esta maniobra finalizaba cuando se percibía a flor de agua las anillas y los que engaretaban reducían la velocidad, haciendo firme el de proa y terminando la maniobra muy suavemente el hombre que engaretaba en popa. Acto seguido, se estrobaba y levantaban las anillas con el doble, quedando el plomo a la altura de la borda. El cardumen no tenía escapatoria, en ese momento, el patrón estimaba la cantidad atrapada y decidía si se cortaba o no. Luego se procedía a secar la bolsa y finalmente a trasladar la pesca desde la bolsa a la bodega de la lancha, usando como instrumento el “chinguillo” o el “Hula hula”. Unos cinco años después, se comenzaron a instalar los absorbentes que modificaron la maniobra del embasado y terminaron con el uso del "Hula hula" y el "Chinguillo". 

En esa rutina de ir y venir a la zona de pesca, en horas y horas de plática y navegación, todos fuimos haciéndonos más amigos. Los más de los días, la “Islay” venía cargada, lo que era crédito para “El Lunarejo”, Raúl Quijano Delgado, por ello, cuando la compañía creció y comenzó a incrementar su flota, llamó a nuestro “Capitán” para que se hiciera cargo de una nueva embarcación que se traería del Callao. Por entonces, los funcionarios más visibles de la Pesquera "Santa Martha", eran: Ingº César del Río Málaga, hijo del propietario de la pesquera y sobrino de doña Clorinda Málaga de Prado, esposa del ex presidente del Perú, don Manuel Prado Ugarteche); don Miguel Bossio, primer administrador de la pesquera y Jaime de la Flor, dinámico jefe de bahía. Previamente, iniciamos el armado de un boliche apropiado, más largo y con más altura, este fue para mí según recuerdo, el primer boliche que Eudocio, trabajó como "redero" en la Cía. “Santa Martha”, bajo la supervisión de Raúl Quijano; fue así, como Eudocio Martínez, inicia su carrera hacia su superación personal, ya que con esta experiencia, tiempo después,  es requerido por Pesca Perú como "Redero", oportunidad que no desaprovecha y que le permite encontrar la hebra del camino a seguir. En su caso, pienso, fue una suerte el haber sido llevado por Raúl Quijano a la “Islay” de la Cía. "Santa Martha", donde "se recibió" en el oficio que le abrió las puertas de la oportunidad.  Si mal no estoy informado, fue Raúl precisamente, quien le extendió o le firmó el primer "Certificado de Redero" para que pudiera trabajar en Pesca Perú.

En una crónica que escribí hace unos días sobre mi amigo Raúl “El Lunarejo” Quijano, Incluí brevemente (líneas que he retirado, para incluirlas aquí) un hecho que posiblemente rubricó mi amistad con Eudoxio Martínez, y ocurrió así: Habíamos terminado de descargar en el “27 de Octubre” y nos dirigimos al muelle Gildemeister para hacer petróleo y proveernos de agua potable, estábamos de guardia, y mientras esperábamos turno para ingresar al muelle, nos pusimos al garete; todo sucedió en fracción de segundos, Eudocio evidentemente distraído, salió del camarote y caminaba agarrándose fuera de la borda con la mano derecha, justo cuando una lancha por su espalda se acercaba peligrosamente hacia la nuestra, teniendo como punto de fricción o colisión donde se encontraba la mano de mi amigo. Yo que caminaba hacia el camarote, de frente hacia él, me percaté del peligro y de un salto, con un golpe hacia arriba retiré la diestra en el preciso momento que chocaba la embarcación, de la sorpresa, Eudocio paso a la manifestación de alegría, abrazándome y diciéndome: “¡Gracias, hermanito!...me salvaste la mano”.   

Pero cómo llegó a ser tripulante de la “Islay”, compañero de trabajo. Esa anécdota me la contó Raúl, cuando lo llevó a la lancha... “Un día, cuando volvía del centro de Chimbote, encontró a Eudocio en la puerta de su casa de La Florida, esperándolo, recién volvía de visitar su tierra y le traía como regalo un carnerito. Luego de una breve conversación le dijo: “Hermanito, Raúl…mañana te espero en mi casa para almorzar…he traído unos cuycitos”; al día siguiente, “El Lunarejo”, disfrutaba de un opíparo almuerzo y una excelente atención en base a esos nutritivos roedores andinos, rociado con unos tragos. Luego, como en la tradición de don Ricardo Palma, “El Cañoncito de Ramón Castilla”, vino la consiguiente petición: “Hermanito Raúl, embárcame en tu lancha la temporadita”…complaciente “El Pelao” con el amigo, aceptó su petición; días después, se embarcaba como  tripulante de la lancha “Islay”... sin saberlo, Raúl “El Lunarejo” Quijano Delgado, se trasformó en el protector del que años después, se convertiría en uno de los armadores pesqueros más importantes de nuestro puerto.

Creo que su crecimiento inicial fue construido con muchas privaciones, era un típico "puño de fierro", no malgastaba su dinero en borracheras o mujeres, como era práctica común en la mayoría de pescadores en esa época de oro... a lo sumo, para matar el tiempo de travesía, en el camarote de la lancha jugaba con los compañeros a las cartas, apostando monedas de ínfimo valor; después, posiblemente, aprovechó al máximo las oportunidades que se le presentaron. Pienso que en su evolución recorrió no solo un camino de trabajo y privaciones, sino también de humor, ese humor propio de personas sin complejos, que aceptan la vida con desinhibición, incluso burlándose de si mismos al aceptar con criolla filosofía e indiferencia un apodo pronunciado con desdén… quizá en su fuero interno, era para cobrarse la revancha de su origen humilde y las necesidades que pasó cuando niño; también, por las humillaciones de que fue objeto adulto, por personas racistas, intolerantes o envidiosas, que con desdén lo llamaban “Olluco” por su origen andino. Él en su momento, respondió con mucha agudeza y humor, bautizando a su primera embarcación con el nombre de “Olluquito”; cuando lo supe me hizo mucha gracia, pero comprendí que Eudocio no tenía complejos y ese progreso se reconoce en cualquier latitud.

Por mucho tiempo, desde que dejé el mar en 1964, para retomar a estudiar, lo perdí de vista... nunca, después de esa época juvenil, se me ha presentado ocasión para dialogar como antaño, cuando navegábamos a bordo de la histórica "Islay", lo que de hecho hubiera originado que esta crónica tuviera más agregados y precisiones, posiblemente anécdotas de su niñez, su familia y su éxito económico. Alguna vez, muy a lo lejos, lo veo por el centro de la ciudad o cuando pasa a bordo de su auto, en los casos que me avista, me dispensa saludo deferente y respetuoso, llamándome “Hermanito Tafur”, señal de que nuestra vieja amistad nacida en el mar hace treinta años, no ha sido olvidada... Donde se encuentre Eudocio Martínez, mi amigo "Olluquito", un saludo de chalanero... Remo triunfal, al aire.

Chimbote 29 de Enero de 1991
Archivo BITACORA 13 (Chimbote - 19910129)
Revisada para el Blogg (JAPÓN 32-20110911) Tochigi Ken 
(*)1.- Esta crónica escrita hace más de 20 años, permaneció inédita en el  archivo de Bitácora 13, debido al problema en que se vio envuelto Eudocio. Después de tantos años, ve la luz en mi blogg de internet, con el mismo título y texto de la nota original, a la que sólo hemos hecho pequeñas correcciones ortográficas y agregados. La crónica libre del personaje central, al cual dedico, contiene información de interés general sobre la historia de la pesca en nuestro puerto. Como "escribidor" y periodista, tengo la obligación ética de ser veraz y como amigo, la virtud de ser leal y sincero con el humilde o con el acaudalado. Vetar esta nota o negar  mi amistad con Eudocio Martínez Torres, como algunos "despistados" me sugieren, por más controvertida que parezca, implicaría borrar a todos mis queridos amigos que compartieron vivencias en la historica "Islay", lancha de fierro, popa redonda, con motor Caterpillar 342. Sería borrar de un plumazo felices años de mi vida juvenil en el mar; y con ello, como dije, a decenas de valientes compañeros de odisea, que lograron con su esfuerzo, tesón y coraje, el título, que un día Chimbote lució con orgullo: "El Puerto Pesquero más Grande del Mundo"; entre ellos, Eudocio Martínez Torres, "Mi amigo Olluquito".   
(*)2.- Por su privilegiada geografía, la Bahía El Ferrol, de 22 kilómetros cuadrados, es una de las más  hermosas del planeta y su puerto, uno de los más estratégicos para el intercambio internacional. En la épocas pretéritas al año 60, la Bahía El Ferrol, era una área de gran potencial ictiológico y marisquero, despensa natural de los chimbotanos, énclave turístico y bahía hermosa. Sin embargo, nada de estas condiciones sobresalientes iluminaron la mente de nuestras sucesivas autoridades para evitar su deterioro, permitiendo que en su costa se instalen fábricas pesqueras y manufactureras, que arrojan su desagües a la bahía, al igual que la Empresa Siderúrgica, los hospitales y los astilleros. Finalmente, el crecimiento poblacional de nuestra ciudad, que no cuenta con un sistema adecuado de eliminación de aguas residuales, precipitó su deterioro paulatino. Años recientes, en el gobierno del Dr. Alejandro Toledo Manrique, se hizo el intento de restablecer el ecosistema de la bahía, declarando de interés nacional la solución integral de los problemas de contaminación y destrucción de la Bahía; para ello, con el Decreto Supremo Nº 005-2002-PE se creó la Comisión Técnica Multisectorial de Alto Nivel (CTM) presidida por el señor Julio  Gonzales Fernández, encargada de proponer el indicado plan;  a fines del 2002, la CTM, solicitó la cooperación técnica a la Agencia de Cooperación  Internacional del Japón - JICA, la cual aceptó brindar cooperación técnica para el referido estudio. JICA, con el apoyo de 9 consultorías, tuvo listo el "Plan Maestro y Planes de Mediano y Corto Plazo" para la recuperación de la Bahía El Ferrol, en enero del 2004 (ver Diario Regional "Las Últimas  Noticias", de Chimbote, Jueves 15.01.04, pág. 05) en dicho informe final, se determina que nuestra hermosa Bahía El Ferrol, había acumulado en su fondo un fango de 2 metros y medio de alto de sedimento tóxico contaminante y que las hélices de las naves al rotar en el mar removían este fondo espeso y salía a la superficie manchas negras con olores fétidos irrespirables y contaminantes. 

          

martes, 20 de septiembre de 2011

Raúl Quijano"El Lunarejo"(Relatos del mar) - Bitacora 13

Chimbote: La pesca de ayer
El Lunarejo
Escribe: Hugo Tafur
        (peruano)
Es de madrugada, una tenue neblina arropa con brocados de seda la bahía. El fondeadero de La Caleta muestra la rutina de siempre... mar sereno, lanchas atadas a sus fondos meciéndose perezosamente... de rato en rato, la quietud de la rada es rota por el chapoteo de los remos que cual brazos flacos se introducen en el agua para hacer avanzar una chalana, pequeña embarcación de madera, que pesada, se desplaza lentamente en la madrugada transportando tripulantes desde el muelle hasta sus lanchas. Otros pescadores previsores, han preferido venir a sus “cachos” (lanchas) a “empapayarse”(dormir) temprano y no quedarse dormidos en sus “jatos” (sus casas).
-     ¡Chalana!.. ¡Chalana!.. ¡Charo, de mierda apúrate!.. grita un impaciente pescador.
-     ¡"Sol y sombra"… "sol y sombra"!.. Aparecía "el cholo" acriollado, empujando reciamente los remos de su chalana.

El bromearse, el burlarse y a veces decirse una respuesta soez, es normal, una constante en la vida del pescador... los tripulantes que recién se embarcaban en sus lanchas,  eran víctimas de “pullas” y “batideras”, de los que quedaban en la chalana transporte:
-     Duerma tranquilo compadrito… que en el “jato” ya llegó el “cachudo” a cuidar a la patrona”… ja ja ja.
Picado el que recién llegaba, “batía” a los que estaban durmiendo en los camarotes:
      -    ¡Puta, estos no tienen casa!.. ¡Compadre “Zarcillo”, lo han botado temprano del “jato"!
      - Otro, más sarcástico, agregaba desde su camarote: “¡No!.. hoy, le tocaba al “cachudo”… ja ja ja.
Como dijimos, esta expresión festiva, es clásica en la vida del pescador, pareciera que de alguna forma se relaciona con la incertidumbre del mañana… y así aligeran o dispersan esa carga emocional del peligro, que se inicia al trasponer la borda de cada embarcación… pues son concientes, que las condiciones en que se desarrolla su labor, es violentamente insegura y que la muerte ronda en cubierta… decenas de casos lo confirman.

De pronto, el fondeadero despierta, se torna en un laberinto de ruidos, se prenden las luces de navegación de las embarcaciones y los motores cual gigantescos guerreros, despiertan lanzando su grito de guerra dispuestos a la lucha; los patrones golpean el puente, convocando a la tripulación de guardia:
-       ¡Vamos, “gallada”…levanten fondo!
Aquí y allá se entremezcla el traqueteo de las cadenas deslizándose por las rondanas que levan el ancla. Los gritos de ¡Lleva! ¡Arrea!...se escuchan por doquier... igualmente, el arrastre y tintineo de las cadenas que son adujadas en la cubierta de la proa, junto al ancla.

Finalmente, liberadas del fondo que las inmobilizaba en el fondeadero, las embarcaciones pesqueras, con velocidad al mínimo, abandonan la  rada de “La Caleta”; una tras otra, van “La Céfira”, “El Aguila”, “Tenacity”, “Flor de Chimbote”, “Ana”, “Luz”,  “La Gaviota”, “El Piquero”, “Calipso”, etc. Las luces de navegación de cada una han sido prendidas, configurando un espectáculo de farolas, es un desfile de vida, fe y esperanza. Todas se dirigen a la “Bocana Chica” y algunos a la "Bocana Grande", al  trasponerlas, se deja atrás la hermosa "Isla Blanca" y el imponente "Cerro de la Juventud",   a la vista nuestra cuarta región, el Mar de Grau, abierto, inmenso... Los motores al ser exigidos a su máximo, lanzan un ronquido extenso como un grave aullido,  rumbo a la zona de pesca; por su reconocida velocidad, “La Flor de Chimbote”, con el “Tío Merfi”, navega a la cabeza de la lanchada, entre ellas “La Islay”, lancha de fierro con popa redonda, de propiedad de la Pesquera “Santa Martha”, de los Del Río – Málaga... su patrón, un joven y experimentado pescador, a quién los propietarios le han otorgado la alternativa confiándole la embarcación, su nombre: Raúl Quijano Delgado, conocido como “El Lunarejo”. El pelao, a fuerza de trabajo honrado, se hizo patrón, siendo niño conoció la necesidad, con mucho empeño junto a su hermano Mabel, paliaron la pobreza del hogar tejiendo esteras desde la madrugada, hasta sentir que se les rompía el espinazo; apenas pudo, aprendió el arte de la pesca y se incorporó al mar, junto a su cuñado Samuel Obeso Rubio, el mejor "Capi" de la empresa, la oportunidad le sonreía y no la desaprovecho. Por entonces, la pesca era casi costera, los boliches no eran muy altos y se recogían sobre la cubierta de la embarcación a pulso, moño al centro o abracándolo todo con estrobo.

“El Lunarejo”, nunca olvidó su procedencia, cuando armó su tripulación para “La Islay”, dio oportunidad a pescadores experimentados y muchos jovenes que se iniciaban: El “Negro Acazuzo”…, Armando “Challe”, “El Calvo” García, “El Casmeño”, Octavio "El Gansito" Irribarren, Julián "El Zarcillo" Ramírez, Mabel “El Cojo” Quijano (hermano de Raúl), Telmo "El Flaco" Orrillo; Eudocio "Olluquito" Martínez Torres, “El Gatito”…, Simón "El Doctor" Obeso, “El Chino Rajao”… y otros, que escapan a mi memoria. Tripulación que era “brava chambeando”, se rompían bien… pese a las maniobras peligrosas que se efectuaban a la hora de secar las grandes bolsas de pescado...  y Raúl, “El Lunarejo” Quijano, fue creciendo en prestigio, pronto fue un "capitán" considerado en la Pesquera "Santa Martha". “La Islay” venía “sopa” (cargada al límite) los más de los días, lo que satisfacía y ponía muy contento a César Del Río, Miguel Bossio y Jaime de la Flor, funcionarios que habían confiado en el novel patrón.

Por esa época, ocurrió una anécdota que siempre la recuerdo y que para la gran mayoría pasó desapercibida: El gran gurú de la pesca peruana, Luis Banchero Rossi, había sofisticado la forma de detectar el cardumen, usaba para ello una avioneta que sobrevolaba el mar y ubicaba los bancos de anchoveta, luego, el piloto desde el aire, daba las instrucciones a la lanchada de su compañia y estas se dirigían hacia el lugar, pescando con éxito, mientras, muchos retornaban a puerto "volando alto"; pronto, "el acertijo" fue resuelto, por los avispados patrones de otras compañias, ya que las coordenadas del "Gringo", eran trasmitidas en una frecuencia de radio que todos podían captar, asi que el informe privado se convirtio en un secreto a voces,  y la lanchada de Banchero, siempre tenía compañia que les disputaba "los morados". Así, un día, que estaba amoscado, el "Gringo", porque posiblemente había recibido una reprimenda, antes de volver a su base, bien entrada la tarde, trasmitió con mucho entusiasmo: ¡Morado!.. ¡morado!.. ¡morado!.. y dio las coordenadas; está demás decir, que al día siguiente, un buen número de incautos cayeron en el engaño... mientras la lanchada de Banchero, y los que los siguieron, frente a Salaverry, cargaban sus embarcaciones.

La rutina de la pesca de anchoveta se cumplía más o menos así: Al amanecer, entre oscuro y claro, comenzaba a percibirse pequeñas “saltaderas”, los proeros, muy atentos, oteaban las manchas del cardumen plateado, estableciendo su dirección de nado por la estela de gorgoreada que dejaba y el patrón en el puente, estimaba la cantidad por lo que le marcaba la ecosonda, mandando arrear si era una mancha considerable. En esa época abundaba la anchoveta, era bien raro “pajearse” (no cercar nada), dos calas o en el peor de los casos tres, bastaba para cargar la embarcación. Después de secar la bolsa, con veloces y oportunos moños al ritmo de la marejada, se estrobaba y se llevaba con el gancho del sencillo, luego de esta ardua y peligrosa tarea, se procedía al envasado; por entonces, esa labor, se hacía con “chinguillo” o “hula hula”, todos se mojaban bien, expuestos a las inclemencias del tiempo, pero eran momentos gratos. No estaba popularizada la ropa de agua y se trabajaba solo en trusa y polo... algunas escamas, adheridas al cuerpo que llevábamos a casa,  daban cuenta de la dura labor. 

Uno de esos días que uno esta “piña”, "con el santo de espaldas",  desde que amaneció, “El Lunarejo”, se comía el mar pampeándose, pero no se encontraba nada, transcurrió la mañana y la situación no variaba un ápice. Para empeorar el asunto, la neblina se metió bien espesa, la lanchada comenzó a divagar. “La gallada” se pasó la mañana “hueveando", jugando casino y apostando minucias, otros durmiendo y comiendo  “como músicos”…
-    Como siempre, palomilla “El Chino Rajao”, sacó la cabeza del camarote y le sugirió al patrón: ¡Ya Raúl, dale a puerto! Para ir temprano "al sitio” a ver a la Pocha… ja ja ja
-    El “Calvo” García, agregó a la chacota: ¡Compadre, vamos para sorprender al  cachudo!… originando una gran carcajada de toda la tripulación.

“El Lunarejo”, siguiendo el ejemplo de su cuñado, Samuel Obeso Rubio, no se rendía así nomás: "sin pesca, ni hablar"; al final, hacía una de sus sorprendentes cábalas: Abría la mano izquierda, escupía en ella…y con la mano derecha hacía una cruz y luego le aplicaba un golpe como de karate, la dirección con que salía la baba, era el rumbo que elegía para “jugársela” y hacia allá se dirigía, y vaya, que en más de una ocasión salvamos de “troncharnos”, en la dirección así elegida al azar encontrábamos pesca...

Ese joven patrón, Raúl Quijano Delgado, de extracción humilde, supo a fuerza de trabajo duro y previsor, construir su futuro exitoso. Hoy es armador pesquero, cuya compañía da trabajo a decenas de pescadores que laboran en sus embarcaciones, “Don Raúl”, “Dorita”, “Dora del Pilar” y “Pilar” y también en sus oficinas y campo donde arman y reparan boliches pesqueros. Raúl, es en suma, eficiente  hombre de mar, exitoso armador pesquero y feliz padre de familia, cuyos hijos se han sumado a la administración de su compañía.

Con esta crónica, quiero rendir homenaje, a los bravíos hombres porteños que con su esfuerzo y coraje en el mar de Grau, labraron la grandeza de Chimbote, elevándolo en el orbe, con el reconocimiento de “El Puerto Pesquero más Grande del Mundo”. En la persona de Raúl Quijano Delgado, mi amigo, mi profundo agradecimiento y gratitud, por que al ser requerido por un jovencito de apenas 16 años para un puesto de trabajo en la nómina de su tripulación, no dudó en aceptarlo y otorgarle su confianza, aceptándolo como tripulante. Ese imberbe jovencito, era yo... Pasado los años, a veces siento nostalgia por el mar y cuando me permiten los días no laborables de la empresa siderúrgica donde laboro actualmente, me embarco para reactualizar mi admiración y cariño por el Mar Peruano... para ello, mantengo actualizado mi carnet y libreta de embarque... aunque mi madre enterada de estos furtivos retornos, me ha rogado que ya no lo haga... tiene temor que me pase algo malo... la escucharé, no quiero angustiarla...
Nota: El fragmento, donde relato como embarca Raúl, a mi amigo Eudocio Martínez, como tripulante de la lancha “Islay”, lo he transferido a la crónica “Mi amigo Olluquito”, escrita el 29.01.1991.

Chimbote, Enero 08 de 1991
Primera Publicación: En el Periódico “Ultimas Noticias” 
Chimbote (16.01.94)
Segunda Publicación: Diario “Las Últimas Noticias”
(Lunes 22.12.03) Pág. 10
Revisada para el blogger (JAPÓN 31-20110920) Tochigi Ken   
   

jueves, 15 de septiembre de 2011

Las parteras de Chicama (Personajes) - Bitácora 13

Las cigüeñas de Chicama
Las Parteras

Escribe: Hugo Tafur
         (peruano)
Hace mucho tiempo, que esta nota de gratitud, permanece en el tintero. Tengo la seguridad, que muchos al leerla se identificarán con ella, de modo especial los chicameros que recibieron el beneficio de tan singular atención. Me estoy refiriendo a las benditas parteras, cuyo concurso en la atención, consejo y apoyo a nuestras madres, contribuyeron a una feliz y segura manera de llegar sanos y salvos a este mundo. También pretendo con esta nota, hacer un reconocimiento a la labor de esas mujeres, que con su  sabiduría práctica en el mundo de la maternidad, como parteras, desempeñan en el Valle de Chicama con mucha capacidad la noble profesión, posibilitando  con su sabia atención, el nacimiento feliz de cientos de "chicameros" de varias generaciones. Posiblemente, muchos, no ven la importancia de esta actividad y otros con indiferencia la desdeñen; sin embargo, es cuestión de ubicarse en el tiempo y el espacio. Subrayemos, que en todas las épocas que nos precedieron y en todos los estratos sociales, fue necesaria su presencia ya que de su oportuna atención pendía muchas veces la vida y la salud de la madre y el nuevo ser. En épocas pretéritas y aun ahora en muchos pueblos, el alumbramiento en casa es el más deseado, por ser mediático, más íntimo y menos traumático; consecuentemente, generaba la posibilidad de atender con esmero y prontitud las necesidades de la parturienta y el recién nacido.

Fresco permanece en mis recuerdos de niño, las parteras de mi pueblo, personas muy populares y solicitadas, como: doña Jesús de Mendoza, doña María Abanto y doña Andrea Alvarado, tres matronas muy queridas y respetadas por los moradores del valle, pues en sus manos nacieron la mayoría de "chicameros" de varias generaciones. Mujeres sencillas, pero de gran personalidad, con enorme conocimiento y sabiduría, cuya presencia junto a las futuras madres, eran garantía de un parto feliz. Cuando vienen a mi recuerdo, me parece verlas desplazándose por el pueblo con apurado paso, mientras en el camino recibían el saludo respetuoso y grato de grandes y chicos. 

Yo tuve el privilegio de llegar a este mundo con la asistencia y atención de una partera, su nombre me causa mucha ternura y gratitud, Jesús de Mendoza, atendió a mi madre con mucha solvencia y comprensión. Ejercía su profesión con mucho oficio y habilidad; me contaba mi madre, que ella le brindó las atenciones primarias durante su embarazo, dándole consejos y chequeándola periódicamente y con mucha más frecuencia cuando se acercaba el día de mi nacimiento. Mi madre era una jovencita de quince años cuando esperaba mi llegada, por dicha razón, Jesús de Mendoza, puso especial énfasis en el seguimiento de su embarazo, preparándola psicológicamente para un parto exitoso y sin contratiempos como así sucedió. Posteriormente, asesoró por muchos meses a mi madre, en cuanto a mi atención, protección y cuidado. Prácticamente, ella compartió con mi progenitora, la experiencia de ser madre por primera vez, conduciéndola con conocimiento y sabiduría por el misterioso camino del crecimiento del bebé en el antro materno y alumbrar nueva vida. Años después, sigo manifestando por esta respetable mujer mucho cariño, llamándola con reverencia y respeto “madrina Jesús". Nunca olvidé el cariño que me prodigó cuando niño, tanto ella, como su esposo Eusebio Mendoza.

Convencido de la importancia de su trabajo y de la sabiduría con que auscultan y conducen a sus pacientas en estado, me he formulado con mucha admiración algunas interrogantes: ¿De dónde adquirieron tanta sabiduría las parteras de mi pueblo? De manera sencilla, sin complicaciones, cumplen con solvencia su condición de profesionales de la salud, logrando con sus singulares métodos, partos normales sin riesgo. El resultado de mi investigación ha concluido, que las parteras como cualquier galeno de la especialidad, ejecutan un plan de atención para cada caso; previamente, hacen un seguimiento y acompañamiento a la embarazada, con visitas prenatales en un ambiente íntimo, durante las cuales con mucha sensibilidad y valiéndose de tecnologías sencillas como un estetoscopio auscultan, contemplan e interpretan, no solo los diferentes cambios biológicos de las futuras madres y sus bebés; sino también, desarrollaban prácticas directas como la palpación uterina para sentir al bebé, conocer su ubicación, crecimiento, cantidad de líquido, peso, etc. Todas estas visitas, también les permitían formarse un juicio privado del ambiente cultural y psicológico en el cual se desenvuelve la futura madre y en el cual se desarrolla el nuevo ser; información muy apreciada y de gran importancia para la medicina moderna. Estas visitas, también eran aprovechadas, para ir comprometiendo la participación activa del esposo en el nacimiento y futura crianza del bebé. Su actuar tan natural, completo y profesional de las parteras llamó siempre mi atención; mucho más, cuando usaban con mucha certeza  medicina naturista; cuando con movimientos muy precisos acomodaban al bebé en su posición para nacer. Indudablemente, secretos que les viene de la profundidad de los tiempos, del conocimiento ancestral de sus antepasados y de cuya sabiduría ellas son sus depositarias y herederas.

También me preguntaba ¿Porqué tanto autoridades, cómo ciudadanos hemos permitido que pase tanto tiempo sin reconocer la actividad singular de las parteras de nuestro pueblo? Que yo sepa, ninguna de las tres parteras que he mencionado en esta crónica, han sido objeto de algún homenaje o reconocimiento. El sólo hecho, de haber ofrecido su generosos brazos para recibir a tantas generaciones de “chicameros”, son pergaminos más que suficientes para otorgarle sin ambages tal reconocimiento a estas benditas mujeres; sin embargo, nunca es tarde para reparar tal olvido, que se tornaría en ingratitud supina si la obviamos adrede. Pedimos en consecuencia, que el alcalde del pueblo de Chicama, tome la iniciativa y repare tal olvido, reconociendo en sentido homenaje público la actividad profesional tan importante que cumplieron estas hoy envejecidas mujeres que acunaron en su regazo la llegada de la mayoría de "chicameros". Quién asi lo haga, sea recordado por las nuevas generaciones, como una autoridad justa y grata.

Es más, en esta reflexión, quiero proponer a quién corresponda o quién quiera asumir la iniciativa de proponerlo, de cambiar con resolución de alcaldía el nombre de la calle "Usquil", por el nombre de "Jesús de Mendoza", ya que en esta pequeña calle vive esta distinguida matrona, cuya actuación sobresaliente de partera, es reconocida por cientos de "chicameros" que se inclinan respetuosos al paso de esta venerable anciana, cuyos brazos amorosos, le dieron la bienvenida a la vida y cada ser, es más que razón suficiente para otorgarle el recuerdo de gratitud eterna de su pueblo. Reparación oportuna, que las viejas y  nuevas generaciones de "chicameros" aprobarán como una decisión  muy justa. Yo soy uno de ellos.   

Chimbote, Junio 21 de 1968
Publicada 1994: Diario "Últimas Noticias"
Revisada para blogger (JAPÓN - 30-20110915) Tochigi Ken

viernes, 9 de septiembre de 2011

Maestrita Buena (Homenaje) - Bitácora 13



Dayner Aldair, en la fachada
de su Jardín de Niños"Ruso"-2003 
 Maestrita  Buena
Escribe: Hugo Tafur
         (peruano)
El sábado veinte, acudí a la clausura del año escolar 2003, en el Jardín de Niños Nº 302 “Ruso”. Finalizaba la primera experiencia estudiantil de mi pequeño hijo Dayner Aldair  y deseaba estar presente para apoyarlo si fuera necesario; pues, pese a nuestra conversación en casa, no sabiamos como iba a reaccionar al despedirse de sus amiguitos, su auxiliar, su querida maestra y su jardín…"Ha llegado el momento de dejarte, / nuestra labor del año está cumplida; / somos el escuadrón blanco que parte / con la amargura de la despedida"…

Cuando me dirigía a la reunión, un sinnúmero de recuerdos cruzaron por mi mente... el día que evaluaba donde matricularlo, su mamita Miryam, desde Japón, con el cariño y engreimiento que le tenía al pequeñín, abogaba porque escogiéramos donde el se sintiera a gusto y tuviéramos la seguridad de que hiciera un buen Jardín; finalmente, después de muchas idas y venidas   primó el ruego materno, que lo hiciera en el Jardín “Ruso”, ella había estudiado allí y por una cuestión sentimental, le agradaría que él también lo hiciera. Transcurrido el año escolar, estimo que fue un acierto el haber optado por esta posibilidad, no sólo mi hijo hizo un excelente jardín con resultados positivos; sino también, tuvo el apoyo de una excelente educadora y una auxiliar. Satisfecho, pensé, quién sabe algún día cuando él padre, deseará por la grata experiencia vivida en sus aulas, que sus hijos sigan la tradición de iniciarse como estudiantes en el Jardín de Niños "Ruso": "Patio con sol que nunca olvidaremos, / aula donde aprendimos tantas cosas; / pedacito de cielo que aun te vemos / por la ventana abierta entre las rosas”.

(Como acción protectora, acostumbro ejercer sobre mis hijos cuando están pequeños, una “libertad vigilada”, procurando mantenerme a “varios pasos de distancia", a fin  de no se enteren que los tengo observados y se incomoden, permitiéndoles de ese modo, que poco a poco logren confianza y construyan su propia personalidad, basada en los consejos que le damos en casa y el conocimiento que van adquiriendo; sin embargo, de manera muy sutil, les hago sentir que estamos para apoyarlos en lo que necesiten). Fórmula simple, basada en un marco de amor, que nos ha dado magníficos resultados con nuestros hijos mayores.

Daynercito, con un grupo de niñas cantando
en actuación escolar
En ese sentido, cuando tengo que dejarlos en alguna institución educativa, de una manera discreta  analizo el medio ambiente y la infraestructura, afín de establecer si existen “condiciones inseguras” que hago conocer a mis hijos y a los responsables del centro escolar,  formulando las observaciones y recomendaciones que ameriten, según mi conocimiento y experiencia en Seguridad; posteriormente,  me preocupo por conocer su asociación y estoy pendiente de todo lo que signifique apoyar su educación:…”En esa juventud, que hoy balbucea / del saber los primeros rendimientos, / se esconde acaso la futura idea, / que ha de mover del mundo los cimientos”.

Hoy, al finalizar el año escolar, siento que el tiempo dedicado a mi hijo en esta su primera experiencia de vida ha sido oportuna e invalorable, y el cansancio no me hace mella y de hecho desaparece cuando veo que su rostro de niño se ilumina al abrir una revista o un  diario y descubro que puede entender lo que dice. Ahí mi complacencia adquiere picos muy altos, y me enorgullezco, porque entiendo que mi pequeño hijo ya sabe leer.

Dayner recibiendo diploma y felicitación
de su prof. Teresa Arce de Díaz
Ante este hermoso amanecer, feliz realidad, alzo los ojos al cielo para agradecerle a nuestro Creador por esta bendición, las nubes oscuras de nuestro ser primitivo, en el caso de mi hijo, han comenzado a huir ante el despuntar de la luz del conocimiento; una profunda y sincera gratitud me embarga, haciendo fluir desde mi corazón una oración queda a Dios, por haber permitido que mi hijo culmine con éxito su Jardín. Quiero, en nombre de ese pequeño ser que pasó por sus aulas, mi hijo Dayner Aldair, agradecer infinitamente a esas mujeres extraordinarias dotadas de valor, de conocimiento y condiciones para llegar al alma de los niños y con paciencia y cariño retirar ese velo de ignorancia con que todos los seres humanos nacemos.

Finalmente, en las personas de las profesoras, Teresa Arce de Díaz y Asunción Carbajal Valverde, del Jardín de Niños “Ruso”, nuestro homenaje y reconocimiento a la labor anónima y heroica que realizan todas las educadoras y educadores de Pronoeis y jardines del país. Dios los colme de bendiciones:.."Adiós Jardín Ruso, con el alma henchida / de gratitud la caravana parte, / nuestro blanco escuadrón hará en la vida / más de un alto, tal vez para adorarte”.

Crédito: Los fragmentos en letra cursiva, pertenecen al poema "Un blanco escuadrón", aprendido en nuestros lejanos días como estudiantes de Primaria en la "Gloriosa 329", cuyo autor ignoramos por lo que no lo consignamos. 

Chimbote, 22 de diciembre de 2003
Publicado Diario “Las Últimas Noticias”, Chimbote, (24.12.03) pág.10.
Revisada para el blogger (JAPÓN 29-20110909) Tochigi Ken

jueves, 8 de septiembre de 2011

El loco de la papaya (Drama) - Bitácora 13

El loco de la papaya

Escribe: Hugo Tafur
       (peruano)
Ha pasado varios meses desde que Ena Esquivel me lo relatara, y me preguntaba, si podría escribir sobre su experiencia sin traicionar su confianza o echar a perder su primicia... concluí, que el tema a pesar de su vivencia personal no era un secreto en cuanto al sujeto que la motivó, pues la condición de este era de dominio público; ahora, es entendible y de hecho diferente, la reacción moral o espiritual de quiénes contemplan la situación de este ser humano afectado por una alteración cognitiva. En el caso específico de mi amiga, el recuerdo de tal vivencia, quedó grabada en el lienzo de su alma, de donde ella gustaría retirarlo con el bisturí de inspirados pinceles, en una pintura que plasme su impresión de lo que vio y los sentimientos que le embargaron al ver a este ser en medio del basural comiendo con fruición una papaya que alguien arrojó. Ella desea plasmar su visión con colores, yo pretendo plasmar su visión con palabras.  

Solo había sido un vistazo, me refirió, pero fue tal la impresión que le causó el fortuito avistamiento que hasta ahora después de varios meses, lo recuerda con una claridad que la estremece; su humana percepción de mujer y de madre, había fotografiado en un instante y para siempre, el dramático cuadro que vio aquella mañana camino al trabajo. Los pinceles sensibles de su espíritu, habían impreso en el lienzo de su alma a ese loquito greñudo de vestimenta raída que mordía con ansiedad una papaya amarilla recogida en el basural en que se encontraba. Ese boceto lo tenía grabado en su ser. Cuantas veces lo he pensado me dijo: “Me gustaría plasmar ese cuadro que llevo en el alma en una pintura que refleje todo el drama de abandono e inconciencia que viven los seres humanos que han perdido la razón”…”¡Sí, pintar en un cuadro al desdichado ser humano que ante mi vista hizo saltar por los aires la cuerdas más sensibles de mi humanidad…¡Pero que va!..Nunca podré cumplir este deseo…no se pintar…jamás podré plasmar esa visión que llevo a cuestas desde entonces”.

Quizá, solo por decir algo y tamizar su frustración, porque era evidente su imposibilidad, le dije: No puedes frustrarte sin haberlo intentado. Ese “loquito” de la papaya, posesionado en un basural ubicado en la avenida Antúnez de Mayolo, casi en la puerta principal de ingreso a la Empresa Siderúrgica del Perú – Siderperú, sería un marco excelente de tu obra; o también, la bahía de Chimbote con sus lanchas y botes o el Cerro de la Juventud…hizo silencio, estaba claro que no logré convencerlo. El cuadro pintado en su alma de mujer, seguiría inédito…cuantas impresiones sublimes captadas o inspiradas se quedan así, sin hacerse reales y ver la luz. Poco después nos despedimos y colgué el teléfono…yo me quede cavilando.

¿Serán los dementes abandonados los que nos presentan los cuadros más dramáticos? Sin programas asistenciales para tratarlos a tiempo y quizá frenar su deterioro cognitivo, son abandonados a su suerte por sus familiares y comienzan a deambular por la calles, a veces pasivos y otras esquizofrénicos y violentos.  El problema a partir de ahí, implica no solo un problema moral sino ético, es un ser humano cuya razón esta perdida en los vericuetos de su ser y cuya actuación inconsciente, es vista, por quienes nos creemos libres de alteraciones cognitivas con despreocupación e indolencia y en casos censurables como el hazmerreír. El caso más emblemático en nuestro puerto, fue el de Ciriaco Moncada, conocido como el “Loco Moncada”, quién expresaba su estado mental de una manera peculiar, cambiando su vestimenta, a veces de pescador “tirando aguja” en una esquina céntrica, fabricando bolsas o hamacas de red; también fungiendo de político, vestido “elegantemente” con terno negro, chaleco y sombrero, del mismo color; o representando la “via crucis” del Señor Jesús, con una cruz de madera a cuestas; en todos los casos, lanzaba peroratas que hacían dudar de su insania, pues conllevaban mucha sabiduría y puntería contra las autoridades y políticos de turno.

En todos los tiempos, siempre me resultó curioso que a los escritores y poetas nos endilguen el "sambenito" de locos; posiblemente, al hacer ejercicio de nuestro oficio dejamos entrever que lo somos, ya que a pesar de las vicisitudes cumplimos nuestra vocación con alegría, diciendo y escribiendo con convicción, constituidos en esclavos voluntarios de nuestra pasión de escribir. Erasmo de Rótterdam, en su obra “Elogio de la Locura”, hizo de la locura un personaje, que al darle voz, ejerce una sátira moral contra el conocimiento y el saber incorrecto de su tiempo, critica al hombre por su pasividad e incapacidad de ver la mentira y la maldad;  así como Ciriaco Moncada, alabó en algún momento su estado mental, pues alguna vez expresó con felicidad y orgullo de loco: “¡Soy loco porque tengo la mente clara en un mundo de trastornados!" Quizá, quiso afirmar en su filosofía, que los cuerdos en su estupidez y ceguera, hacen cosas peores que las que haría un loco loco.

Japón-Tochigi Ken; Ashikaga Shi (08.02.2011) Hora 21:40
Revisada para el blogger (JAPÓN 28-20110908) Tochigie Ken